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El 7 de mayo de 1910, Ángela está en casa. Le ha parecido que la increpan desde la calle… Incrédula, escucha el alboroto cada vez más grande. Ya no cabe duda; un tumulto de pitadas y voces contra ella explota delante de casa. Deja lo que está haciendo y abre el balcón.

Son cientos los jóvenes que se acumulan bajo el balcón de Ángela.

Pero, ¿qué ha hecho Ángela? ¿quién es?

Ángela Barco Hernández es un misterio.

Nació en Salamanca en 1875 o 1876, el año no está claro.

Hija de Ramón Barco -periodista, escritor y abogado- y de Ángela Hernández de la que no sabemos nada. (De las mujeres la Historia siempre guarda menos datos). [ Más información, aquí)

Ángela y Ramón debieron de dar a la salmantina una infancia feliz. Eso es lo que se desprende del breve recuerdo que el periódico El Labaro nos dejó impreso:

[…] conservo la silueta de Ramón Barco, paseando por la plaza Mayor, acompañado de un niño y de una niña de ocho o diez años, que marchaban seriecitos y formales, deteniéndose alguna vez en la famosa dulcería de Calama.

Plaza  Mayor nº 9, Salamanca

Plaza Mayor nº 9, Salamanca

La pastelería Calama estaba en el número 9 de la Plaza Mayor. Allí los niños comerían caramelos, bombones, algún pastel, sin preocuparse lo más mínimo por lo que fuera a ser de ellos de mayores; esas preocupaciones llegan  más tarde. Y la niña Ángela de mayor se hace escritora, y su hermano médico.

Los primeros escritos de Ángela Barco los publica El Adelanto en 1901. Ángela es entonces una veinteañera que, como tantas escritoras del pasado, opta por disfrazarse de hombre firmando con seudónimo masculino: Pedro del Valle. Al cabo de tres años, Ángela se harta de fingirse Pedro, y empieza a firmar con su nombre.

Firma de Ángela Barco

Firma de Ángela Barco
Fotografía: Revista El Cuento Semanal

Las historias de Ángela son extrañas, feroces, y nada dispuestas a desentenderse de las oscuridades que nos rodean: enfermedad, miseria, discriminación, tiranías, desilusiones…

Muchos de sus relatos y artículos ocultan una bomba de relojería, bien armada para estallar en las narices del lector en cuanto la autora pone el punto final.

¿Puede un artículo alterar a cientos de personas hasta el extremo de manifestarse a voces contra él a las puertas del domicilio del autor?

Ángela Barco nos contestaría sin lugar a dudas que sí. Uno de sus artículos, provocó un altercado tan grande que exigió presencia policial. (Y ahora, que levanten la mano todos los escritores encorbatados y reconocidísimos que hayan conseguido una reacción similar…)

Ocurrió en mayo de 1910. Por entonces Ángela Barco había dejado Salamanca y vivía en Valladolid.

En mayo de ese año, El Norte de Castilla publica El Hijo, una protesta sin paliativos contra  la desgracia al cuadrado que vivían las mujeres, por serlo, en el seno de una familia de clase media que concentraba todos sus esfuerzos y escasos recursos en los estudios del hijo varón, olvidando y sacrificando la educación de las hijas con tal de que el hijo varón sacara la carrera. Mientras el varón estudiaba, o hacía como que estudiaba en la divertida ciudad universitaria, sus hermanas malvivían en la oscuridad del pueblo, sin la menor esperanza de futuro, y sin que importaran a nadie sus aptitudes para el estudio.

Cualquier esfuerzo y sacrificio se daba por bueno, con tal de poder presumir ante los demás del hijo universitario. La familia, dice Ángela, se creía “aristocrática porque tiene un hijo estudiando”.
La trampa de las apariencias; un juego de sombras chinescas del que siempre salían perdedoras las hermanas del hijo varón.

[…] esas dos o tres figuritas anémicas, de lindos rostros, que abren pasmados sus grandes ojazos de desheredadas, como no comprendiendo que de ellas no se ocupe nadie […]

Mujeres sin estudios, sin dinero, sin trabajo, sin futuro y sin el Príncipe Azul, colorín y colorado en el que les enseñaron a creer desde pequeñas. Porque los príncipes azules de la realidad solían ser hijos varones, muchas veces con estudios, que lo que querían era:

[…]terminar la carrera en seguida, en seguida; […]para servirse de su título como de anzuelo para pescar (¡grosero!) la dote de una muchacha rica, que sea más o menos guapa, que esto es lo de menos. ¡Dinero, mucho dinero, y a poca costa, es lo que quiere él! […] no es cosa de que él forme una familia como la suya, en que la mujer no aporte otros bienes al matrimonio que un buen palmito, y una gran dosis de habilidad para “cubrir apariencias” e ir sorteando con la risa en los labios terribles amarguras.

Y las hermanas del mimadísimo hijo varón quedaban atrapadas entre la dependencia y la caridad. Sin salida. Convertidas muchas, sin remedio en:

[…] ridículos parias en el hogar que quizás formó el hermano,
aguantando humillaciones y burlas con sonrisas de agradecimiento.

No cabe duda que El Hijo es un artículo duro. Una descripción sin pelos en la lengua de un paisaje social que, todavía hoy, no suena suficientemente lejano.
El rutilante estudiantado vallisoletano, escocido por esa imagen de hombres egoístas que alcanzan su futuro pisoteando el de sus hermanas, acuerdan manifestarse.

Primero se van a las puertas de El Norte de Castilla. Tras un rato, deciden llevar su protesta al domicilio de Ángela Barco.

La peculiar estudiantina se sitúa bajo el balcón de Ángela, y dan rienda suelta a gritos y pitadas.

La prensa en general habla de un número de estudiantes que no baja de trescientos. El ABC lo eleva a quinientos.

Ángela Barco, lejos de acobardarse, pide que una representación de aquellos cientos de estudiantes suba a su casa a hablar con ella. Cuentan las crónicas que Ángela no sale de su asombro ante las exigencias de la comisión de estudiantes: una rectificación de la autora en las páginas del periódico…

La escritora lo único que responde es que no entiende nada; que El Hijo “no envolvía ninguna clase de ofensa para nadie”; que ya se ha publicado en otros diarios de otras poblaciones, y que nadie le había planteado el menor problema hasta ese momento.

Y es que posiblemente, gran parte del problema era “ese momento”

Dos meses antes de los hechos, el 8 de marzo de 1910, se había aprobado una Real Orden que por primera vez permitía el libre acceso de la mujer a la Universidad.

Antes de esta disposición, la mujer que quería hacer estudios universitarios debía solicitar un permiso especial al Ministerio de Instrucción Pública. Logrado el permiso debía cumplir una larga serie de normas que le impedían moverse con la misma libertad que los hombres por los recintos universitarios. Y al final de sus estudios, aunque tuviera la misma preparación que sus compañeros, su título no la facultaba para el ejercicio de su profesión.

La Real Orden de 1910 eliminaba la necesidad de que la mujer tuviera que obtener el permiso especial del Ministerio de Instrucción Pública. Con la nueva disposición las universidades debían tratar a mujeres y a hombres en igualdad de condiciones.

En el caldo de cultivo de aquella Real Orden recién aprobada, la feroz crítica de Ángela Barco, reclamando estudios también para las mujeres, aumentaría el temor de aquellos estudiantes a ir perdiendo poco a poco sus privilegios ancestrales ante una avalancha de universitarias. Y desahogaron temores pegando gritos a la escritora.

No les sirvió de nada.

El 2 de septiembre de ese mismo año, se aprueba otra Real Orden que habilita profesionalmente los títulos obtenidos por las mujeres.

En el curso 1909-1910, en toda España había veintiuna universitarias. En 1935 ya eran dos mil. Y la cifra no dejaba de aumentar.

Una desgracia, una verdadera desgracia, que luego llegara Franco con su Sección Femenina queriendo arrinconar otra vez a la mujer en el papel de madre y sirvienta del marido.

Los gritos de aquellos cientos de estudiantes bajo el balcón de Ángela sólo sirven para que la propietaria de la casa, donde la escritora vive de alquiler, eche a la calle a su inquilina.

Ángela hace las maletas. Decide marcharse a Madrid en busca de mejor fortuna y mayor gloria.

En Valladolid deja una vida exitosa llena de escritos en prensa, aplaudidas intervenciones en el Ateneo Vallisoletano, algún accésit en juegos florales celebrados en el teatro Calderón. En ese teatro vallisoletano Ángela Barco también había hecho su primera incursión en el género dramático. Un monólogo titulado La última carta.

Cuentan las crónicas que la actriz Pascuala Mesa quedó impactada por el texto de Ángela, e insistió en interpretarlo. Se estrenó en enero de 1908 y fue un éxito. Tanto, que el público ovacionó varios pasajes a lo largo del monólogo. La insistencia de los aplausos obligó a la autora a saludar varias veces al final de la representación.

A no ser que ande perdido por algún rincón de la Biblioteca Nacional, o en algún estante de la biblioteca particular de alguien, La última carta de Ángela Barco es hoy un texto desaparecido. Qué pena.

Durante su estancia vallisoletana, Ángela Barco había escrito también una novela: Fémina. La empaquetó bien, se fue a Correos, y con toda la ilusión del mundo la envió a un concurso de la revista El Cuento Semanal.

Seguro que la satisfacción de haber hecho la novela es lo primero que Ángela guarda en la maleta con destino a Madrid.

Pero en Madrid son muchos los que se disputan la gloria y fortuna que busca Ángela. El Lábaro explica así la experiencia madrileña de la salmantina:

[…]Angelita olvidó al ir a Madrid que allí la esperaban los hombrones de la literatura, que verían en ella una enemiga capaz de disputarles las pesetas de sus mezquinas producciones.

Y ante el hambre, no hay cuartel, y menos galantería, ni respetos a la mujer.

No hay más que guerra sorda, cruel e inacabable.

A la mismísima Pardo Bazan, si la pudieran destrozar los mismos que la elogian, la destrozarían con placer refinado.

Por eso no es extraño lo que sucede con esta escritora que tiene una saliente personalidad literaria, digna de que las gentes le rindan el homenaje debido

Pío Baroja, Valle-Inclán y Felipe Trigo forman el jurado del concurso organizado por El cuento semanal. Ángela Barco no gana. Pero consigue que tan eminente jurado recomiende que su novela vea la luz.

Fémina es la historia de una joven aventurera que se ahoga en una ciudad de provincias monumental, dorada y aburrida… (Deberíamos empezar ya a hacer una lista de las heroínas literarias que Salamanca ha asfixiado sin contemplaciones a lo largo de la literatura… )

Clerecía desde Palominos

Clerecía desde Palominos

La novela habla de lo nuevo frente a la estabilidad de lo viejo conocido; del precio que se paga por la seguridad de la rutina; habla de los sueños contra la realidad; del miedo a la libertad; de la aburridísima tranquilidad doméstica del matrimonio; habla de la vida (o muerte lenta) de una jovencita de principios del XX, que no puede aspirar a nada más que a casarse.

Selección de citas de Fémina:

No quiero más puente sobre el río […] que el puente romano […] No, no quiero que nada nuevo desoriente mi vida.

El marido, en el tono tranquilo y cariñoso con que se habla a los niños, impuso sus gustos.

En este ambiente, pobre y ridículo, fue donde ella creció sin saber otra cosa más sino que era bellísima.

Vivía como muerta, al comenzar, en verdad, su vida.

Cuánto le agradaba quedarse así, sola, en el salón grande y lujoso tendida, como una muerta[…]

Salir de la ciudad pequeña y gris amurallada como una cárcel por los históricos edificios que la aprisionaban.

La niebla grisácea que envolvía la ciudad hasta borrarla

Fémina es un éxito. La crítica destaca los méritos de la obra. La novela se agota y se hacen varias reediciones.

La estancia madrileña de la escritora no dura mucho. Ángela Barco solicita una especie de beca al Ministerio de Instrucción Pública para marcharse a Francia.

No hay datos sobre la formación académica de Ángela Barco. Pero debía de tenerla porque la Junta de Ampliación de Estudios en el extranjero decide concederle un pensionado de seis meses para estudiar en Francia “el problema feminista”.
Lograr esa financiación no era fácil.

El candidato debía hacer constar en su solicitud los estudios a realizar, el país y el tiempo de estancia necesario; y debía aportar los trabajos, certificados y documentos que el aspirante considerara más adecuados para fundamentar su petición.

En octubre de 1911 le conceden el pensionado de seis meses, y Ángela Barco se marcha a París. Ronda entonces los treinta años.

La prensa charra publica el triunfo de la salmantina y destacan que pueden haber pesado en la concesión del pensionado anteriores trabajos sociológicos de la escritora. Citan: El Ruralismo Femenino y Lección de Vida (textos desaparecidos que ojala algún día puedan ser localizados…)

Además de trabajar en su estudio sobre la mujer, Ángela tiene tiempo de realizar crónicas que envía desde París a El Adelanto, y de traducir al francés para una editorial francesa algunas novelas de escritores españoles.

El 5 de enero de 1912, El Adelanto publica que Ángela Barco se recupera en París de una grave enfermedad.

Fuera o no por culpa de la enfermedad, Ángela Barco solicita una ampliación de seis meses más para culminar su estudio. Consta que la solicitud de Ángela Barco se acompañó de parte de la obra que preparaba sobre la mujer francesa; el capítulo relativo a la mujer obrera. Le conceden otros seis meses más para finalizar su estudio..

En la Biblioteca Nacional no hay rastro del estudio sobre la mujer que Ángela Barco realizó en Francia. Otro texto desaparecido.

Lo que fue de Ángela Barco tras su pensionado en Francia también ha desaparecido en lo oscuro del pasado. En el París de 1912 se pierde la pista de Ángela Barco. Una Ángela Barco de treinta años, que a la fuerza tenía que dar todavía mucho que hablar.

Sus éxitos, sus artículos, sus cuentos, sus ensayos, su novela alabada por la crítica y el público… Indicios todos de que Ángela Barco estaba sobradamente capacitada para conmocionar el mundo literario con una obra grande que dejara su nombre impreso para siempre en aburridos libros de texto de escolares del siglo XXI. (Porque ya se sabe que el escritor cuya foto no se ofrece a los niños para que le pinten bigotes y cuernos mientras bostezan en clase, es un escritor menor.) Aunque, todo hay que decirlo, para las mujeres siempre ha sido más complicado que para los hombres acceder al olimpo monótono de los manuales de literatura. Y a las que lo han conseguido se les ha reservado siempre menos líneas que a los “hombrones de la literatura”…

Lo que fuera de Ángela Barco después de cumplir treinta años, lo que escribiera después de esa edad se ha perdido. Y si siguió viviendo, a la fuerza tuvo que escribir mucho más. Alguien que escribe como Ángela Barco, una escritora grande nada menor, sólo para de escribir estando muerta.

¿Qué fue de Ángela Barco?

Misterio…


 

Obra literaria de Ángela Barco

Como la mayoría de escritoras de su generación, su obra está dispersa en periódicos y revistas. Por ello el listado que aparece a continuación es sólo indicativo y, con algo de suerte, muy susceptible de ampliación.

Textos no localizados

  • El Ruralismo femenino. (Estudio sobre la mujer campesina)
  • Lección de vida (estudio sociológico)
  • Estudio sobre la mujer francesa (envío un capítulo a la JAE para ampliación de su pensionado en Francia, titulado «La mujer obrera»
  • Diversas traducciones al español de novelas francesas.
  • Tierras, tierras y más tierras (artículo con el que ganó un accésit en los juegos florales, en el teatro Calderón de Valladolid de 1908)

Bibliografía utilizada

  • ABC: 28 de septiembre de 1908; 7 de mayo de 1910
  • La Correspondencia de España  Diario universal de noticias’ 7 de mayo de 1910
  • El Lábaro: 25 de abril de 1905; 4 de mayo de 1910;7 de mayo de 1910; 4 de agosto de 1910
  • La Cataluña  revista semanal  3 de julio de 1909
  • El Castellano  Diario de la mañana, 25 de abril de 1905; 6 de noviembre de 1906; 11,24 de marzo de 1908
  • El Castellano: 3, 5 de marzo de 1909; 2 de enero de 1908
  • El Adelanto:28 de octubre de 1901; 18 de noviembre de 1901; 16 de junio, 6 de noviembre de 1902; 9 de enero de 1908; 7 de mayo de 1910; 2 de octubre de 1911;
  • Heraldo de Gerona. Periódico de avisos y noticias.Número 638 abril 1910
  • Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas. Memoria correspondiente a los años 1910 y 1911: http://cedros.residencia.csic.es/imagenes/Portal/ArchivoJAE/memorias/003.pdf
  • El noticiero : diario de Cáceres Año V Número 1392 – 1907 diciembre 7
  • El pueblo Año VII Número 2076 – 1909 agosto 13
  • El Salmantino : periódico semanal Año VI Número 496 – 1912 enero 30
  • Periodismo y discurso en El Cuento Semanal. Tesis Doctoral. Belén Puente Pereda
  • Gente joven  semanario literario ilustrado Año II Número 25 – 1905 mayo 20
  • El demócrata  Periódico Independiente’ 4 de mayor de 1910
  • El Diario  periódico de la noche. Año I Número 73 – 13, 20 de marzo de1904
  • El porvenir segoviano  diario de avisos de Segovia’ – Año XIII Número 3869 15 de noviembre de 1911
  • Revista España Futura. Segunda quincena de junio de 1909.

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