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Hace ocho años perdí la pista de Angela Barco en el París de 1912. Hace pocos días me reencontré con ella por sorpresa, dentro de un documental grabado en la Casa Museo de Miguel de Unamuno.

¡Pero bueno, Angela, qué sorpresa! ¿Qué haces tú por aquí?

Ángela no nos presta mucha atención porque anda liada escribiendo una carta a Unamuno.

Es una admiradora. Una de las muchas fans que tiene don Miguel. Que es un hombre muy serio, que se queja en los artículos periodísticos de que mujeres escriban pidiendo fotos y firmas a intelectuales famosos como él, aunque luego, en casa, guarda bien todas esas cartas y alguna foto suya si que manda… Pero bueno ésa es otra historia.

Caricatura de don Miguel de Unamuno

Caricatura de don Miguel de Unamuno por Llasa
Prensa Histórica. La Esfera Ilustración Mundial

Ángela no es de las que piden fotos firmadas, pero Unamuno es un ídolo para ella. Así que la dejamos que escriba tranquila su primera carta a don Miguel, y nosotros nos vamos al teatro Liceo.

Es octubre de 1885. El colegio de “San Rafael” estrena Don Juan Tenorio, interpretado por “artistas de nueve y diez años”. Nos hemos venido hasta aquí porque entre los papás de los niños que abarrotan el patio de butacas y se rompen las manos aplaudiendo están los señores Barco. Eso significa que Ángela está en el escenario y que tiene nueve o diez años.

Gracias a esa función infantil sabemos que Ángela nace  en 1875 o 1876. Lo que significa que sus textos son fruto de una mujer más madura de lo que creíamos. Parece lógico que la profunda carga crítica de algunos de sus artículos haya salido de una mujer de treinta y tantos y no de una jovencita de veintipocos.

Ángela Barco Hernándezv

Ángela Barco Hernández. Fotografía de El cuento semanal

Ya sabíamos que es hija de Ramón Barco y Cosme. Un abogado poeta que abre su bufete en la calle san Justo. Ejerce también el periodismo, es columnista, dirige la plana literaria de El Adelanto y, por si esto fuera poco, al mismo tiempo estudia y aprueba las oposiciones a la Inspección de Hacienda.

De la madre de Ángela sabemos muy poco. La escasa información de su vida emerge de la esquela y los pésames que a su muerte publica la prensa. Se llama Ángela Hernández. La describen como “virtuosa y modesta” con “las virtudes de la mujer castellana y la distinción más exquisita”.

Lo que no cuentan los periódicos es que si Ramón Barco y Cosme puede ejercer la abogacía, dirigir un suplemento literario, ser columnista, escribir poesías, participar en juegos florales, hacer un himno al trabajo al que pone música nada menos que Tomás Bretón, dar conferencias, hacer lecturas públicas de poemas de Gabriel y Galán (leer poesía es un arte y también eso este hombre lo hace muy bien), y estudiar además el temario de Inspección de Hacienda y aprobar, si logra hacer todo esto es gracias a que Ángela Hernández se dedica en exclusiva a los hijos y a la casa. Algo que sin ninguna duda realiza con todo el amor del mundo, pero que conviene destacar. Para que la labor silenciosa de aquellas mujeres no se pierda entre los brillos impresos de aquellos hombres multitarea, que lo mismo te presentaban una demanda en el juzgado, que te escribían un poema, que te redactaban un artículo de costumbres, que hacían discursos en banquetes en honor de otros hombres, que se encerraban en sus despachos a escribir o a estudiar unas oposiciones, mientras sus mujeres tiraban solas de los niños y de la casa.

Ángela Hernández y su marido Ramón tienen tres hijos: Ángela, Manuela y Ramón. Probablemente Ángela es la mayor de los tres.

De Ramón hijo hay muchos datos en los periódicos. Cuándo terminó el Bachillerato, cuándo se licenció en Medicina, los distintos traslados por pueblos de España, su boda, sus hijos y cuándo falleció su mujer. Una vida entera que podríamos estudiar sin muchas dificultades. De todos estos datos se extrae que era más joven que sus hermanas.

De la vida de Angela, que nos interesa mucho más, no hay una información tan abundante.

De su hermana Manuela no ha quedado otro rastro que seis cajas de mazapanes que entregan ella y Ángela a los niños huérfanos en una fiesta de El árbol de Navidad. Pero si nos paramos a pensarlo, que un buen día, siglo y mucho después de ti, tu vida centellee de pronto en una caja de mazapanes tiene cierta poesía.

Hasta el momento hemos recopilado que la salmantina Ángela Barco nace en 1875 o 1876, que quizá es la mayor de tres hermanos y que vive su infancia escolar en el colegio de san Rafael. Un prestigioso centro educativo situado en el número 14 de la calle Espoz y Mina. Es un colegio privado y masculino, pero que tiene a bien montar una academia para niñas en la que están matriculadas Ángela y su hermana Manuela.

Colegio de san Rafael de Salamanca

Colegio de San Rafael de Salamanca
Prensa HistóricaEl Progreso

En los años ochenta del siglo XIX la enseñanza secundaria es sólo para los chicos, puesto que sólo ellos acceden a la Universidad. Así que Ángela estudia hasta donde la dejan y después prosigue su instrucción de forma autodidacta.

Cuando el padre de Ángela aprueba las oposiciones, la familia se va de Salamanca y se asientan en Valladolid.

Ángela empieza a vivir entre Valladolid y París. Pasa mucho tiempo en Francia, en la casa de sus tíos, Juan Barco (periodista) y su mujer. En 1908 el redactor de El Adelanto describe así la vida parisina de la escritora:

[…] en un pueblecito cercano a la capital de la República vecina, en una casita con jardín al Mediodía, llena de luz, de aire y de flores. Allí estudia y escribe Angelita Barco. Luego, deja la pluma y pasa a las habitaciones de sus tíos, y desde ellas se entretiene viendo cruzar cien trenes que le recuerdan aquella composición que empieza en idilio y termina en tragedia… […] Después, a París, a comer en el primer café, a visitar un rotativo, a rezar en Nuestra señora, al bosque de Boulogne, a la gran calle de Rivoli, para ver cómo desfila Europa entera; luego a cien partes más con el lápiz afilado, y abierto el libro de memorias.

Ángela regresa a Valladolid con frecuencia y los ecos de sociedad de los distintos periódicos charros dejan constancia de las visitas que la escritora hace a su Salamanca natal de camino a Valladolid. Los periódicos también nos cuentan que de vez en cuando Ángela viene a Salamanca de vuelta de Morille. Vive allí una hermana de su madre: Teresa Hernández. Dejo aquí el dato por si alguien de Morille lo lee y por alguna carambola del destino pudiera aportar algún dato de las hermanas, Ángela y Teresa Hernández, o hasta de la misma escritora…

De la vida que lleva Ángela Barco en Valladolid ya hablamos en esta entrada.

Cuando se sienta a escribir su primera carta a Miguel de Unamuno corre el año 1907 y la carrera literaria de Ángela está empezando. Ha publicado varios artículos, crónicas, relatos, y cuenta para ello con el alentador apoyo de su padre, que a la postre dirige la sección literaria de El Adelanto. Así que no es de extrañar que Ángela necesite calmar las tormentosas dudas que sufre cualquier escritor honesto pidiendo una opinión imparcial. Y quién mejor que el severo don Miguel de Unamuno, que otra cosa tendría pero pelos en la lengua no. Ángela se arma de valor y se dirige a su admirado don Miguel con estas palabras:

yo no sé si será oportuna o inoportuna la opinión sincera que yo le ruego al maestro respecto a mis trabajos y a lo que yo pudiera esperar de ellos. Aguardo con impaciencia su fallo que para mí sería definitivo.

La relación epistolar con Unamuno durará varios años. Tantos que cabría preguntarse si Ángela Barco y Miguel de Unamuno se conocían personalmente. Puede que sí. Porque de lo que no cabe duda es que el escritor y el padre de la escritora se conocían bien. Ramón Barco publica en la plana literaria de El Adelanto varios textos de Unamuno. Y Unamuno, que además de ser un escritor inmenso dibujaba muy bien, hace un retrato del padre de la escritora.

Ramón Barco

Reproducción pág. 135 Una vuelta por Salamanca.
Modesto Pérez. Biblioteca digital JCYL

Si Unamuno era amigo —bastante conocido al menos— de Ramón Barco, seguramente coincidiría alguna vez con Ángela. Fuera así o no lo cierto es que mantienen una larga relación epistolar.

La opinión que Ángela pide a Unamuno sobre sus escritos debió de ser favorable, porque Ángela Barco sigue escribiendo. Aunque parece desprenderse de las misivas de la Salmantina que el Bilbaíno planteaba ciertas reticencias a que la mujer escribiera en público, porque Ángela responde rotunda:

Todo, absolutamente todo lo que usted me dice respecto a la mujer que escribe para el publico, lo he pensado yo. Y algo de eso le decía en mi primera carta. Es verdad, civilización , instituciones e ideas públicas, lenguaje literario, todo es exclusivamente masculino. Así que las mujeres que nos lanzamos a un campo que no es el nuestro, a la fuerza hemos de ponernos pantalones… Es un fastidio.

Un verdadero fastidio. Pero lo importante es que ahora Ángela confía en sí misma y está más que decidida a que el campo de la Literatura sea también su terreno.

Enseguida la carrera literaria de Ángela empieza a llenarse de triunfos.

Publica artículos periodísticos que no dejan indiferente a nadie. Recibe algún apoyo, como el que aparece publicado el 9 de julio de 1909 en La Vanguardia:

Dice verdades como puños, sin dárselas de “virgen roja” ni de tricoteuse de Marat. […] Desde luego y sin ambages se la puede clasificar entre la descendencia filosófica o sociológica de doña Concepción Arenal.

Pero a Ángela, sobre todo, le llueven las críticas:

Del escandalazo monumental que estalla en Valladolid al publicar en El Norte de Castilla ·»El hijo”, que obliga a intervenir a la policía para disolver el tumulto a la puerta de la casa de Ángela, ya hemos hablado aquí.

Algo que no sabíamos es que en El Norte de Castilla deciden apoyar a la joven escritora y al día siguiente del tumulto, que exigía a gritos bajo el balcón de Ángela que se retractara de su artículo, el rotativo publica otra vez el artículo de la escritora ¡Muy bien!

Ángela sigue generando polémica con sus escritos. Aunque la discusión no se saldrá ya de las páginas de los periódicos.

La revista Éxodo publica “Del Feminismo”. Ángela Barco, con el lápiz bien afilado, se lanza contra las injusticias:

[…]viendo estos paseos provincianos de la “bella España” —donde imposible se hace ocultar muchas cosas que incitan a la sonrisa o que causan pena… —se comprende muy bien esa revolución femenina que se anuncia y se acerca de unas fronteras a otras.

[…] Las mujeres despiertan a la vida en “sufragistas” y “feministas”, entreteniéndose en querer arreglar el mundo… a falta de un hogar, unos pequeñines y un marido a quienes arreglar con tiernas alegrías”.

[…] Ser o no ser”, era el dilema que martirizaba al genial pobre hombre que reunía en su sola persona los tres títulos más extravagantes: príncipe, loco, filósofo… “Ser o no ser soltera” es el dilema de toda mujer para ingresar o no en el despechado rebaño que por una muy femenina venganza trata de usurpar, no solamente derechos sociales que los hombres crearon casi cuando a la mujer le negaban, por negárselo todo, hasta “el alma”, sino el aspecto varonil, dejándose encrespar los cortados cabellos, usando trajes “estilo sastre” para mejor “hacer política”.

[…] Sí, oponed una resistencia inflexible al acaparamiento de trabajos exclusivamente masculinos, hasta ahora, que manos de mujer, quizás temblorosas de indignación o de hambre, intentan apropiarse.

[…] Acordaos, los que tenéis hermanas, de que también ellas antes de convertirse en la paria y arcaica solterona expuesta a todos los ridículos, a las humillaciones más ofensivas, querrán ponerse frente a la vida, midiendo en noble lucha sus fuerzas para bastarse por sí mismas.

El periódico El Castellano contesta a la escritora. Y su respuesta es como esos “paseos provincianos” que alude Ángela, que “incitan a la sonrisa o que causan pena”. No sabes si reír o llorar:

[…] Ha escrito unas cuartillas para hacernos ver que esa revolución femenina se anuncia y se acerca de unas fronteras a otras con gestos hostiles de justiciera protesta. Y no conviene andar tan aprisa.

[…] El feminismo […] no tiene razón de ser en España, es cosa tan solo, en este país, de algunos periodistas; no sale del pueblo.

[…] Si las inglesas adquirieran el arte y la gracia que tienen las españolas para correr por escenarios y cafés, ¡qué solución más fácil y sicalíptica tendría el feminismo allí! […] la solución más radical del problema estriba en la implantación de unas escuelas de canto y baile…

La enjundiosa tesis del redactor consiste en que el feminismo nunca llegará a la bella España porque la mujer española no se aburre. La casada se entretiene con su vida de casada y la soltera en cafés y en grupos de baile, de teatro, coros… La aportación a la humanidad que hace este señor es que hay que tener a las mujeres entretenidas para que no se conviertan en feministas… Y éste es el razonamiento más complejo que realiza, porque también añade un par de burradas más que me niego a transcribir.

Otro pequeño revuelo causa Ángela, esta vez en la prensa charra, cuando publica su artículo “Voces inútiles”. Una crónica que envía a El Adelanto desde París.

La ciudad de la luz se ha llenado de niebla y resuenan unas misteriosas campanas:

“[…]me sorprende la extraña sonata de unas campanas que voltean con agónica desesperación, ahora cerca, de pronto muy lejanas.

Las escucho, y yo no sé cual querida remembranza me sumerge en una evocación que el tiempo trueca en recuerdo gratísimo. Es allá, en una vetusta ciudad castellana, cuyas flechas y cruces de mil torres semejan un boscaje, donde siéntome transportada.

… Noches serenamente frías; la voz monótona y a veces temblorosa de un hombre que canta las horas; el misterioso y turbador silencio de una ciudad que duerme sin que otro ruido pueda despertarla que el vibrante y despótica campaneo resonando en las conciencias tanto o más que en los oídos. Ensordecedor, apremiante, comenzaba a las cuatro de la madrugada, como queriendo interrumpir sueños que presentía demoledores para una dominación que duraba ya demasiados siglos.

[…]¿Seguirán voceando locas mis campanas, aquellas campanas innumerables y tiránicas, hasta el punto de no permitir ni hablar, en el estrépito absorbente de sus metálicas voces, a sus feligreses…, toda la ciudad, que le rendían un culto de resignada servidumbre?… No lo sé. Es posible que también se hayan ido callando poco a poco.

[…]La humanidad no va ya al Sinaí a humillar la cabeza con el terror de su ignorancia supersticiosa”.

El Salmantino se hace portavoz del escándalo que sacude a la Salamanca católica. Esto es, a Salamanca entera. Publican alguna carta al director de algún lector escandalizado. Pero el encargado de plantar cara a El Adelanto por consentir semejante publicación es un columnista de El Salmantino con una doble estrategia. Primero intenta molestar personalmente a la escritora  y después ya se lanza sobre lo escrito:

Encabeza la crítica con una cita de El Alcalde de Zalamea:

No hables mal de las mujeres,
la más humilde, te digo
que es digna de compasión
porque al fin de ellas nacimos.

Madre mía, empezamos bien… Pues eso que, con compasión por ser una mujer, el periodista inicia su crítica:

[…]Yo no la conozco, me suena su apellido por recuerdos literarios de algún antecesor de ella; me han dicho (y no salgo responsable) que frisará en los treinta, que es salmantina (perdonen las de nuestra benemérita ciudad).

[…]Pues, lectores y lectoras, en la ciudad de todas las libertades y apocalípticas abominaciones, se encuentra una paisana, que no sabiendo como emborronar cuartillas que El Adelanto publique en primera plana y como artículo de palpitante interés, ha enristrado sus pluma y, paladín del progresismo feminista, se lanza en descomunal batalla contra las más elevadas de nuestras costumbres cristianas; es decir: contra las campanas.

[…]¡Y os llama locas! Y escribe que la servidumbre de los que obedecen la voz de Dios y al eco del bronce acuden a a Iglesia, debe desaparecer.

[…]Ahora vamos los buenos españoles al Sinaí de la Iglesia Católica (que es a lo que se refiera la croniquilla, que es además de ribeteada de heterodoxia, muy oscurita); digo que vamos al templo. […]

[…]la Cruz que tiende sus brazos para […] abrazar a los pecadores, aunque el pecado sea únicamente escrito para emborronar cuartillas de crónicas, desde París y para El Adelanto.

La pecadora Ángela sigue afilando el lápiz. Publica artículos, crónicas, cuentos, sigue avanzando en su carrera. Estrena un monólogo dramático, La última carta, en el teatro Calderón de Valladolid, que es un completo éxito. Escribe su primera novela corta, Fémina, de la que tienen que hacerse varias reediciones. La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones científicas le concede una beca de seis meses que se prorrogará otros nueve, para que estudie en Francia el problema feminista; la situación social de la mujer. Es el año 1912 y la carrera literaria de Ángela está disparada.

En Agosto de 1912 fallece su madre victima de una “larga y cruel enfermedad”.

Y Ángela desaparece.

El nombre de Ángela Barco no vuelve a imprimirse. Ni artículos, ni crónicas, ni cuentos. Nada.

Ángela Barco resurge en la casa de don Miguel de Unamuno en 1918. Le escribe desde Barcelona.

De no ser por la correspondencia con Unamuno nunca habríamos sabido más de Ángela Barco. Ésta no es una carta como las demás. En ella, Ángela no se dedica a admirar la asombrosa escritura de don Miguel, ni a teorizar sobre la situación de la mujer. En esta carta habla de sí misma. Cuenta cómo ha sido su vida durante esos años desaparecidos. Explica su drama y pide ayuda a Unamuno.

Entre los años 1912 a 1918, Ángela ha seguido, como siempre, estudiando por libre. Ha conocido en París a un inglés y se ha casado. Ha tenido un niño precioso y se ha quedado viuda. Y ahora está en Barcelona, con su niño, buscando trabajo en las editoriales como traductora de francés. Le pide una recomendación a don Miguel.

Por la correspondencia con Miguel de Unamuno sabemos que Ángela no se queda en Barcelona y vivirá mucho tiempo en la misma localidad donde su hermano Ramón, el médico, ejerce: Berdum, Huesca.

El nombre de Ángela Barco no vuelve a aparecer en la prensa.

Tampoco he encontrado su esquela.

¿Escribió más? Si no es así, ¿por que no escribió más?

En 1926, en La Vanguardia aparecen dos artículos con aproximadamente quince días de diferencia. Uno firmado por Angela Barco y otro firmado por Ángela Barcos (que podría ser una errata) ¿Pero esa Ángela Barco —si los dos artículos fueran de la misma persona— es nuestra Ángela Barco? No lo sabemos.

Los temas que centran las dos columnas son sociales y por tanto encajarían con nuestra escritora. Se expresa impecablemente y con tremenda inteligencia, como nuestra escritora.

En el primer artículo habla de una huelga obrera en Inglaterra. País y tema que podría conocer bien, ya que estuvo casada con un inglés. En el segundo, habla sobre… sí… habla sobre feminismo. ¿Podría ser Ángela? Podría…

Pero ojala ella no sea nuestra Ángela.

Porque si la Ángela Barco o Barcos que al final de los años veinte asoma en las páginas de La Vanguardia fuera la nuestra, habría que describir a una Ángela Barco de cincuenta años, cansada de luchar, decepcionada del mundo y hasta del feminismo:

Y como la entrada de la mujer al civismo se ha comenzado con la fábrica, el taller, el almacén, la oficina […] Yo pregunto: La obrera que trabaja diez, doce, a veces catorce horas, dependiendo del patrono, del contramaestre, del camarada o de las compañeras acaso ya depravadas, del paro, de la enfermedad, de la miseria, en contacto con todas las trampas de los hombres, ¿en qué es más libre que la mujer dentro de su casa y de su vida?

Lo que argumenta esa Ángela Barco(s) de los años veinte es que el Feminismo no está haciendo feliz a la mujer de principios del siglo XX, porque la está metiendo de lleno en un mundo laboral oscuro, donde la explotación del obrero es la reina absoluta.

Se impondría entonces una revolución social global. Pero la Ángela Barco(s) de los años veinte no quiere luchar. Prefiere refugiar a la mujer, protegerla de la negrura miserable del mundo en la comodidad algodonosa de matrimonios llenos de luz donde reinan felicidades míticas… ¿Y el hombre? Pues el hombre que se las apañe sólo.

Repito que no sabemos si fue ésta la evolución de nuestra Ángela Barco. Podría ser ella pero también podría no serlo. Hay indicios pero no hay pruebas. Os aseguro que incluso en el acotado mundo de la prensa charra existe más de una Ángela Barco. Así que en el ámbito de la prensa nacional esta posibilidad se amplía.

Dejo constancia de esta suspicacia, de esta coincidencia de nombre y de temas, porque las confidencias biográficas que Ángela explica a Miguel de Unamuno son tan oscuras y tristes, que podrían muy bien sofocar la intrepidez literaria de cualquier escritor; podrían apagar la luminosidad combativa de una escritora que quiso cambiar el mundo.

La cruel y larga enfermedad de su madre, la muerte de su marido muy pocos años después de casarse, la angustiosa búsqueda de trabajo con un niño precioso que depende sólo de ella…

¿Escribió más Ángela Barco? Si no es así, ¿por que no escribió más? La vida….

 


 

Bibliografía

  • Unamuno y las mujeres. Paloma Castañeda. Visión Libros. 2008
  • Salamanca. Revista de Estudios: Num. 33-34 1994    Num.1 Enero- Febrero 1982. “El colegio “San Rafael” de Salamanca (1881-1887). José María Hernández Díaz.
  • Una vuelta por Salamanca : elogios, algunos monumentos, de historia salmantina, hombres ilustres del pasado y del… (1909?) – Pérez, Modesto
  • Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas. Memoria correspondiente a los años 1910 y 1911. Madrid 1912
  • Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas. Memoria correspondiente a los años1912 y 1913. Madrid 1914
  • Mujeres pensionada por la Junta para la Ampliación de Estudios en Pedagogía (1907-1940) El caso de Castilla y León. Miriam Sonlleva Velasco, Carlos Sanz Simón. Tempo e Argumento, Florianópolis, v. 13, n 32. e0206. Jan/abr. 2021

 


 

Hemeroteca

  • ABC 18 de septiembre de 1908
  • La Vanguardia: 9 de julio de 1909; 1 de abrirl de 1930; 2, 18 de mayo de 1926
  • El Adelanto: 27 de octubre de 1901, 29 de noviembre de 1908; 29 de enero de 1912; 30 de diciembre de 1931
  • El Lábaro: 4 de agosto de 1910
  • El Castellano: 2 de marzo de 1909; 13 de marzo de 1909
  • El Salmantino: 30 de enero de 1912
  • El Progreso: 18, 29 de junio de 1884, 25 de enero de 1885; 31 de mayo de 1885, 10 de septiembre de 1885
  • Noticiero Salmantino: 18 de diciembre de 1901
  • La Correspondencia de España: 7, 8 de mayo de 1910

 


 

Textos de Ángela Barco para leer disponibles en los periódicos de la época, en la web de Prensa Histórica del Ministerio de Cultura

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