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Yo estaba en la cocina. De espaldas a todo. Blandía la batidora contra un puñado de verduras, decidida a hacerlas puré.

Cinco minutos antes había sonado el móvil. Había escuchado los mensajes con serenidad y silencio. Ha debido de ser en el minuto seis o el siete, cuando he comprendido que mi vida entera estaba saltando en pedazos.

La explosión ha sido tan gigantesca que ha dejado mi casa al aire, y el aire vacío de ruidos.

Me he quedado sin paredes, sin palabras, con un pasado bastante imperfecto que ahora veo plagado de equivocaciones, un futuro demasiado condicional y el presente roto y sin indicativos.

Estoy helada. No sé qué hacer.

Presiono el botón de la batidora. Sigo cocinando, como si aún tuviera paredes y palabras, como si el aire no estuviera vacío y tan helado.

Nana entra en la cocina.

Me dice algo que no se sostiene en el aire. No consigo descifrarlo.

Sonrío para tranquilizarla.

No entiendo cómo ha ocurrido. No entiendo por qué ha ocurrido. Pero tomo una decisión firme: No voy a continuar haciendo mi vida puré.

*Fotografía de Freepick. Ilustraciones Pixabay. Edición de la autora

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