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En 1945 Carmen Laforet es una estudiante de veintitrés años que desencadena todo un terremoto literario con su novela Nada

Antes, Carmen Laforet era una estudiante oscura de Filosofía y Letras, conocida en su reducido ámbito escolar por su extraña personalidad, por sus aficiones vagabundas, dentro del margen posible, y por sus sueños, asomados a los ojos vivos y agudos que dominan los rasgos extremados de su cara.

Para entender la magnitud del fenómeno que transforma en personalidad pública a esta estudiante extraña y soñadora —una maravillosa chica rara en terminología de Carmen Martín Gaite—, hay que acudir a lo que decían entonces los periódicos:

(…) la joven escritora —tenía en el momento del suceso veintitrés años— se colocó a la cabeza de los novelistas españoles contemporáneos (…) Se daba un raro y genial equilibrio, pues siendo una novela exquisita y profunda encontró resonancias en los espíritus más sencillos, se difundió rápidamente y espectacularmente, rebasando con el mismo ímpetu las fronteras nacionales.

Carmen Laforet, cuya gran novela tiene el don prodigioso de prender no sólo al lector sencillo, sino al más complicado y exigente.

Todo el mundo quiere leer Nada, desde el catedrático de literatura de la Facultad de Letras al quiosquero que le vende el periódico camino de la facultad. Una veinteañera ha logrado el más difícil todavía: alta literatura y éxito comercial, fortuna y gloria, el sueño de cualquier editor y también de todos los escritores. Aunque estos últimos siempre corren el riesgo de que el sueño al hacerse realidad se torne pesadilla…

El público está deslumbrado por la joven sonriente que ha escrito una historia envuelta en la oscuridad que nos acecha a todos pero llena de la belleza, de los colores, olores y emociones de nuestras vidas. Así explica Carmen Martín Gaite la fascinación que produce Carmen Laforet.

Recuerdo que cuando le dieron el primer premio Nadal a una mujer, lo que más revolucionario me pareció, aparte del tono desesperanzado y nihilista que inauguraba con su novela, fue verla retratada a ella en la portada del libro, con aquellas greñas cortas y lisas. Sentí envidia pero también un conato de esperanza. El cuarto de atrás

 

Carmen Laforet

Carmen Laforet irrumpe en la escena pública con su melena natural, desafinando muy libre en mitad de aquella sinfonía monótona de melenas onduladas y de escritoras de novelas de nicho —para mujeres— abrumadoramente rosas. Para qué más cuando casarse es el final feliz, la gran meta del reducido horizonte que el régimen franquista tiene preparado a las españolitas. Nada es lo más opuesto a una novela rosa, a lo que se supone que debía escribir entonces una señorita. Laforet en su novela desmitifica el romance, el matrimonio y hasta la maternidad.

Quizá ese «conato de esperanza» que siente Carmen Martín Gaite sea lo mismo que sentía la gente de aquel tiempo cuando leía Nada. Una oleada de camaradería hacia esa joven que, entre líneas, le contaba a sus lectores que aquella España cara al sol, una, grande, libre, poderosa y pujante que vendía el franquismo era en realidad un país hambriento, envuelto en la negrura de la miseria, corrupción, superficialidad. La joven que también contaba a sus lectores —esto ya sin tapujos— que la vida a su alrededor era una montaña de decepciones, confusión, desorientación, matrimonios fracasados, familias fallidas y maldades ocultas. Quizá la esperanza que regalaba aquel libro, y que sigue regalando hoy a las personas que lo leen es dejar de sentirse a solas en medio de la vida tan gris: No me pasa sólo a mi, esta chica siente lo mismo, no estoy sola, sigue pensando hoy la persona que lee Nada.

Fuera esto o no lo que empujara a los lectores de los años cuarenta y cincuenta a leer en masa la novela de Laforet, lo cierto es que la primera edición es un éxito, las siguientes reediciones también, y además la novela empieza a leerse en el extranjero. En 1949 Nada sigue reeditándose y traduciéndose. Ese año lo cuenta así Laforet en una entrevista:

—¿Por qué edición va Nada?

—Va a salir la séptima.

—¿En total cuántos ejemplares?

—De la primera creo que cinco mil y de las otras tres mil.

—¿Y versiones?

—Al francés, italiano, portugués, holandés y sueco.

La fama

Es tan grande la fama de la escritora que en 1945 es una de las personas más populares de España. La prensa está atenta a las apariciones públicas de Carmen Laforet, que son escasas porque la popularidad es para la escritora un efecto no deseado del éxito literario:

Lo que a mí no me interesa es la parte social del escritor: la parte anecdótica de la charla de café. No me gusta ser tipo que interese a los demás: tengo un pudor y no quiero descubrir mi personalidad.

Carmen Laforet entre las personas populares de 1945

Prodigándose tan poco en los eventos sociales, cada vez que Laforet participa en uno, todas las miradas se dirigen a ella. La periodista Pilar Narvión la retrata así en 1953, en la crónica de una exposición de pintura:

En esto estamos cuando llega Carmen Laforet. Nuestra novelista es tan poco aficionada a las reuniones sociales que su presencia constituye siempre un acontecimiento. Los caballeros la observan con interés; las damas con curiosidad. Mi prima —esta chica de Alcañiz que me han enviado mis tíos para que vea el mundo— me explica su impresión:

—Más bajita de como yo la imaginaba. Quizá un poquito tímida. Lo mejor de su cara, los pómulos valerosos y el perfil. Lo más interesante de su personalidad, sus inteligentes silencios. Nuestra tía Petra diría que “no suelta prenda”. Entre mujeres, de una sencillez encantadora. Yo diría que saca de paseo “a la mamá de sus hijos” y deja en casa para que no la curiosee la gente “a la novelista Carmen Laforet”. Sonríe siempre, más con los ojos que con los labios. Esta mamá de sus hijos que yo he visto tiene una atractiva alma llena de sonrisas.

Mi prima, ya ven, ¡con lo paletita que parece!, me deja turulata con sus observaciones.

La periodista señala uno de los aspectos que probablemente atormenta mucho a Carmen Laforet. La dificultad de crearse un personaje que la represente ante el público como escritora y mantenga protegida a la persona. Tarea nada sencilla cuando los redactores de aquella época no tenían el más mínimo problema en tocar el timbre de la casa de la escritora, sin cita previa, y someterla a los más surrealistas interrogatorios.

Entrevistas a Carmen Laforet

La delirante entrevista transcrita a continuación le sucede a Laforet en febrero de 1952, cuando está dando los últimos retoques a su segunda novela, cuyo título ya se ha hecho público, La isla y los demonios, y respecto a la cual hay gran expectación.

Cuando llegamos y la escritora sale a nuestro encuentro notamos un gesto de disgusto en su semblante. Su saludo es éste:

—¿Qué quería usted?

—Preguntarle su opinión sobre las cafeterías.

—¡Oh!, qué tema tan tonto; no sé cómo se les ocurre a ustedes molestar a la gente para hacerle estas preguntas.

—Busco a la figura, su opinión siempre es interesante.

—Además, no me gusta que me interviuven en mi casa sin avisarme.

—Usted es periodista, sabe como es nuestra profesión…

—Yo no soy periodista. Cuando tengo algo que decir lo escribo y lo cobro.

—Pero usted acudirá a las cafeterías…

—No, jamás. No soy aficionada.

Carmen Laforet se da cuenta que aún estamos de pie.

—Siéntese —nos ofrece. Damos las gracias y hacemos uso de su concesión. Ella permanece de pie en el umbral de la puerta.

—¿Qué opina usted de estos establecimientos?

—No opino absolutamente nada.

—¿Merienda usted? ¿Qué clase de merienda?

—Nunca meriendo.

—Para usted, ¿qué opinión merecen las señoritas que meriendan?

—Ninguna, no me interesa si meriendan o no.

—Veo que está usted incómoda con el tema que he escogido para interviuvarla.

—No, no es eso; es que me parece tonto.

—Le voy a hacer otra pregunta: ¿fuma?

—Sí.

—¿Qué encuentra usted en el placer de fumar?

—No lo sé; me gusta fumar y nada más.

—¿Tampoco opina con respecto a las señoritas fumadoras?

—Le digo lo de antes; no me interesan.

Hablamos de algo literario y nos dice dos o tres cosas relativas a su nueva novela, “La isla y los demonios”, y, por fin, confiesa:

—Siento que hayamos tenido un encuentro tan poco afortunado, pero es que el tema no me gusta, lo considero tonto, estéril. Quiero que en otra ocasión nos veamos y charlemos mucho sobre algo más alto, más interesante…

Vemos el brillo esencialmente femenino de sus pupilas de escritora, pupilas que tienden su mirada mucho más allá de lo que ven, sensibles, de intensa vida interior. Nos tiende la mano y nos acompaña hasta la puerta. Ya allí, en la despedida concluimos:

—Creo que a los dos nos gusta el café.

—Sí, yo no niego que me gusta el café.

—Y cuando algo gusta basta.

Carmen Laforet no es la única víctima de este periodista cabeza hueca —y creo que soy generosa con el calificativo—. El artículo continúa en las páginas centrales del periódico para someter a la actriz Aurora Bautista a la misma tonta entrevista que ha soportado Laforet.

Los asuntos literarios que Carmen Laforet hablara con el periodista cabeza hueca son suprimidos del artículo sin sonrojo, eliminados bajo la elipsis: “Hablamos algo literario y nos dice dos o tres cosas de su nueva novela”. Esta minimización del trabajo de Laforet, la condescendencia del tema a tratar con ella describen una época y a lo que tuvieron que enfrentarse aquellas valiosas mujeres.

Entrevista a Carmen Laforet años 40_50

Dudo mucho que los hombres, compañeros de profesión de estas dos mujeres, tuvieran que enfrentarse a entrevistadores que los tomaran tan poco en serio como a ellas. ¿Os imagináis al mismo periodista tocando el timbre de la casa de, por ejemplo, Fernando Fernán Gómez, Francisco Rabal, o de Miguel Delibes y Camilo José Cela, para preguntarles idioteces sobre si van a cafeterías, y dando el artículo por concluido con ese despreciativo :“Hablamos algo literario y nos dice dos o tres cosas de su nueva novela”? ¿No os lo imagináis, verdad? Tampoco yo… El machismo reinaba a sus anchas en la España franquista.

El feminismo de Carmen Laforet

En 1950 Carmen Laforet, en una conferencia en el Ateneo de Barcelona titulada Una mujer entre libros, ya señalaba un requisito inexcusable que debía de cumplir la mujer por ser mujer —según la reseña que de la misma hace un redactor del periódico La Prensa: diario de la tarde de información mundial  (Barcelona) :

Para una mujer a quien le gusta la lectura más que nada, y que, también, aunque poco o nada, escribe a pesar de ello, una noche callada, ante la biblioteca de su casa, con la mesa dispuesta, y en ella libros y catálogos editoriales en revuelta confusión, constituye, para quien así sea una bendición. Resulta —añadió— que las mujeres con instintos de felicidad se encuentran con que para que el encanto inefable de las que se quiere sean venturosas llegue a producirse, una parte de nuestra vida ha de estar indefectiblemente vinculada a la que debe llevar un ama de llaves.

Laforet tenía sin embargo una opinión muy clara en cuanto a la igualdad entre hombres y mujeres. En 1951, la prensa española está inmersa en un encendido debate: la entrada de mujeres en la Real Academia de la Lengua. Los hombres no lo ven nada claro, y mientras algunas mujeres no quieren dar al asunto la menor importancia y callan, otras dan un paso al frente y hablan alto y claro. Carmen Laforet es una de estas últimas.

Varias escritoras contestan a la encuesta. Doña concha Espina mantiene su postura de siempre, que las mujeres deben entrar; doña Blanca de los Ríos se niega a contestar; doña Elena Quiroga opina que la cuestión carece de importancia y, por último, la autora de “Nada”, Carmen Laforet, dice:

“—Naturalmente encuentro injusto que las mujeres no puedan entrar en la Academia, en igualdad de méritos con los hombres. Esta igualdad está probada hasta la saciedad en muchísimas ocasiones. No sé las causas de que tal injusticia y absurdo continúe”.

(Al leer esto una docena, por lo menos de graves barbas, se habrán puesto eléctricas).

La injusticia y el absurdo continúan hasta nada menos 1979, cuando por fin la Real Academia admite que una mujer, Carmen Conde, puede sentarse en uno de sus mullidos sillones…

La prosa machista

Bastan cinco minutos revolviendo periódicos en la hemeroteca de aquellos años, para que deje de extrañar que Carmen Laforet rehuyera así las apariciones en público y a aquellos periodistas. Muy lejos de la agudeza respetuosa del retrato que de ella hace Pilar Narvión, cuando algunos periodistas hombres cogen la pluma para hablar de Laforet escriben párrafos tan peculiares como los que siguen:

Carmen Laforet es una de esas mujeres que al principio de la primera conversación no sabe uno concretamente a qué juegan o a qué no quieren jugar (…) Carmen Laforet tiene aire de joven estudiante norteamericana que preparase una absurda tesis sobre la obra de Gabriel y Galán.

El laforetismo consiste en escribir un buen libro y luego desaparecer. El último caso de posible laforetismo nos lo ofrece Juana García Noreña, con su premio “Adonais”. Su libro es extraordinario, pero ella no lo es. Allí está lo malo. El peso de un gran libro no lo pueden sostener más que grandes espaldas. Y yo creo que Carmen Laforet no es tan grande como su libro.

[Entrevista a Camilo José Cela]

—Y en la generación actual, ¿qué novelistas ve?

—¡Pchs!… A Carmen Laforet. Pero eso no lo diga; táchelo.

Carmen Laforet parece una de esas dulces maestras norteamericanas muy reacias al “flirt” y que luego se casan con un John Wayne rural y grandote. Su figura menuda desaparecía casi bajo ese dosel medieval del Ateneo. Carmen Laforet estaba como asustada de ocupar esa tribuna. Respiraba con dificultad y tenía que llenarse el pecho de aire de vez en cuando. La novelista, que nos confesó su edad —tiene ahora veintinueve años—, pronunció una conferencia de dulces y blancas intimidades. Gustaron su sencillez, su feminidad, su modestia, su susto. Se despidió con encantadora timidez escolar, como si acabara de decir unos versos a María y tuviera detrás la impavidez beatísima de su reverenda Madre Superiora.

La última cita que antecede a estas líneas se escribe con ocasión de la conferencia que Carmen Laforet da en el Ateneo de Madrid, el 29 de noviembre de 1950. Llama la atención que del contenido de la misma el periodista no facilite la menor información, y sin embargo dedique todo el espacio de su columna a desarrollar una hipérbole, machista hasta la náusea, de la más que comprensible timidez de cualquier escritor, de cualquier profesional en realidad, que afronta sus primeras charlas en público.

Carmen Laforet fotografía de la prensa años 40-50

El día antes de esta conferencia, en declaraciones al mismo diario, Carmen Laforet había explicado que su charla se referiría:

a mis lecturas, a las influencias literarias, personajes, a las sugerencias de mis últimas lecturas.

Qué pena, qué verdadera pena que la ridícula condescendencia del periodista no nos deje hoy asomarnos, aunque fuera indirectamente, al contenido de aquella interesantísima conferencia.

La escritora que escribió sin prisas

A la prosa machista de la época hay que sumar los ríos de tinta, que empiezan a correr enseguida, acusando a la escritora de haber dejado de escribir. Laforet nunca se ajustó al perfil de autor que saca al mercado una novela nueva al año. De tal modo que, según transcurre el tiempo sin que aparezca su esperadísima segunda novela, la prensa publica párrafos como los que siguen:

Numerosos periódicos y revistas franceses destacan la traducción hecha al francés por Madeleine Peignoti y Matilde Romés, publicada por ediciones «Stock», de París, de la novela «Nada», de nuestra compatriota, Carmen Laforet. Y una de ellas dice (…) «ha contraído matrimonio con un editor de Madrid. Madre de dos niños, su dicha familiar le ha hecho renunciar a la literatura.

Carmen Laforet conoce muchas cosas de la vida social en España, ya que es inteligente y ha alternado con quienes han podido mostrarle una buena parte de la realidad en el hoy tan desgraciado País. Mas, el éxito de su primera novela la ha envanecido; ha alcanzado notoriedad, se ha casado con un «buen partido»; y ahí es todo. Escribe alguna cosilla, artículos en los que diríase hay, por su contenido, la pretensión de clavar un bisturí en tal o cual aspecto del cotidiano vivir social; más, como temerosa de clavar hondo y abrir demasiado, frena el impulso (…) Todo da igual porque Carmen Laforet le ha tomado gusto a la vida regalada.

Carmen Laforet atinó ampliamente con su novela “Nada” pero su persistente silencio que de vez en cuando rompe alguna breve narración de calidad tibia, me mueven a rebajar un poco el excelente concepto que en principio tenía.

Un hueso para los periodistas

A la vista de todo lo anterior se comprende que las relaciones de Carmen Laforet con la prensa fueran complicadas y nada fluidas. Los periodistas no se lo ponen fácil a la escritora y la escritora en algún momento decide protegerse y ponérselo también difícil a los periodistas.

Primera respuesta desconcertante:

—¡Ah, no sé! No me preocupa ese posible neorromanticismo en la novela. La Historia de la Literatura me interesa poco. Entiendo poco de ella.

—Entonces…

—No, nada; cada cual que haga lo que quiera; yo no lo hago. Me aburre mucho leer revistas y periódicos.

—No comprendo su vocación literaria.

—No la tengo. Creo que me asisten buenas facultades como novelista, pero nada más.

Siguen las respuestas desconcertantes:

—¿Qué novelistas extranjeros le interesan más?

—A nadie tiene que importar lo que yo lea y piense; me molesta que me pregunten.

(…)

—A mi me gustaría saber por qué usted no quiere contestar.

—Es que no quiero; no tengo gana.

—¿Por pereza?

—No, porque no quiero. Hay muchos escritores que están deseando decir cosas en la Prensa. Yo, cuando quiero decir algo, ya le digo que escribo un libro o un artículo. Además, en las entrevistas no soy completamente sincera

(…)

Carmen Laforet se interesa más por explicarme de una vez lo que ella quiere y lo que no quiere:

—Tengo mi vida separada de la literatura; escribo cuando tengo gana, y no me preocupa que mi nombre salga en el periódico; eso estaba muy bien a los dieciocho o a los veinte años.

Pilar Narvión reconoce en uno de sus artículos

En alguna ocasión se ha dicho que Carmen Laforet es un hueso para los periodistas.

Anuncio de prensa de la novela Nada de Carmen Laforet

En 1951 un periodista introduce así su entrevista a Laforet.

Al pulsar el timbre, recordamos la poca gracia que a Carmen Laforet le hacen las declaraciones para la prensa y nos abruma el pensar que nuestras preguntas queden sin respuesta. Con su peculiar simpatía, nos recibe y obsequia con una tacita de café (…) Un tanto animados por su cordialidad, nos atrevemos a exponer nuestro propósito y… nos recuerda lo que ya olvidamos:

—No sé si te contestaré a todo.

No está mal; nos contestará algo.

Pero curiosamente son estas entrevistas, cuando la escritora ya se ha ganado fama de ser un hueso, donde los periodistas preguntan con más precaución —respeto— y los lectores actuales encontramos las conversaciones verdaderamente interesantes:

—Qué te parecen las novelas de tus sucesores en el Premio Nadal?

—Muy bien.

—¿Y el momento actual literario?

—No puedo verlo con claridad, porque en cierta manera estoy dentro de él.

—¿Que novelistas españoles consideras de primera magnitud?

—El primero de los que tenemos hoy día es, para mi gusto, Baroja. (…)

—¿Te gusta la poesía?

—Me gusta muchísimo la poesía.

—Entonces, nos dirás tu poeta preferido.

—No tengo ningún poeta preferido en exclusiva.

—Aunque fuera a los dieciocho años, esa edad en que todos hemos versificado, ¿compusiste algo?

—No, ni a los dieciocho años.

—A qué atribuyes mayor valor, ¿al teatro, la novela o la poesía?

—Me parecen valores incomparables.

—¿Además de la literatura qué otra cosa te apasiona?

—Viajar.

—¿Qué consejo darías a los escritores noveles?

—Ninguno. No creo en los consejos, y en todo caso no soy quién para darlos.

—¿Recuerdas alguna anécdota de tu vida?

—Recuerdo infinitas, pero ninguna interesante para el público.

La escritora indisciplinada

Laforet es una de esos escritores que quieren escribir pero odian todo lo que implica querer dedicarse a escribir. “Lo que a mí no me interesa es la parte social del escritor”, la hemos visto confesar en una de las entrevistas. Lo mismo manifiesta Carmen Martín Gaite:

A mi no me gusta ser escritora lo que me gusta es escribir. Pido la palabra

Tampoco a Carmen Laforet le gusta ejercer socialmente de escritora, le molestan las entrevistas. Limita su aparición en actos sociales. Trata de escapar de las servidumbres que implica profesionalizar la escritura. Carmen Laforet siempre deseó ser libre. No quiso someterse a las esclavitudes de la popularidad. No quiso tampoco someter su escritura ni a las velocidades del mercado editorial ni a los horarios fijos de un trabajo. Josefina Carabias, periodista y amiga de la escritora, dedica un interesante artículo a la descripción de un día en la vida de Carmen Laforet:

Escritora indisciplinada. —De vuelta a casa, a media mañana, Carmen suele meterse a escribir en su despacho. Digo que suele porque no es mucho menos uno de esos escritores que llevan una vida metódica, de los que trabajan de 10 a 1 o de 4 a 7. Carmen Laforet, a veces, escribe una novela corta en tres días o varios capítulos de una novela larga en unas horas. Pero luego se pasa muchos días y muchas horas sin escribir nada. Considero que lo más duro para el escritor es hacer artículos. A mí es lo que menos me gusta —la he oído decir muchas veces. En conjunto y a pesar de tener una gran vocación literaria, puede decirse que a Carmen Laforet le cuesta bastante trabajo sentarse a escribir. Y una vez puesta, ya todo sale con relativa facilidad. Es además, muy exigente consigo misma. Rompe una gran parte de lo que escribe. Y a veces , como en el caso de su novela “La isla y los demonios”, rehace un libro enteramente dos o tres veces. Creo que de todo lo que ha escrito hasta ahora, lo que le resultó más fácil fue su primera novela, “Nada”. Y es que, contrariamente a lo que ocurre en otros oficios, para el escritor es más fácil arrancar que sostener luego la marcha. Por eso los noveles escriben tanto y les proporciona tanto placer escribir.

Es muy posible que la fama, la enorme expectación, el foco incansable de la prensa sobre Carmen Laforet y sobre sus futuros escritos y, por supuesto, la autoexigencia de la escritora le fueran robando el placer de escribir a una Carmen Laforet que siempre miró con suspicacia la fama internacional que le llegó con Nada.

La prensa y sus invenciones. La gran mentira sobre Carmen Laforet

Cuando habla de la fama, Laforet cita a Rilke:

La fama es la suma de malentendidos que se acumulan sobre un nombre nuevo.

La popularidad enorme de Carmen Laforet y sus escasas apariciones públicas eran una mezcla peligrosa, terreno abonado para las invenciones y los malentendidos:

—¿Y es verdad eso de que se le aparece la Virgen en el Retiro?

—Eso es un disparate. Yo antes no creía en nada, pero desde hace dos años soy totalmente católica, sin apariciones ni estupideces de esas que dicen.

Dibujo Carmen Laforet
A pesar de no comprender ni desear que a los demás les interesara saber de ella algo más que los escritos que publicaba, a pesar de los malentendidos sobre ella que lanzaban los periódicos, Laforet abre las puertas de su casa a los periodistas y les pone un café, del mismo modo que también procura limar las asperezas, suavizar los enfados que en la grey periodística genera su resistencia a aceptar las esclavitudes de la fama. De uno de estos desencuentros de Laforet con los periodistas da cuenta Pilar Narvión.

He encontrado a un numeroso grupo de compañeros en las lides periodísticas bastante molestos con ciertas declaraciones que doña Carmen Laforet hizo en la Casa de Cataluña de Madrid, y en la que, según los aludidos me han explicado, no quedábamos los periodistas excesivamente bien parados, lo que lamento enormemente tratándose de una clase profesional que siempre sintió por ella generosa predilección y a la que tan brillantemente pertenece su propio esposo.

Laforet envía a la periodista la siguiente nota:

Acabo de enterarme por la lectura de un artículo de la señorita Pilar Narvión, publicado en su diario, que la cita mía de una frase de Rilke: “La fama es la suma de malentendidos que se acumulan sobre un nombre nuevo”, y mi explicación de algunos de estos malentendidos que yo he disfrutado ocasionalmente ha sido interpretada por alguien como ofensiva para la profesión de periodista. Yo le ruego que publique estas líneas mías contra esta interpretación inexacta, pues la profesión de periodista me parece no solo dignísima, sino además —y por razones particulares que explica la señorita Narvión— me es entrañable. Lamento muchísimo el nuevo malentendido, y quisiera disiparlo con estas líneas, y desde aquí —como lo hice también en la aludida conferencia —dar las gracias a todos los periodistas que han tenido la amabilidad de ocuparse de mí alguna vez.

No sabemos cuántos malentendidos se habrán filtrado en la imagen de Carmen Laforet que arrojan aquellos periódicos. Mucho insiste aquella prensa en su excesiva timidez, pero algo de brumoso malentendido esconde esa palabra. Porque una muchacha tan tímida encaja mal con la joven que lanza a volar su novela oscura en un contexto de mujeres que escriben sobre todo en color rosa; que no vacila un segundo en explicar su postura sobre un tema, por polémico que sea, si lo considera de importancia. La etiquetan de tímida y sin embargo cada vez que tiene delante a un periodista cabeza hueca lo pone enseguida en su lugar. Vaya con la joven escritora tímida que se gana la fama de “hueso”, porque contesta a la prensa lo que quiere, como quiere y si quiere.

La Carmen Laforet que emerge de la pluma de aquellos periodistas es una escritora que aborrecía la periferia de la escritura, el postureo del escritor. Hay dos clases de escritores: los que escriben para afrontarse y comprender en soledad, y los que escriben para envolverse en flashes, fiestas y gente. Laforet pertenece al primer grupo.

Quizá el más terrible de los malentendidos que ha sufrido Carmen Laforet es el que la etiqueta como autora de una sola novela. Una falsa acusación que sufre desde casi el principio. Mientras Laforet publica artículos y cuentos y hace y rehace La isla y los demonios, los periódicos la están acusando de guardar silencio y desaparecer después de Nada, la tachan de escritora que ha dejado de escribir. Pero Carmen Laforet no deja de escribir. Esta etiqueta injusta, este terrible malentendido ha perseguido de tal modo a Laforet desde entonces, que cuando en nuestros días alguien profundiza en la figura de la escritora lo primero que sorprende es que tiene mucha obra más allá de Nada y que esas obras son importantes. Aunque la prensa de su época lo repitiera y aunque nos lo hayan repetido a nosotros incluso en el colegio, Carmen Laforet escribió mucho más que Nada.

Prensa consultada

  • La Rioja: diario político Año VIII Número 2241 30/12/1945
  • El Adelanto: Diario político de Salamanca: Año 63 Número 19024 -1946 marzo 15
  • El Alcázar Madrid 3 de junio de 1949
  • Pueblo: Diario del Trabajo Nacional: Año X Número 3037 _ 11/06/1949
  • La Almudaina: diario de la mañana: avisos, noticias: Año LXIIX Número 22938 – 1949 junio 9
  • Órgano de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S.: Año XI Número 3076 – 1949 Septiembre 29
  • Pueblo: Diario del Trabajo Nacional: Año XI Número 3494 _ 28/11/1950
  • Pueblo: Diario del Trabajo Nacional: Año XI Número 3497 _ 01/12/1950
  • Pueblo: Diario del Trabajo Nacional: Año XI Número 3498 _ 02/12/1950
  • La Prensa: diario de la tarde de información mundial: Año X Número 2943 – 1950 noviembre 10
  • El Adelanto : Diario político de Salamanca: Año 68 Número 20563 – 22 febrero 1951 Salamanca : [s.n.], 22/02/1951:
  • Solidaridad Obrera : A.I.T. Órgano del movimiento libertario español en Francia: Año VIII Número 328 – 1951 junio 9
  • Nueva Alcarria: Año XII Número 654 – 1951 julio 7/07/1951
  • Baleares: Organo de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S.: Año XIII Número 3763 – 1951 diciembre 13.
  • Pueblo: Diario del Trabajo Nacional Año XIII Número 3880 _ 23/02/1952
  • Pueblo: Diario del Trabajo Nacional Año XIV Número 4174 _ 03/02/1953
  • Baleares: Organo de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S.: Año XVI Número 4474 -1954 julio 15
  • Pueblo: Diario del Trabajo Nacional: Año XV Número 4535 _ 02/04/1954
  • Pueblo: Diario del Trabajo Nacional: Año XV Número 4463 _ 08/01/1954
  • La Rioja: diario político: Año XVII Número 4745 _ 20/01/1954
  • Pueblo: Diario del Trabajo Nacional: Año XVI Número 5067 _ 17/12/1955

Todas las fotografías del artículo están tomadas de la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica del Ministerio de Cultura

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