La reciente publicación del libro Carmiña Correspondencia nos da permiso a los lectores para revolver entre un deslumbrante conjunto de cartas, que la escritora Carmen Martín Gaite envió a su amigo, el historiador Julián Oslé
Hay algo que los lectores de Carmen Martín Gaite tenemos en común con Julián Oslé. De algún modo también sentimos a Martín Gaite como a una amiga muy nuestra. Porque la escritora nos acoge tanto en sus historias, nos comprende de tal modo en ellas, que parece imposible que Gaite no nos conozca conociéndonos tan bien. Sus escritos nos trasladan siempre palabras cargadas de sentido, que dan luz en momentos oscuros o que ayudan a llorar cuando romperte y aceptar el panorama es la única opción viable. ¿No es esa la definición de amistad? Carmen Martín Gaite es mi amiga, una amiga íntima, aunque nunca la conocí.
El libro Carmiña, al publicar la correspondencia de la escritora, ha trascendido su destinatario primero, y esas cartas se dirigen ahora a todos nosotros, a sus lectores. Por obra y gracia del paso del tiempo y la publicación editorial, Martín Gaite nos envía a todos nosotros, a todos sus amigos, que tanto la queremos, un multicolor conjunto de cartas, collages, dibujos, fotografías, risas, lágrimas, soledades, lamentos, chistes, sueños, locuras y también ánimo, como en todos sus libros, mucho ánimo para enfrentar nublados.
Entre cartas y dibujos de puño y letra de la escritora encontramos también confidencias que Julián Oslé nos hace a nosotros, amigos lectores de Gaite. Nos confía anécdotas, frases, emociones, bromas compartidas. El libro Carmiña es como esa reunión de amigos que charlan con cariño de una amiga común que ya no está —aunque Carmen siga estando con nosotros en cada uno de sus libros—. A las confidencias que cuenta Julián Oslé, vamos uniendo las nuestras. Asentimos cuando reconocemos en las anécdotas a esa mujer admirable que conocimos entre líneas de sus libros, asentimos cuando nos acordamos de que, sí, a mí también me consoló mucho Martín Gaite aquella vez que…
De las páginas de Carmiña se desprende una imagen de la escritora que sus lectores reconocemos, pero también descubrimos pinceladas nuevas y sorprendentes en el retrato de Carmen Martín Gaite que agradecemos muchísimo conocer.
La correspondencia que recoge este libro arranca en junio de 1988, cuando se cumplía el tercer verano desde la muerte de su hija Marta. De la fortaleza de Carmen intuíamos ya mucho, porque fuerza y ánimo es lo primero que transmiten sus novelas. Las páginas de este libro nos confirman esta visión: una mujer fuerte, valiente empeñada en salir adelante y vivir. No sobrevivir, vivir con mayúsculas, echándole valor y disfrutando, a pesar de todo.
Hay una anécdota maravillosa en este libro. Una vez, el océano Atlántico quiso llevarse a Carmen con él. La atrapó una corriente y tuvieron que rescatarla. Pero el susto no le impidió bromear en una postal poco después:
Dos horas después de escrita esta postal “disasteer nearly averted” en la playa de la Arena Negra. Me arrastro el mar adentro y me tuvieron que sacar unos ingleses. Me he herido en un hombro. Se ve que octubre venía bravo. Dios vaya con él.
¡Disaster nearly averted! ¿No es ésa una maravillosa filosofía de vida? ¿No es acaso eso la vida? «Desastre evitado por poco». Cada día seguimos vivos por poco, lo raro es vivir, un minuto estás vivo y al siguiente ya no. Y por si este drama no fuera bastante, cada día nos arrastra la corriente mar adentro del desengaño, de la tristeza, del desánimo. Y unas veces escapamos por nuestros medios y otras tienen que venir al rescate los ingleses: un amigo, un familiar, y a veces una escritora maravillosa, disaster nearly averted.
Martín Gaite tuvo que sobreponerse a desastres y tragedias. La muerte de su primer bebé, la muerte de su hija Marta. Y también un matrimonio con Rafael Sánchez Ferlosio donde ella perdió identidad, se transformó en “mujer de”. Las páginas de este libro cuentan con claridad que la escritora estuvo a punto de ahogarse mar adentro de ese matrimonio:
Sus manuscritos, sus horas de ausencias para ir a las bibliotecas y archivos cuando las cosas de casa y Marta la dejaban escapar. Después, cuando la Torci se dormía, el cansancio no la dejaba escribir. […] Sanchez Ferlosio […] tenía sus excentricidades, entre ellas dormir de día y vivir de noche, con lo cual, en aquella época toda la carga de asuntos de la casa la tenía que resolver Carmen. Esta situación permanente acabó con su matrimonio y convivencia (1973)
¡Disaster nearly averted! Martín Gaite escapó de ahogarse. Final feliz. Carmen y Rafael quedaron como amigos, porque Carmen era inteligente y buena. Sabía desechar lo malo y quedarse sólo con lo mejor que trae la marea. Lección gaitera que todos sus lectores reconocemos.
Quedarse lo bueno y no guardar rencor ni a las gentes ni a la vida que tanto golpean. Tal vez sea éste el superpoder de Martín Gaite, el secreto que la ayudaba a superar sus oscuridades, sus difíciles lutos, sus soledades, y a iluminar también la oscuridad de todos los demás: sus amigos y lectores.
A veces he sentido como cuando un cajón está demasiado lleno y sin embargo se ve forzado a admitir más cosas que ya no caben
A veces me siento tan de paso en la vida, tan frágilmente instalada en ella como colgando del hilo de una telaraña…
Desde sus batallas contra la oscuridad, desde sus relaciones con las ausencias, desde sus dificultades del vivir, Martín Gaite nos escribe:
Un beso, y que estés bien, irradiando luz. Tu amiga
C.
“Quisiera que tú —el que tú seas cuando yo no te veo— viviera el presente invernal con intensidad y esperanza. Que las nubes no tapen el sol.
Tu amiga C
Cuídate mucho,
El invierno acaba por terminarse.
Ojalá seas muy feliz en este momento.
A tientas te imagino, a tientas te recuerdo.
Da señales de vida.
Tu amiga
C.
PD. Hay luna llena. Salgo a la terraza a tomar la luna.
Creo que sería muy justo establecer un género literario nuevo: las despedidas epistolares. Y declarar a Carmen Martín Gaite su reina indiscutible.
Las páginas de Carmiña nos hablan también de su batallar literario. Sus apuros para cumplir plazos y entregar guiones. Sus novelas que a veces se le paraban y costaba meses retomar el hilo.
Destaco una frase maravillosa, que también esta en El río de la fiebre, y que cualquier habitante del país de los escritores puede invocar como consuelo y tomar prestada a modo de jaculatoria:
Pescador, déjame tu red
que un pensamiento
se me fue flotando.
Estoy casi segura de que si la recitamos con fe cuando llega la parálisis y se bloquea la escritura, esa novela que todo escritor lleva dentro y que nunca se logra sacar del todo volverá a vibrar.
Ya sabíamos que Carmen Martín Gaite contemplaba con cierto escepticismo su imagen pública.
A mí no me gusta ser escritora. Lo que me gusta es escribir*
*Pido la palabra
Lo que no sabíamos es que Carmen Martín Gaite miraba a su personaje público con muy buen humor y buena dosis de ironía y diversión. Se refería a los actos a los que acudía como «lo de la martíngaite»
Son las once de la mañana, y lo de la martíngaite es esta tarde en la Universidad
Ni esa martíngaite tan mentada lo podría describir.
Carmiña Correspondencia es un libro para saborear, lleno de enseñanzas vitales y literarias. Conversaciones fabulosas con una buena amiga, retahílas que acompañan, animan y que hacen lo que mejor ha sabido hacer siempre Carmen, salvar a sus personajes y a sus lectores, salvar lo bueno de la vida, sobreponerse a lo oscuro con coraje y disfrutar mientras sea posible.
Y entonces buscaré con quien bailar, y si no bailaré sola.
¡Tú vive!
Tomamos nota. Gracias, maestra.
P.D.: Una reseña sobre un libro que reúne correspondencia de Carmen Martín Gaite no podía terminar sin una posdata. Entre las anécdotas que cuenta Carmiña hay una muy interesante. En Sanlúcar de Barrameda, durante unas carreras de caballos en la playa, Carmen quiso hacerse una fotografía con jinetes y caballos al fondo. Esto fue lo que ocurrió:
Carmen estaba encantada, y con su cámara de carrete no dejaba de hacer fotografías. […] me pidió que le hiciera una desde la orilla del río.
Como siempre tan temeraria y tan sin sentido del peligro, casi la atropella un jinete, montado en su caballo, claro. Pensé que la catástrofe estaba servida, pero se salvó de milagro, el aliento de caballo llegó como un susurro a sus oídos.
Este arriesgado selfi de Martín Gaite no era para las redes sociales, no tenía el trasfondo frívolo de lograr cientos de “megustas”. La fotografía capta la actitud vital de una mujer que vivió siempre esforzándose por desafiar miedos y procurar que nunca la frenaran. Porque para disfrutar la vida, para vivirla libre, sin dejarse ahogar por nada ni nadie, sin dejarse invadir por las tristezas, hay que ser muy valiente y adquirir también cierto talante temerario.
Hacia el final del libro hay una postal que Martín Gaite encabeza con el dibujo de una estrella y una nube:
Ojalá esta tarjeta te llegue al atardecer, cuando asoma la primera estrella sobre un cielo aún sonrosado. Esa estrella a la que se pide protección contra el frío y la tristeza.
Martin Gaite envía una estrella a su amigo, y ahora a todos sus amigos. Desea sirva de protección contra el frío y la tristeza. No creo que haya mejor definición de la amistad. Eso es lo que hacen los amigos; los buenos amigos. Y eso hacen precisamente las páginas de este libro, brindarnos «protección contra el frío y la tristeza». Gaite deseaba que su escrito llegara al atardecer. Y al atardecer llegó este libro a mis manos, justo a tiempo. Y justo a tiempo llegará también a tus manos si lo lees.
Carmiña, nos seguimos viendo en tus libros. Me has salvado tantas veces —como a ti aquella vez los ingleses— que no sé ni cómo darte las gracias.
No dejes nunca de dar señales de vida. Tu amiga
L.
Todas las fotografías de Martín Gaite que aparecen en este artículo pertenecen al Archivo de Carmen Martín Gaite y han sido reproducidas aquí con su permiso.
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