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Estos días hemos asistido con tristeza y enfado a la tala de los árboles en la plaza del Oeste. Desde el Ayuntamiento nos explican que estaban —todos…— enfermos y han prometido reponerlos.

Pero los que han talado, esos no volverán. Con ellos se han marchado también recuerdos, miradas y sueños que fueron dejando por las ramas vecinos que tal vez ya no estén entre nosotros. Esas ramas que tanto miraban desde la ventana o a cuya sombra solían sentarse a descansar.

La indignación de esta pérdida me ha recordado otras, y me ha hecho desempolvar la entrada que escribí muy apenada cuando talaron el precioso cedro de la Plaza de los Bandos.

Al releerla veo que se cumplen diez años de aquella tala. Un árbol precioso que nunca repusieron y que  murió de abandono.

Entre todos lo secaron y el solito se murió

Sábado. 27/09/2014

Hace tres días que el Cedro de la plaza de los Bandos no está.

Plaza de los Bandos en Salamanca

Que sí, que es verdad que llevaba varios años más muerto que vivo. Y que daba pena —y rabia— mirar sus ramas raquíticas, agarrándose a un puñado de globos de colores que han ido resecándose con el árbol.

Que sí. Que es verdad que el fantasma de la tala se nos aparecía siempre al caminar por la calle Zamora y mirar al Cedro.

Y aún así, qué pena esta mañana de sábado al mirar la plazuela y no encontrarlo. Estaba el sol, estaban los niños, estaban los viejos, estaba alguna pareja de novios, estaba la fuente, estaba el agua y faltaba el cedro.

Plaza de los Bandos en Salamanca

Desde el Ayuntamiento explican que el cedro se había secado. Lo que no explican es por qué.

En 2012 el Ayuntamiento renunció a construir en esta plazuela el dichoso parking subterráneo. Pero la renuncia llegó tarde.

En 2012 la plaza de los Bandos ya no estaba tan bonita como siempre fue. Ya la habían despanzurrado para hacer unas catas y averiguar si los restos de la iglesia de santo Tomé impedían o no la construcción del parking. El curioso veredicto fue que no había el menor rastro de la iglesia de santo Tomé  en el subsuelo de la plazuela. Luz verde para agujerearla y rellenarla de coches…

Menos mal que la UNESCO les paró los pies, que si no ya no tendríamos plaza de los Bandos.

Pero de aquellos trabajos y catas lo cierto es que la plazuela emergió más fea. Y no sólo por el suelo con el que sustituyeron el que habían hecho picadillo. El arbolado de los bandos pegó un bajón. Hubo alguna tala, no se sabe bien si muy justificada. Y un día, también el cedro amaneció mustio.

Plaza de los Bandos en Salamanca

Debería haber un CSI ecologista que hiciera la autopsia a los árboles, para saber de qué han muerto y señalar a los culpables.

No hay pruebas científicas de que el cedro se haya muerto de abandono. Pero vamos, que poco caso han hecho durante años a un cedro al que se le engancharon unos globos entre las ramas y allí han estado año tras año, cada vez más rancios, sin que nadie hiciera nada.

De todos modos, ahora ya de qué sirve quejarse… Las críticas llegan tarde. El miércoles lo talaron, lo trocearon, lo subieron a un camión y desapareció de la plazuela el cedro muerto de los globos rancios.

Cuentan que tenía más de cien años.

Ha sobrevivido en la plazuela cada uno de esos más de cien años. Hasta el 24 de septiembre de 2014.

Con él se han llevado también un trozo de nuestros recuerdos. A la sombra de las ramas verdes y frondosas del árbol gigantesco hemos jugado al escondite, a escapar del lobo, a intentar vueltas pinetas… A su sombra nos hemos caído, nos hemos levantado, hemos crecido, hemos pasado con prisa, sin prisa, enfadados, alegres, tristes, enamorados, despechados, ilusionados, decepcionados, aburridos, agobiados… Personas, sueños, ilusiones que nos han acompañado a la plazuela ya no están, pero el cedro, al menos, seguía allí. Hasta ahora.

Ha salido una entrada triste. Pero es que, que haya muerto el cedro es muy triste.

Tenia más de cien años. Y ya no está.

 

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