Llegan otro año más las ferias de septiembre. El circo, el tiovivo, la noria, la casa del terror regresan a la Aldehuela que otra vez huele a algodón dulce y manzanas de caramelo. La calle deja de ser sólo nuestra y la ocupan los cabezudos, el padre Lucas, la Lechera, las casetas con pinchos variados, litros de cerveza y tintos de un verano que se termina.
Tal vez sea el final del verano lo que tiñe a las ferias salmantinas de un no sé qué de añoranza, de un qué se yo de desencanto. El tiempo bueno se termina, las ilusiones que sostenías al radiante sol del verano se enfrían, los hielos del invierno ya te esperan a la vuelta de la esquina.
El ocho de septiembre los salmantinos empezamos a quemar el último cartucho; el de las ferias.
Enrique IV, El Impotente
El responsable de tan delicada situación en el calendario de las ferias salmantinas es Enrique IV. Hago constar que el sobrenombre del título no se lo he puesto yo, es cosa de los historiadores… Cuentan las malas lenguas que la vida alegre de Enrique IV traía a mal traer a muchos de los súbditos, convencidos de que el rey estaba más pendiente de sus líos de faldas y diversiones que de los asuntos del reino. Sectores descontentos de la nobleza toman la decisión de levantarse contra el rey.
En Salamanca, fueron los caballeros del bando de san Benito quienes se propusieron acabar con la vida alegre del monarca. Se adueñan del Alcázar de san Juan —un esbozo de sus ruinas resiste todavía en lo alto de la Peña Celestina—. Las fuerzas charras leales al rey lo recuperan. Sin embargo la posibilidad de que una nueva insurrección volviera a hacerse fuerte en el Alcázar de Salamanca era muy real. Enrique IV debía de andar liado con sus diversiones y no se le ocurrió mejor solución que ordenar la destrucción de la fortaleza.
Enrique IV nos destroza el Alcázar de Salamanca pero el 27 de agosto de 1467, satisfecho de haberse librado por fin de aquel nido de rebeldes, premia la fidelidad al rey de la ciudad con las ferias que hoy disfrutamos —o también sufrimos según el día o el estado del humor—. El rey la bautiza Feria Franca, y establece que durará desde el 8 hasta el 21 de septiembre. Concede tantos privilegios y exenciones a nuestra Feria Franca que enseguida se sitúa entre las más importantes del reino.
Viaje en el tiempo a las ferias de los bisabuelos
Pero con el paso de los siglos las ferias salmantinas fueron perdiendo prestigio. Desde finales del siglo XIX, la prensa histórica no ha parado de vaticinar la desaparición de la feria de septiembre por la progresiva pérdida de su utilidad económica. Cada vez eran menos los que venían al mercado de ganados y más los que venían de fiesta.

Portada del programa de ferias de 1944
Tal vez el desencanto al final del verano con que comenzábamos este artículo se adueñara de los redactores de antaño, porque en la prensa histórica arrecian las malas críticas de las ferias: que si ferias que no parecen ferias, que si ferias que parecen siempre la misma feria…
Pero es que echando la vista atrás, las ferias de Salamanca siempre han sido la misma feria. Si pudiéramos viajar en el tiempo a la Salamanca de nuestros bisabuelos y tatarabuelos, comprobaríamos que hay cosas que nunca cambian o si cambian es para que todo siga igual…
Los fuegos artificiales
A finales del siglo XIX y principios de XX los fuegos artificiales dejaban a los salmantinos:
extasiados ante los cohetes y las ruedas de fuego.
Se contemplaban en el campo de san Francisco, las eras de las Carmelitas, o la Alamedilla.
Los conciertos
Los conciertos se celebraban —como hoy— en la Plaza Mayor. No tenían que levantar un escenario porque en el centro existía un templete. Y a falta de un pinchadiscos o una estrella de la canción, subían al templete a la banda de algún regimiento militar, o a la sección de cornetas del muy conocido entonces batallón infantil.
El chavalín de la foto fijo que cuando terminaba de tocar la corneta no se perdía la salida de los cabezudos. Recorrían ya entonces las calles, como hoy, precedidos por las carreras de los niños. Aunque hoy los niños ya no griten aquello de: ¡El padre Lucas y la Lechera! Gritos que hasta hace bien poco todavía se escuchaban.
Los cabezudos
En 1910 el Adelanto describe así la diversión de los cabezudos:
Una lechigada de chiquillos, la mayoría provistos de palos, corren delante de las gigantillas.
—Padre Lucas, padre Lucas y la Lechera.
Así recorren la ciudad desgañitándose […]
Algunos llaman al padre Lucas por el mote [el redactor se está refiriendo al mote “padre putas”, de la historia que da origen al lunes de aguas] , y las gentes se ríen, haciendo comentarios.
Y esto es tonto, y esto es cansado para los chicos y molesto para los grandes y los chicos dan mucho ruido y rompen muchos zapatos, pero es muy salmantino, y yo miro con algo de compasión al que no siente hormigueo al ver pasar las gigantillas y no recuerda con gusto una época de su vida, en que se divertía, corriendo despavorido de unos pobres obreros aplanados por el peso de un disfraz irrisorio.
Se ha hablado mucho contra las gigantillas, y quizá por esto, no han desaparecido; yo no me atrevo a pedir que continúen, porque quizá si lo pido, desaparezcan, pero me dolería mucho que desaparecieran un año, y más me dolería ver que salían a la calle y los chicos no las seguían a todas partes.
¡Vive el cielo, que esto no será! Y que si los chicos se cansan y se hacen formales, nos dedicaremos los grandes a hacer de chiquillos, y tendremos derecho a mirar con desprecio a los chicos.
Juan de Salamanca.
Y vive el cielo que las gigantillas no han desaparecido. Si pudiéramos charlar con Juan de Salamanca habría que decirle que más de un siglo después de su artículo las gigantillas siguen saliendo a la calle a perseguir a los niños, y que los niños aún no se han vuelto —del todo—formales. Y que más de un siglo después de su artículo los grandes seguimos igual sin tener derecho a hacer de chiquillos. Qué faena…
Las atracciones y casetas de las ferias
Imaginad las atracciones de las ferias en la plazuela de la Libertad. De allí se trasladaron a la plazuela de los Bandos, plaza del Mercado y a principios del siglo XX se decide que el mejor lugar es la Alamedilla ya que aquello era entonces ni más ni menos que las afueras de Salamanca.
Si nos adentráramos en aquella Alamedilla para dar un paseo entre las atracciones de feria, podríamos echar un vistazo a los juguetes que se vendían: muñecas, tambores, caballos, sables, trompas, aros, pitos, tirinenes. Podríamos consultar nuestro futuro a La Cabeza que Dice la Suerte o al Averiguador Universal, un hombre que proclama sus dotes de adivinador y que se ayuda de un aparato calificado en la prensa como “muy sugestivo”, y que al final entrega sus predicciones en un misterioso sobre cerrado.
Con el futuro bien guardado dentro del sobre pesándonos en el bolsillo, se podría uno desfogar jugando al Tiro de argollas, o al Tiro al pichón o subiendo a la rueda de caballitos, o a las barcas:
columpios en forma de barcas donde las mozas chillan como si las pincharan,
Seguro que no nos vendría mal sumergirnos en el tubo de la risa, y contemplar a un hombre que mastica estopa encendida. ¿Quién se apunta a comprar chuches? Podríamos endulzarnos la vida con unas pastillas de café, o ir al Caramelero y comprarnos:
una de esas cosas tan largas, tan largas, que se estiran como si fueran de goma, y que saben tan ricas.
Mucho después, en la Alamedilla de los años cincuenta, podríamos subir a la montaña rusa, hacer un Viaje al infierno y entrar en la Gruta de las Maravillas.
El mercado de ganados
Pero basta de diversiones que las ferias son para lo que son y hay que estar a lo que está todo el mundo. A la feria se viene a hacer negocios y el grueso del dinero se mueve en el mercado de ganados.
- Ferial de mulas. Salamanca
- Ferial de bueyes en Salamanca
Sin embargo no tener una mula, o un buey que vender, o no tener que comprar algún apero de labranza, no era excusa para no visitar el mercado de ganados en el Teso de la feria. Cada vez menos animado con el correr de los años.
El 11 de septiembre de 1916 El Adelanto nos describe el mercado de ganados:
La visita es interesante. Pasada la calle de San Pablo y llegando al puente Nuevo, la meseta del Teso aparece como una negra montaña, con sus altibajos y sus manchas de diferente color. Pasáis el puente, lanzando una mirada de terror al verdoso Tormes, seguís a saltos por la carretera, que están cubriendo de guija, y entráis en el Arrabal. Un par de gitanos, juncales y pintureros, salen a daros la bienvenida, como si entrarais en sus dominios. Unas vecinas se pelean a voces porque a una le faltan unas gallinas. Pasan unos coches de curiosos que nos han cogido la delantera, Subís una cuesta, a cuyo final se destaca la figura de dos camineros y estáis en el Teso.
Unos vendedores de sandías preparan el puesto mientras las señoras se acicalan.
Unos pasos más y estáis en pleno ferial.
Una amplia meseta. Al frente, Salamanca, con la masa abrumadora de su Catedral y sus caras desconchadas. A la izquierda, el Cementerio, y abajo, los árboles del Tormes, que ponen unas graciosas pinceladas de verde.
En el Teso, vendedores de la provincia, montados en voluminosas yeguas, lechuzas, que saltan y corren como cabras o que vienen y se pegan cariñosas a los costados de las madres. Compradores extremeños, con sus largas varas.
Vean ustedes este grupo: Un charro de blusa y calzón ha entrado en el ferial. Monta soberbia yegua alazana, y le sigue, dando saltos, una lechuza negra y vivaracha.
Siete compradores les salen al encuentro. Sin examinarla, sin mirarla siquiera, el primero que llega se dirige al charro y con tono de querer abreviar:
—¿Cuánto va a valé, amigo?
—Mil quinientos.
—Diga usted mil docientos, que lo quiero yo oír.
El vendedor <<tiene palabra de rey>>. Pica a la yegua y deja al comprador <<con tantas>>.
Van y vienen nuevos compradores, disputándose la mercancía. Unos <<romanones>> intervienen en una disputa. Casero, el teniente de la guardia civil, pasa a caballo, acompañado de un veterano.
No se ve ni una muestra de gitanería.
Siguen los tratos, apretando cada vez más los compradores y haciéndose más interesantes los que venden. La lucha está empeñada entre Extremadura, y Salamanca. Los vendedores son todos salmantinos y los compradores todos extremeños […]
Unos extremeños han terminado un trato. Del bolsillo saca el comprador unas pequeñas tijeras y con ella hace unos cortes a la lechuza en el rabo. Es la señal.
Hoy , lunes, irán todas al embarcadero. Unos mozos las meterán en los vagones y mientras la yegua lanza lastimeros relinchos, el charro que la monta, golpeará los bien ganados duros.
Juan de Salamanca
Los bailes
Como es tarde y empieza ya a ponerse el sol, dejamos el paseo por la feria de ganados y vamos a prepararnos para ir al baile.
Una actividad estrella de antaño muy a tono con el clasismo rabioso de aquellos periodos. Se organizaban bailes populares para el común de los mortales en plazas y plazuelas de la ciudad, y bailes de sociedad para los miembros de las familias de mejor renombre y posición.
En este viaje que estamos haciendo al pasado de las ferias, no tengo claro si tendríamos alguna posibilidad de entrar en aquellos bailes de sociedad para ver cómo eran. Me da la impresión de que iban todos por invitación y tendríamos que tener algún amiguete entre lo más granado de la Sociedad salmantina.
Estos bailes se celebraban en el Casino, y en salones y círculos de recreo como el llamado Salón artístico salmantino, o en la Sociedad Unión Mercantil, o en el salón oriental o el Circulo de la Perla…
En El Semanario Salmantino. Periódico artístico-literario nos cuentan un poco de cómo eran aquellos bailes de sociedad:
[…] ha habido un baile en el Casino.
Y un baile en estos tiempos, significa más de lo que ustedes se presumen […]
Un baile es la exposición de la belleza; pero de la belleza voluptuosa, incitante, arrebatadora; porque allí todo es aéreo, fantástico y vaporoso.
Sombras chinescas se agitan en el espacio; las damas sonríen al caérseles una flor de la cabeza o al sentir que las pisan la cola del vestido; pero con esa sonrisa de mujer que parece decir: <<¡Te veo, besugo!>>.
Un baile es la feria de los corazones; allí se vende todo, se estudia todo, hasta la menor mirada; la que se lanza con el rabillo del ojo o la que, aparentando la expresión más suave del pudor, parece observar los caprichosos dibujos de la alfombra que pisan zapatitos de raso y acaso botas de charol y hasta de becerro mate.
Y por fin viene la crítica.
Y la crítica cuenta las flores de la cabeza, corta los vestidos, da lustre a las botas, observa recosido el raso de los zapatos y en una palabra le desnuda a uno hasta la camisa.
¡Y después de todo dirán ustedes que un baile no tiene sus atractivos!…
Los bailes populares de las plazuelas no serían tan aéreos ni vaporosos como los de la alta sociedad, pero la crítica fijo que también lo observaría todo, y la feria de corazones se desarrollaría con la misma intensidad entre los árboles de las plazuelas que entre las lujosas paredes de aquel Casino.
Los toros
Paseando y paseando por las ferias del pasado hemos llegado, como no puede ser de otra forma, a la plaza de toros. Toda la feria salmantina desembocaba en la Glorieta. Los toros, hasta no mucho, fueron los espectáculos centrales y los que más visitantes arrastraron a la feria salmantina.
Desde finales del XIX hasta los años cuarenta o incluso cincuenta del siglo XX y a lo mejor algo más, toros y toreros gozaron de un fervor semejante al que hoy tienen los partidos de la Roja.
Así se hablaba de los toros en 1886:
Corridas de toros. —¡¡¡Oh!!! El labio enmudece y la pluma se paraliza.
Esta sección del programa eclipsa a todas las demás. ¡Toros! ¡Qué gusto, Dios mío, toros!
Pepe Iñigo es el héroe de las fiestas, el dios de la provincia, el magnánimo protector del comercio y la industria local, el barómetro de los intereses comerciales y del ánimo de los vecinos; es, en fin, el empresario de la Plaza de Toros.
Sin Pepe no seríamos ná; ni habría feria, ni forasteros, ni alegría, ni transacciones, ni siquiera dinero, porque hoy sólo se hace el milagro de la resurrección del dinero ante la perspectiva de una corrida de toros; los más famélicos y el más caracterizado bohemio, tienen dinero para un tendido, aún cuando haya que tender la ropa de cama en la percha común, vulgo Monte de Piedad.
Además el que no va a los toros, pierde la nacionalidad, pues sabido es que el que no va a la plaza, no es español […]
Una entrada para la corrida, tiene más carácter oficial que la cédula personal y que la inscripción en el Registro civil.
[…] Está declarada esta fiesta, la fiesta nacional.
Por eso nos extraña ver nuestro escudo sin una ganadería, aunque figurase en una lontananza, como si fuera la esperanza de nuestro porvenir, o la salvación de la patria..
Yo no sé por qué se dice pan y toros; debiera decirse toros y pan; los toros primero y lo último el pan. ¿Quién piensa en comer?
Parodiando la frase de un célebre marino, decimos por acá: más quiere España toros sin pan que pan sin toros. ¿Qué falta hace la vida si no hay toros?
[…] De todos modos el bienestar es seguro, porque para todos los males que puedan sobrevenir, tenemos en Pepe Iñigo la panacea, toda vez que hay toros.
¿No podríamos dedicar hoy un párrafo igual de irónico al fervor futbolero?…
Que el público acudiera en masa a las corridas de toros no significa que no hubiera entonces defensores de vaquillas, novillos y toros.
Y aquellos activistas de antaño eran más audaces que los de hoy, porque eran capaces de infiltrar su mensaje en los mismísimos programas de toros de las ferias.

Viñeta en programa de toros de1956:
El Teatro
Después de los toros, era seguramente el teatro el que traía a Salamanca más visitantes de la provincia. Si actualmente los toros están de capa caída, el teatro tampoco es que vaya muy bien. No hace falta nada más que mirar a nuestro alrededor para ver cuántos de nuestros teatros resisten en pie. El Liceo y…ya. Bueno, seamos justos, está el CAEM para los musicales.
Nuestros abuelos y bisabuelos tenían posibilidad de ver mayor variedad de compañías y más teatros. Los más veteranos el Liceo y el Bretón. A los que se unirían más tarde el Moderno, el Coliseum, el Taramona.

Teatro Moderno
En las ferias de 1913 vino a Salamanca la actriz Peligros Pujol, una tiple cómica que interpretó en el Bretón uno de los personajes de la opereta Los cadetes de la Reina. A Peligros Pujol la describen los periódicos con cabellos rubios madrigalescos, linda y circunspecta. No le molesta en absoluto la incomodidad de los camerinos del Bretón, que ese año estaban en proceso de reforma.

Peligros Pujol. Fotografía de la web de prensa histórica del Ministerio de Cultura
Peligros Pujol hace a los reporteros charros una confidencia nada frecuente y que poco tiene que ver con las superficialidades que publica hoy la prensa de famosos .Peligros Pujol afirma que:
añora un mundo que aún no ha encontrado.
Semejante confesión golpearía en el corazón de tantos salmantinos envueltos otro año más en estas ferias que preceden a la estación de los fríos…
Pero por favor, no nos deprimamos que todavía quedan unos cuantos días de ferias.
Lo que el viento se llevó
Hay festejos de nuestros bisabuelos que no han resistido el paso de los años.
Las cucañas se colocaban en plazuelas de la ciudad. Un palo de varios metros de altura untado de sebo, por el que los participantes debían ascender hasta llegar al final para conseguir el premio, que podía ser un jamón o un premio en metálico.
Diálogo sobre las cucañas publicado en El Adelanto 18 de septiembre de 1908:
¿Y las cucañas? (Diálogo callejero)
—¿Oiga amigo?
—¿Qué desea?
—Me hace usted el favor de decir en qué lugar han sido colocadas las cucañas? […] Esas que se anunciaban en el programa de festejos para ayer, hoy y mañana […] se lo pregunto porque ya estoy cansado de dar vueltas y revueltas por la ciudad, en busca de ellas. Soy, ¿no lo sabe usted?, soy gran aficionado a trepar por esos palos y a hacer equilibrios en la del triángulo (aquella célebre cucaña del Corrillo), y como me gustan esos entretenimientos, que al fin y al cabo tienen su provecho, me dije, digo: vamos en busca de las cucañas, y en la primera que vea ¡zas!, me lanzo, palo arriba, a luchar contra el sebo y a estropear un traje… ¡Si usted supiera dónde están!…
Donde ya no están las cucañas es en el programa de nuestras ferias.
Tampoco han llegado hasta nosotros actividades tan curiosas como: «carreras de paraguas con premios en metálico para muchachos de 8 a 14 años» que se programaron en el año 1885, o una curiosísima “carrera de camareros” programada en 1942.
Por lo menos entre el año 1907 y 1914 el Ayuntamiento de la ciudad realizaba un extraño certamen: El premio Gómez Arias. Consistía en una dote que se entregaba a mujeres jóvenes a punto de casarse.
Dejando a un lado el machismo implícito en el concepto “dote”, hay otros aspectos que también hacen polémico este premio:
Bases del concurso:
Pueden presentar sus solicitudes en la secretaría de este Ayuntamiento, desde esta fecha hasta el 1º de Septiembre próximo, las jóvenes que deseen optar a aquélla y que siendo naturales de esta ciudad o sus arrabales y residentes en los mismos reúnan las condiciones que se expresan a continuación, que deberán justificar en debida forma:
Buena constitución física, robustez, salud, belleza o gracia, primera instrucción, conducta arreglada y edad de quince a veintitrés años, la cual deberá unirse civil o canónicamente con hombre de buenas costumbres, también sano, robusto y bien parecido, y que como ella sepa leer y escribir y que no la exceda en edad de dos a ocho años, siendo preferidos los hijos de la misma ciudad o provincia y después los forasteros, pero todos establecidos en Salamanca y con preferencia en la calle del Jesús o parroquia a que pertenezca esta calle en igualdad de condiciones.
No sé cómo las participantes justificarían “en debida forma” su estado saludable, su robustez y belleza, así como la salud de su futuro cónyuge, su robustez y su belleza. Ni cómo deliberaría el jurado para elegir a la robusta, saludable y bella joven ganadora. Lo que está algo más claro es que este concurso tenía ciertas intenciones eugenésicas. Y no lo digo yo, lo dice Raquel Álvarez Peláez en su estudio Origen y desarrollo de la Eugenesia en España.
Al parecer el Ayuntamiento salmantino quería promocionar la unión entre jóvenes sanos y bien parecidos para favorecer el nacimiento de charros sanos, y guapetones. Estaría bien saber cómo de robustos y guapetones eran los miembros de la corporación municipal y los miembros del jurado de este premio…
Los paseos por la Plaza Mayor
Todo lo importante en Salamanca pasa por la Plaza Mayor y las ferias no son una excepción. Los programas de ferias de principios del siglo XX recogían el tradicional paseo por la plaza como otro acto más de ferias.
Por la mañana el paseo comenzaba a las doce. Por la tarde, el paseo comenzaba después de la corrida. Las mujeres caminaban en un sentido y los hombres en el contrario. Los acerones exteriores para la gente joven, la zona cubierta para los mayores…
Salamanca, 21 de septiembre de 1913:
Luce alegre el sol, sopla un vientecillo agradable y llegan los trenes atestados de forasteros. Las calles dela población se llenan de caballeros y peatones, las posadas estallan de gente que ocupa las calles próximas. La plaza Mayor es un hervidero de gente que llena los jardines y voltea bajo los arcos.
Dan las once. Un cochero restalla la fusta, se oye el cascabeleo de unos caballos y la voz se repite incesante: <<Al apartao, al apartao>>.
A las doce la banda El 1º de Mayo sube al templete y empieza el paseo a los acordes del pasodoble. Sigue llegando gente a la plaza y el paseo se interrumpe a cada paso, lo cual contribuye a hacerlo mas agradable para los entusiastas del estrujón. En la plaza está toda la provincia. Muchachas de la capital con unos trajecitos preciosos, salvando la opinión de los papás. Tíos de vara larga y tachuelas de a libra. Las mozas de la cadeneta que han salido cogidas del pueblo y cogidas tiene que volver, para lo que repiten a cada paso lo de <<no sus desagarreis>>…
Un vocerío ensordecedor anuncia que va a comenzar un festejo. Los chicos corren hacia el ángulo de la calle Pérez Pujol. Un hombre sube en unas escaleras. ¿Qué pasa? Que van a elevarse unos globos.
Esto de los globos no tiene grandes atractivos. […] Un globo […] que se empeña en dar un disgusto a los que se empeñan en elevarlo. […] Por fin sube hasta el último piso de la acera de Correos, y allí, como cansado del esfuerzo, se tumba panza arriba en una cornisa […]
Un globo se quema; las pavesas vuelan por el aire como una bandada de vencejos, mientras un puñado de programas que ha lanzado un anunciador se confunde con ellas, como otra bandada de palomas blancas.
Después de comer se llenan los cafés hasta que llega la hora de la corrida. Al terminar es imposible dar una vuelta por la plaza. Al llegar al arco de la calle de Zamora he visto sacar un niño de entre la multitud como si lo sacaran del agua. El pobre chiquin se ahogaba.
Sigue el volteo en la plaza hasta que comienza el desfile hacia la cena o hacia los cines. En la Alamedilla, fuegos artificiales y la traca que tanto gusto dio en los días pasados.
Con lo cual terminan los festejos que claro que han sido malos, porque si nos dejaran pediríamos la luna y estos han estado muy lejos de lo que pediríamos.
Juan de Salamanca
Y aquí, en la Plaza Mayor, termina nuestro viaje en el tiempo a las ferias de los bisabuelos. Una pena que un siglo y pico de distancia nos impida invitar a Juan de Salamanca a una cañita con bravas, en agradecimiento a lo bien que nos ha hecho de guía por entre el barullo de aquella feria Salmantina.
Hoy las ferias de septiembre ya no duran tanto. Ya no son del 8 al 21. Pero siguen siendo la transición de la ilusión del verano a las obligaciones del invierno.
Así de bonito lo describía Carmen Martín Gaite en Entre Visillos:
—Qué pronto se han pasado las ferias este año, ¿verdad? —dijo Goyita.
Todo lo del verano se les desmoronaba como si no lo hubieran vivido. (…) Ahora ya estaban de cara al invierno interminable. Tardes enteras yendo al corte y a clase de inglés (…)
Entraron en la plaza. Paseaban algunas personas con gabardina por debajo de los soportales.
—¿Te vas a casa ya o damos una vuelta?
—Como quieras, pero mejor por fuera.
Estaban casi desiertas las terrazas. Goyita se cogió del brazo de Julia fuerte, con un afecto repentino.
—Para fuera hace ya fresquito —dijo Julia—, ¿tienes frío?
—No, es que estoy como triste, no sé.
Ánimo a todos. Buscaremos los abrigos, las mantas y al calor de la ilusión soñaremos el próximo verano, que esta vez, ya veréis, será perfecto. 😉 Y mientras los fríos llegan aprovechemos —los que estamos en la ciudad— lo que más nos guste de estas ferias y —todos— el final del verano.
¡Felices ferias!
*Entrada publicada por primera vez el 18 de septiembre de 2012. Actualizada el 6 de septiembre de 2024
BIBLIOGRAFÍA
- El Adelanto. Diario de Salamanca: 13 de septiembre de 1906; 18 de septiembre de 1908; 2 de septiembre de 1909; 9, 20 de septiembre de 1910; 31 de julio, 9, 10, 21, 22 de septiembre de 1913; 5, 9, 21 de septiembre de 1914; 11 de septiembre de 1916; 7 de septiembre de 1917.
- El Salmantino. Diario de la tarde: 8 de septiembre de 1907; 10 de septiembre de 1914; 9, 15 de septiembre de 1918
- La liga de contribuyentes de Salamanca: 5 de septiembre de 1886
- Noticiero Salmantino. Diario imparcial de la noche: 3 de septiembre de 1898
- El Semanario Salmantino Periódico artístico literario: 17 de septiembre de 1876
- El Castellano: 13 de septiembre de 1915
- El Porvenir. Revista salmantina de política, ciencias, artes, literatura e intereses materiales: 10 de septiembre de 1871
- Salamanca museo del Renacimiento.
- Programas de ferias de Salamanca: 1907,1914, 1917, 1942, 1944, 1954
- Programas de las corridas de toros de Salamanca: 1953
- Historia de la ciudad de Salamanca. Bernardo Dorado.
- “Origen y desarrollo de la Eugenesia en España”. Raquel Álvarez Peláez. Publicado en Ciencia y sociedad en España: De la Ilustración a la Guerra Civil. Consejo superior de investigaciones científicas 1988.
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Robo en la biblioteca
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Estrellarse
Caer no es un accidente. Es un acontecimiento inevitable que antes o después ocurre a todos. Nos lo repiten siempre los monitores de caída libre.

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Siempre hay una primera Navidad sin Navidad, un primer árbol sin luces, un altavoz que dispara a bocajarro el primer villancico que hiere
Así es. Y persiguen y atormentan. Al final todos tenemos que intentan ser un poco cazafantasmas, y si podemos echarle…
Cada cual tiene sus propios fantasmas.
Qué ilusión que me dejes un comentario por aquí!!! muchísimas gracias 💓 Sí, los fantasmas son así de traidores, parece…
Oh, no eran alucinaciones... Y el rincón no estaba tan vacío 🥴
De acuerdo contigo en todo, Carlos. Para mí también mi campo de expresión preferido es la literatura, y la verdad…
Muy interesante el artículo. Me quedo sobre todo con la reflexión sobre que un artista raramente puede llegar a saber…
Hola Fabián. Lo primero muchas gracias por tu comentario. El domicilio de soltera de Carmen Mirat parece que estaba en…
Me gustaría saber dónde vivió la pareja en Salamanca y porqué no hay ni una calle , ni una placa,…