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La Rúa tal vez sea la calle más famosa de Salamanca. Por la monumentalidad que la envuelve y por su majestuosa desembocadura en la plaza de Anaya, a los pies de la Catedral. Pero no siempre fue tan espectacular.

A finales del siglo XIX, y al final de la calle de la Rúa, vive la mujer que va a protagonizar este artículo: la acaudalada Teresa Zúñiga y Cornejo. 

Aquella Rúa de finales del XIX discurre entre casas desalineadas que forman rincones propensos a acumular desperdicios y malos olores. Las propiedades de Teresa Zúñiga se alzan sobre lo que hoy es el tramo final de la Rúa. Así que a la Rúa decimonónica, tortuosa y maloliente no le queda otra que respetar los muros que delimitan las propiedades de Teresa y torcer, discurrir por la que hoy conocemos como Rúa Antigua, hasta desembocar en la plaza de san Isidro.

Detalle plano de Salamanca 1858

Detalle plano de Salamanca, 1858

Pero el Ayuntamiento de la ciudad no está nada conforme con la situación.  Sueña con enderezar la Rúa y darle un final magnífico.. Para hacerlo realidad no queda más remedio que expropiar todas las casas —y partes de las casas— que se salen del trazado soñado, incluyendo la que más estorba a los planes del consistorio: la propiedad de Teresa Zúñiga.

El trastorno para los vecinos afectados es enorme. Sobre todo para los que son comerciantes y artesanos modestos, que se ven obligados a aceptar lo que les pagan las autoridades por sus casas, —o sus trozos de casa— y a gastarlo para arreglar desperfectos, perdiendo encima los metros cuadrados que impedían el trazado nuevo.

El perjuicio que sufren quedará compensado, según el Ayuntamiento, con la revalorización de la que se beneficiarán todos los edificios de la Rúa en cuanto ésta se haya convertido en una calle adecentada, bonita y con espectacular desembocadura en la Catedral.

Hasta el Cabildo promete  que una vez abierta la calle:

construirá una hermosa y artística escalinata que dé acceso digno al atrio de la Catedral.

Sin embargo la prometida revalorización de las casas empieza a retrasarse. Teresa Zuñiga y Cornejo no esta dispuesta a dejar que la Rúa pase por encima de sus propiedades así como así. Está decidida a defender su señorial casa con uñas, dientes, abogados y mucho dinero. Demanda al Ayuntamiento.

Es posible que fuera a partir de entonces cuando Teresa Zúñiga se gana la antipatía de los salmantinos y los sobrenombres: “la Corneja” o “la de la tapia”. Teresa Zúñiga está en boca de todos; en los periódicos, en las tertulias de café, en las charlas de vecindario…

Vecinos y periódicos se enfrentan. Unos porque comprenden la postura de la propietaria y otros porque consideran que el interés general de los salmantinos ha de prevalecer sobre los intereses particulares de la acaudalada señora.

Entre una y otra postura se encuentra indeciso el Ayuntamiento. Que además, nada acostumbrado a que se recurran ante la jurisdicción de lo Contencioso-administrativo ninguna de sus decisiones, se queda un poco sorprendido por la actitud jurídico-belicosa de “la Corneja”.

Así entre indeciso y sobrecogido, el Ayuntamiento empieza a dejar que pasen los meses sin hacer efectiva la orden de expropiación. Y se van crispando los nervios del resto de vecinos afectados que, sin tantos recursos económicos como Teresa Zúñiga, han sido expropiados sin posibilidad de rechistar.

Enseguida arrecian las críticas acerca del doble rasero del Ayuntamiento de Salamanca. Muchos miramientos para expropiar las casas de los ricos y muy pocos para expropiar las de los pobres.

Leyendo los periódicos de la época, tarda poco en llegarse a la conclusión de que el gran error del Ayuntamiento fue su condescendencia, la superioridad que aquel masculinísimo consistorio creyó tener sobre su enemigo por ser éste una mujer. El machismo decimonónico tuvo la culpa de que la apertura de la calle de la Rúa se alargara increíblemente en el tiempo.

Leer en la prensa histórica la narración de las reuniones que mantenían los emisarios del Consistorio con Teresa Zúñiga es muy gracioso. O muy triste, según el día que se tenga…

El domingo 7 de noviembre de 1886, El progreso cuenta que a las cuatro y media del jueves anterior, Teresa Zúñiga ha recibido en su polémica casa a la comisión del Ayuntamiento. No sé si es que aquellos consistoriales hombres  creían que la mujer los estaba invitando a su casa a un femenino cafetito con picatostes o algo similar, porque si no es incomprensible su reacción.

La sorpresa más mayúscula —dice el periódico— se dibuja en los rostros de la comisión del Ayuntamiento cuando Teresa Zúñiga, tras saludarlos, les indica que pasen a un despacho donde podrán tratar el tema con su abogado y estarán sin duda más cómodos. Los miembros de la comisión del Ayuntamiento  se lamentan de la siguiente curiosa manera:

Esta indicación ¿por qué no decirlo? nos impresionó desagradablemente. Íbamos en busca de un corazón y nos encontramos con una cabeza.

Claro, de todos es sabido que las mujeres del siglo XIX eran todo corazón y ni medio gramo de cabeza… No contentos con esa afirmación la narración de los hechos continúa así:

Pretendíamos herir en nombre de los intereses generales de la población, la fibra del sentimiento de una señora y tropezábamos con la roca de un corazón de abogado.

La verdad es que tras un párrafo así no se sabe bien si llenarse de rabia o reírse hasta hartarse de señores tan condescendientes, que esperaban que la propietaria por ser mujer actuaría de manera descabezada, sin más guía que la vibración irracional de un corazón “femenino”, repleto de vaya usted a saber qué misterioso sentimentalismo… En el siglo XIX ya se había aceptado que las mujeres teníamos alma, pero se ve que demasiados hombres no asumían que la mujer decimonónica tuviera además cabeza…

Es verdad que Teresa Zúñiga, muy decimonónicamente, no entra en aquel despacho y deja que la comisión del Ayuntamiento se entienda con su abogado y su marido. Sin embargo un pequeño párrafo del periódico deja entrever que ella era la que llevaba las riendas de sus propiedades.

A propósito de la forma de pago de la expropiación, en caso de llevarse a efecto, el marido de Teresa Zúñiga dice a los miembros de la comisión que:

no hay dificultad en que el pago se hiciera a plazos.

Al terminar la reunión uno de los miembros de la comisión del Ayuntamiento quiere fijar más formalmente ese punto y sucede esto:

Al terminar la conferencia el Sr. Luís Muñoz se fijó principalmente en esta declaración, complaciéndose en hacer constar el gusto con que había oído que habría facilidad para que el pago de la expropiación se hiciese a plazos. Entonces le interrumpió el Sr. Bermúdez [marido de Teresa Zúñiga] diciendo que él había dicho aquello sin contar con su señora, y que había que contar con ella.

¡Bien por el señor Bermúdez! Se ve que Teresa Zúñiga tenía un marido nada dispuesto a usurpar los derechos de su mujer, y muy respetuoso con las decisiones que ella tomara. A lo mejor resulta que algunos hombres del siglo XIX no eran machistas y consideraban a las mujeres sus iguales. La feminista actitud de Ramón Bermúdez nos abre esa esperanza, y nos confirma que las decisiones sobre la propiedad las tomaba, como debe ser, la propietaria.

A partir de este momento se abre un tira y afloja entre el Ayuntamiento y Teresa Zúñiga que durará varios años.

La demanda contencioso-administrativa de Teresa Zúñiga sigue su curso y a pesar de ello el Ayuntamiento sigue intentando acercamientos con la propietaria, para que desista amistosamente de su batalla legal y acceda a la expropiación.

El motivo del enfrentamiento es que Teresa Zúñiga sólo está de acuerdo con una expropiación total. Argumenta que la destrucción de la parte correspondiente a la apertura de la calle dejaría demasiado maltrecha su propiedad. Pero el Ayuntamiento sólo está dispuesto a pagar una expropiación parcial, relativa exclusivamente a la parte que estorba al nuevo trazado de la calle de la Rúa.

Confluencia Rúa Mayor y Rúa Antigua en Salamanca

El 26 de marzo de 1890, cuando falta poco para que se dicte resolución a la demanda de Teresa Zúñiga, el alcalde Pollo Martín se pone al frente de una cuadrilla de obreros, y con el apoyo de unos cuantos concejales comienzan, por las bravas, el derribo de la tapia y de las construcciones de Teresa Zúñiga que estorban al soñado trazado de la Rúa.

Los periódicos reconocen que el señor Pollo Martín ha hecho una alcaldada. Y aún así le manifiestan  su apoyo. Según la prensa, de su “alcaldada” no sólo se enorgullece toda Salamanca sino que el Universo entero la celebra obsequiando a los salmantinos con un primaveral día repleto de sol, altas temperaturas y un cielo azul vivísimo…

La prensa eleva al alcalde Pollo Martín a la categoría de héroe mítico, por acudir a la política de los hechos consumados y resolver un problema que la ciudad había arrastrado durante años.

Es indudable que la apertura de la calle de la Rúa entrega al futuro, a nosotros y a los que vengan después de nosotros, una calle mucho más bonita y más limpia. Pero bajo la maraña de expropiaciones y de los años que costó llevarla a término, laten el eterno conflicto de ricos y pobres. Pobres que acatan la expropiación sin posibilidad material de plantear la menor reclamación. Ricos dispuestos a dilatar el conflicto en el tiempo, porque pueden y porque sus intereses particulares les parecen por encima de los generales. Poderes públicos que sacan el rodillo y tiran por la calle del medio sin importar el resultado de sentencias judiciales, y periódicos que en lugar de dar información neutral se alían con la postura de esos poderes públicos. Vamos, lo de siempre…

El conflicto entre Teresa Zúñiga y el Ayuntamiento trata también de las diferencias entre mujeres y hombres. Tras el relato de los hechos cabe hacerse algunas preguntas. Si Teresa Zúñiga y Cornejo hubiera nacido hombre, ¿habría sorprendido tanto y habría sido igual de mayoritariamente incomprendida su actitud de defender sus propiedades contra la decisión del Ayuntamiento? ¿Las gentes y los periódicos habrían hecho la misma chanza y le habrían adjudicado igual los motes de “la corneja” o “la de la tapia”? Si la demanda al Ayuntamiento la hubiera puesto un hombre, ¿habría perdido el Ayuntamiento tanto tiempo en visitas amistosas para intentar que ese hombre entrara en razón y desistiera de su demanda, o sencillamente habrían asumido que la batalla legal era inevitable?

Una vez derribados el muro y las edificaciones de Teresa Zúñiga, la prensa hace una visita a los restos de la casa ahora deshabitada. Se trataba en realidad de dos grandes casas con entrada por la calle Estafeta —hoy Francisco de Vitoria— .

Ayer tuvimos el gusto de visitar la casa que fue de Doña Teresa Zúñiga y Cornejo en la calle Estafeta. Aquello no es una casa, es un laberinto inmenso en el que cualquiera se extravía con facilidad. No nos extrañamos ahora de que la interesada en cuestión haya apurado cuantos recursos estuvieran en su mano para impedir la por fin ultimada expropiación. Era una casa muy hermosa.

Pero aún será más hermosa la gran vía de la Rúa cuando dentro de breve tiempo se halle prolongada.

Además de las dos casas, la propiedad de Teresa Zúñiga incluía corrales, paneras y otras dependencias.

Salamanca, detalle de plano de 1858. Propiedades de Teresa Zúñiga

Salamanca, detalle de plano 1858. Propiedades de Teresa Zúñiga

Sobre lo que fueron estos corrales y paneras se levanta hoy la casa que al final de la Rúa hace esquina con la plaza de Anaya.

Calle de la Rúa, Salamanca. Casa del mirador.

Esta casa, con el alma dividida entre la Rúa y Anaya, es obra de Enrique González, el Chiclán. Su construcción se localiza a finales del siglo XIX, en una fecha que tiene que ser posterior a marzo de 1890, cuando se materializó el derribo de la propiedad de Teresa Zúñiga, sobre cuyos terrenos se levanta.

La casa del mirador esquinado, y las demás que se construyeron en el lugar de las expropiadas hicieron posible que la calle de la Rúa se deshiciera de su carácter tortuoso, sucio y maloliente, y fuera convirtiéndose en una gran vía coquetona, tirando a burguesa.

Junto a las librerías, imprentas, talleres de joyeros y tabernas, pronto empiezan a abrir locales de más empaque, para entretener el ocio de salmantinos y visitantes.

En el número 55, de entonces, abre en 1887 el café Oporto. Un café-teatro que ofrece a sus clientes espectáculos de ópera, zarzuela, conciertos. Cierra en 1890, pero enseguida reabre con nuevo propietario, nuevo concepto de negocio y nuevo nombre: Café restaurante de la Universidad.

Con el tiempo abren hoteles. El hotel Universal.

Fachada del antigua Hotel Universal

Antiguo Hotel Universal

Del edificio que albergó este hotel sólo queda la fachada apuntalada. El característico letrero del hotel lo retiraron en su día con promesa de restituirlo a su lugar cuando estuviera hecha la nueva construcción. Esperemos que lo hayan guardado bien, porque lo de la nueva construcción va para largo…

En el número 4 de la calle de la Rúa abre el hotel Victoria.

Número 4 de la calle de la Rúa en Salamanca, antigua Hotel Victoria

Número 4 de la calle de la Rúa en Salamanca, antigua Hotel Victoria

Debió de ser bastante amplio porque además de ocupar el edificio que actualmente tiene el número 4, también ocupó el edificio contiguo, y otro  edificio en la parte de atrás con fachada al Corrillo. El hotel Victoria se mantuvo abierto hasta casi la guerra civil.

Recorte prensa histórica, anuncio del Hotel Victoria de Salamanca en la calle de la Rúa

Publicidad en prensa del Hotel Victoria. Pertenece a la web de prensa histórica del Ministerio de Cultura

Caminar por una calle con edificios del siglo XIX es un privilegio, un regalo que debemos conservar. De muchas de aquellas casas decimonónicas de la calle de la Rúa por desgracia nos quedan ya sólo las fachadas, como en el teatro. Otras, como la del mirador esquinero al final de la calle, por suerte todavía resisten.

Catedral de Salamanca, Plaza de Anaya

Cada vez que paso por esta zona no puedo evitar mirarlo. En su siglo y pico de existencia la de miradas que habrá acaparado el mirador. Miradas tristes, ilusionadas, curiosas, decepcionadas, valientes… Cuántas historias habrán desfilado a los pies del mirador esquinero, de espaldas al palacio viejo y medio vuelto al reloj de la Catedral que marca el paso de los siglos.

La histórica calle de la Rúa, su monumental entorno y desembocadura, nos contagia la perspectiva serena que regalan los espacios antiguos, ayudándonos a medir alegrías y penas, a no desesperar ni esperar demasiado tampoco, recordándonos que esto que nos sucede, muy bueno o muy malo, ya le sucedió a otros y también pasará.

*Artículo publicado el 8 agosto de 2012. Actualizado en 17 de agosto de 2024

BIBLIOGRAFÍA

  • El Adelanto. 14 de septiembre de 1982,
  • El progreso: 15 de octubre de 1884; 23 de mayo, 3 de junio, 7 de noviembre de 1886
  • La liga de contribuyentes de Salamanca: paz, justicia, buena administración. 25 diciembre de 1887
  • El nuevo progreso. Diario político independiente: 10, 27 de marzo de marzo de 1890
  • El fomento. 22 de febrero de 1890
  • Periódico dominguero, inocentón y optimista que pretende ser bromista sin perjuicio de tercero. 15 enero 1888.

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