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La cueva de Salamanca no es una cueva. Es un sótano misterioso oculto bajo una iglesia.

En la cuesta de Carvajal se levantaba la iglesia de san Ciprián o de san Cebrián. Lo empinado del terreno favoreció que se construyera la sacristía en los sótanos de la iglesia. Cuentan las leyendas que a aquella sacristía subterránea acudían algunos estudiantes a aprender magia.

Unos dicen que el maestro que impartía aquellas enseñanzas era el mismísimo demonio, venido directamente desde las oscuras profundidades del infierno a impartir clases en la prestigiosa Salamanca.

Otros, más escépticos, atribuyen las enseñanzas a un espabilado sacristán llamado Clemente Potosí, con conocimientos nigrománticos, que decidió compartir sus saberes con jóvenes interesados en las artes mágicas, haciéndose así con un dinerillo extra que le venía muy bien.

Ya fuera por ser la sacristía subterránea o por los oscuros rumores que recorrían la ciudad sobre el misterioso maestro y las enseñanzas que impartía, la gente empezó a referirse a aquella sacristía como la cueva.

Tardó poco la cueva en ser bautizada, y algunos comenzaron a llamar a la sacristía cueva de Clemesín (¿quizá en alusión a Clemente, el sacristán?).
cueva san cebrian

 

De los jóvenes estudiantes que acudían la cueva a aprender magia, el más famoso es Enrique de Aragón, Marqués de Villena. Un joven, que consiguió clases gratuitas para él y sus seis compañeros de promoción (sólo se admitían siete estudiantes en la cueva).

El maestro nigromante, ya fuera el sacristán o el demonio, establecía el pago de las clases por sorteo. Uno de sus siete estudiantes pagaba las clases recibidas y en caso de no pagar se convertía en prisionero eterno del nigromante.

Cuenta la leyenda que a don Enrique de Aragón le tocó en suerte hacer el pago y se negó. Su maestro lo condenó a una celda en el interior de la cueva de la que don Enrique logró escapar. Unos afirman que burló a su maestro con la habilidad de su inteligencia, y otros advierten que escapó gracias a los poderes mágicos que había desarrollado asistiendo a las clases.

Tuviera o no poderes mágicos el Marqués de Villena, lo que no parece admitir discusión son sus conocimientos nigrománticos, que quedaron plasmados en los diversos libros que escribió. Libros que sólo conocemos por referencias, ya que desparecieron a causa del furor quemolotodo de la santa Inquisición.

Para algunos, el marqués de Villena desafió a los poderes de lo oscuro y los burló en la mismísima boca del infierno. Porque la cueva de Salamanca, según dicen algunos, podría ser una entrada a una misteriosa red de túneles oscura, secreta que discurriría bajo la ciudad, siguiendo un trazado que desconocemos hacia un destino ignorado y tenebroso…

Otros, ante aseveraciones como la anterior, sonríen con superioridad y explican que tales túneles carecen del menor misterio y fueron obra de los árabes para canalizar el agua.

Otros añaden que los túneles condujeron algo más que agua, y sirvieron para comunicar por el subsuelo determinadas edificaciones de la ciudad, facilitando a sus habitantes caminos subterráneos, mucho más discretos y turbios que los caminos al aire libre bañados por el sol.

Fuera cual fuera el destino de aquellos túneles, y contemplaran o no algo más que agua sus paredes de piedra, lo cierto es que el subsuelo salmantino, como el de otras muchas ciudades, está recorrido de túneles.

Donde se levanta la difunta fábrica de Mirat, en la avenida de la Aldehuela, existió tiempo atrás el convento de los Jerónimos. De hecho los restos del convento se incorporaron a la construcción de la fábrica. En no demasiado buen estado, todavía hoy resisten muros, y galerías de aquel convento. Entre ellos, bajo una cubierta abovedada hay una puerta, actualmente sellada, que daba acceso a un túnel.

Accceso sellado al túnel en la fábrica de Mirat. Foto: La Gaceta Regional

Accceso sellado al túnel en la fábrica de Mirat. Foto: La Gaceta Regional

Las leyendas salmantinas hablan de la existencia de una galería subterránea que comunicaba el monasterio de los Jerónimos con el convento de los Dominicos.

No sabemos si el túnel que se abre bajo la fábrica de Mirat pudiera ser el de la leyenda, y atravesar la ciudad hasta alcanzar el convento dominico. Según cuentan a la Gaceta Regional los antiguos trabajadores de la fábrica: “un grupo de especialistas trató de descubrir hasta dónde llegaba esta galería subterránea, pero la falta de oxígeno y las malas condiciones de conservación les obligaron a regresar sin lograr su objetivo”.

No es éste el único túnel del que se rumorean misterios en la ciudad. Se oyen historias del túnel que comunicaba el convento de los Dominicos con el convento vecino de las Dueñas.

También hay testimonios de otro túnel bajo la casa de las Conchas con salida a una casa vecina.

Juan Domínguez Berrueta en Salamanca (guía sentimental) afirma que cuando se derribó el atrio de la Catedral y se volvió a construir cambiando de sitio las escalinatas de acceso, se dejó completamente obstruida la entrada a un túnel “interesante y olvidado, que pasaba por debajo de la Catedral”.

Y las cámaras de Cuatro vinieron a Salamanca y grabaron para el programa Cuarto Milenio el interior de otro túnel existente bajo los actuales juzgados.

Túneles de Salamanca

Túneles de Salamanca, escaleras

Como se aprecia en las imágenes de Cuatro, y en la fotografía en la fabrica de Mirat de la Gaceta Regional, se han sellado muchas de las entradas a estos túneles.

Sellar la entrada a estos mundos del subsuelo también fue la decisión que tomó Isabel la Católica durante su reinado, mandando que la entrada de la cueva bajo la iglesia de san Cebrián fuera tapiada con piedra y argamasa .

Sin embargo la magia de la cueva, y del entramado de túneles con los que quizá estaba conectada, lejos de quedar enterrada traspasó los siglos y las fronteras. En honor a la cueva salmantina, en algunos lugares de Hispanoamérica se denominan Salamancas a las cuevas, algunas de las cuales se presumen habitadas por seres demoníacos.

La piedra y argamasa de la reina Católica tampoco logró contener el salto de la cueva salmantina a la literatura. Inspiró a Cervantes un entremés, a Ruiz de Alarcón una comedia, yQuevedo hace una alusión a la aventura del Marqués de Villena en el interior de la cueva.

Botello de Moraes, un caballero portugués, escribió en 1733 Las cuevas de Salamanca, una novela satírica de género fantástico en donde, para disgusto de Isabel la Católica si por esos años hubiera levantado la cabeza, se puede leer:

La cueva está tapiada, como V. merced ha visto; pero no por eso dejan de entrar los escolares por otras sendas.

Sendas que… ¿podrían ser el manojo de túneles que recorren la ciudad y conectan con la cueva?

También la cueva de Salamanca aparece en la escritura de Walter Scott. En un poema habla de:

un mago de fama tan terrible/que cuando en la cueva de Salamanca/ordenaba moverse a su varita mágica,/sonaban las campanas de Nôtre Dame.

Y el mismísimo Unamuno escribió sobre la cueva:

De la vieja leyenda nigromántica y alquímica de esta ciudad, de lo que ha hecho que el nombre de Salamanca signifique lo que significa en apartados rincones de esa tierra americana –¡la Salamanca!-, de ésa, ¿qué he de deciros?. Aún discuten aquí dónde se encontraban las famosas cuevas en que el marqués de Villena se dedicaba a sus brujerías y encantamientos”.

Incluso la literatura actual y su oleada de simpatía por la historia se ha vuelto a mirar la cueva salmantina, que aparece en la novela El manuscrito de Piedra de Luís García Jambrina.

El paso del tiempo se rió también bastante de los desvelos de Isabel la Católica por enterrar la cueva y desterrarla de los recuerdos de las gentes, dejando la cueva al aire, para que cualquiera que suba por la cuesta de Carvajal pueda mirarla de frente.

La Cueva de Salamanca

 

La iglesia de San Cebrián fue cerrada al culto en 1580 por encontrarse en ruinas. Sus piedras se aprovecharon para la construcción de la Catedral. El lugar que ocupaba la iglesia se convirtió en la plazuela que todavía existe por encima de la cueva. En esa plazuela se colocó una cruz en memoria de la iglesia desaparecida. Esa cruz, llamada de san Cebrián, actualmente está en el cementerio.

Crucero de San Cebrián

Cruz de san Cebrián. Foto de La Gaceta Regional. 1 de octubre 2011.

A la cueva se accedía desde la iglesia por las empinadas escaleras abovedadas que todavía se conservan. Quién sabe si en algún lugar de la cueva existe oculta una entrada a las galerías que recorren el subsuelo salmantino, y esas galerías subterráneas quién sabe hacia dónde llevarán.


 

Bibliograía

  • La cueva de Salamanca. Luciando G. Egido. Gráficas Varona. 1994. Salamanca
  • Compendio histórico de la ciudad de Salamanca. Bernardo Dorado.
  • Salamanca Guía Sentimental. Juan Domínguez Berrueta.
  • Historia de Salamanca. Villar y Macías.
  • Gaceta Regional. 10 de abril de 2010
  • “La cueva de Salamanca”. Cuarto Milenio.

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