Hace ya algo más de cuatro años nos encontrábamos todos hundidos en una experiencia más propia de la ficción que de la realidad. Un patógeno desconocido atacaba a la humanidad y a la mayoría de nosotros nos costó salir de la sensación de irrealidad: esto no está pasando, esto no está pasando…
Daba igual saber que otras gentes, en otros siglos, habían sufrido y muerto de epidemias. En pleno siglo XXI, ¡a nosotros!, no podía pasarnos eso. Las muertes a centenares por epidemias nos parecían tragedias del pasado.
Hay un párrafo de Irene Némirovsky en Suite Francesa que nos viene como anillo al dedo a esta incredulidad nuestra, a la sorpresa que nos invadió desde marzo de 2020. En este párrafo nos hablan las voces del pasado:
«Nosotros conocimos todo esto antes que tú. ¿Por qué ibas a ser más feliz que nosotros?». A su lado la gruesa matrona gimió:
—¡Nunca se han visto horrores parecidos!
—Ya lo creo que sí, señora— respondió Maurice con suavidad—. Ya lo creo que sí.
Nuestros bisabuelos y abuelos vivieron una pandemia como la nuestra. Tal vez peor que la nuestra, la de 1918. Durante el confinamiento confieso que sentía mucha necesidad de alguien que hubiera pasado por lo que estábamos pasando y pudiera darme consejos, ánimo para ir desliendo la conmoción. Así que durante el confinamiento pensaba mucho en mis abuelos. También en mis bisabuelos, una señora y un señor con pinta de severos, que si los miro me miran desde fotos de cartón duro en blanco y negro. Me habría gustado muchísimo poder hablarles a todos, contarles mi asombro, mi miedo y confiar en sus consejos.
Como era imposible que mis bisabuelos y abuelos charlaran de la vida, de la enfermedad y de la muerte conmigo, se me ocurrió ponerme a buscar la prensa que leerían ellos entonces, Me pareció que así me acercaba desde nuestro confinamiento al suyo, a sus miedos, a su desescalada.
No sé si servirán de algo a alguien las conclusiones que extraje de este viaje en el tiempo. A mi me sirvió para recibir fuerzas y consejos de otros que ya habían sufrido lo que sufríamos nosotros, y para asombrarme de cómo se repite la historia y lo poquito que aprendemos de ella.
La gripe española de 1918 en Salamanca
En noviembre de 1918, un médico anónimo, el doctor Martín, que combatía en primera linea, en Salamanca, contra la epidemia de gripe, escribe un artículo en El Adelanto titulado «El fantasma se va». Lo peor de la gripe ya había pasado. Se iba la pandemia. Se desvanecía el horrible fantasma que había llenado Salamanca de enfermos y cadáveres. Ahora que el doctor Martín tenia tiempo de respirar hondo, mirar el desastre y reflexionar, lanzaba al futuro sus preguntas:
Dice el refrán que «nadie se acuerda de Santa Barbara hasta que truena ¿Tendrán nuestros gobernantes —ahora que el peligro ha pasado— el imperdonable descuido de olvidar lo sucedido? ¿No veremos puestos en práctica medios que eviten en lo posible esos males?
Al Estado, que es el que debe velar por la salud de los ciudadanos, le compete la obligación ineludible de organizar un cuerpo médico de Sanidad Civil que atienda, si el caso se repitiera, con la urgencia precisa, sin las dilaciones que suponen quebrantos de vidas irremplazables, con la tranquilidad de contar con medios suficientes para la lucha, á atajar en sus comienzos, apenas se inicie, este mal ú otro cualquiera aún más terrible de forma contagiosa.
No es gastando abundante verbosidad en Parlamentos y debates políticos como se afirman los ciudadanos en el afecto de quienes les gobiernan.
Aquel futuro al que se dirigía la preocupación del doctor Martín somos nosotros. Confinados en casa, con nuestros horarios estrictos de salida a la calle, con nuestras romerías por las farmacias en busca de mascarillas y alcohol, con el terrible eco de los miles de muertos y la «abundante verbosidad» de nuestros dirigentes martilleándonos el cerebro, con la perplejidad de ver a los gobiernos portarse como psicoterapeutas filósofos, preparando a los asombrados ciudadanos para soportar disciplinados y estoicos la enfermedad y la muerte.
Un siglo después de la terrible gripe española, no nos queda más remedio que respirar hondo y responder al doctor Martín que nuestros gobernantes han cometido los mismos errores de antaño. De aquella pandemia del dieciocho los seres humanos aprendimos poco.
No es más que una gripe.
La enfermedad de moda
La primera vez q los salmantinos supieron de la epidemia que se les venía encima, fue en el mes de mayo, a ritmo de música y medio en broma. Una gripe benévola, pero extremadamente contagiosa, recorría Madrid. La gripe era tan pegadiza como la canción de moda «El soldado de Nápoles«, repertorio de una Zarzuela que entonces podía verse en los teatros «La canción del olvido».
Lo de una gripe tan pegadiza como una canción hizo tanta gracia que se empezó a llamar a esta Gripe «El soldado de Nápoles». Con ese nombre la enfermedad irremediablemente cayó simpática y se puso tan de moda como la canción. La llegada de «El soldado de Nápoles» a nuestra provincia inquietó a pocos. La «enfermedad de moda» llegaba también a Salamanca a llenar la ciudad de toses, estornudos y a protagonizar en los periódicos rimas humorísticas.
La gripe comenzó a matar en Béjar el 11 de septiembre.
La economía contra la salud.
El virus de las ferias.
El Soldado de Nápoles, que durante el verano había dejado de atacar, reaparecía a las puertas del otoño sin benevolencia ni simpatía. El soldado de Nápoles se había vuelto mortífero. La terrible segunda ola de la gripe de 1918 golpeaba a Salamanca.
Hoy, nosotros también sabemos que cuando una pandemia alcanza tu ciudad no se limita a infectar porcentajes de población, como hacen las pandemias del pasado que leemos en los libros de historia. Las pandemias en presente asaltan calles, asedian tu casa y a tu gente, invaden tu vida entera. En 1918 no se utilizaba en la prensa el término «infectados«. Los periódicos informaban del número de «invadidos«, «atacados» por «la enfermedad reinante«. Un lenguaje terriblemente acertado. Porque eso es lo que hacen las pandemias: invaden, atacan, reinan, matan.
Al final del verano de 1918, la capital charra miraba con cierta prevención el incesante aumento de «invasiones» en los pueblos de la provincia. Pero la ciudad seguía sintiéndose inexplicablemente muy lejos de la epidemia. Quizá no tan lejos como nos sentíamos nosotros de los enfermos de Wuhan, pero a lo mejor sí con la misma distancia atolondrada con la que vimos enfermar a nuestros vecinos italianos. Fuera como fuese, los salmantinos de 1918 desayunaban las noticias de la extensión de una epidemia que estaba empezando a matar, y se entregaban por la tarde al bullicio de las ferias de septiembre. Los paseos por la Plaza Mayor, las visitas al Novelty, los llenos en el Liceo, el Breton, el Moderno, la Plaza de toros…
Como cada año, los trenes venían repletos de visitantes, procedentes de dentro y de fuera de la provincia, con muchas ganas de divertirse en las ferias.
Hoy se inaugura la feria de Septiembre, la tradicional, la típica feria salmantina, que con tanta brillantez viene celebrándose siempre. Es el anuncio de los festejos y de las corridas, y sobre todo del importante ferial de ganados, en el que ya, comienza á notarse la llegada de forasteros. Los trenes de todas las lineas que afluyen a Salamanca, van también principiando á traer forasteros, y ello es cosa que bien puede observarse dada la animación que desde anteayer se nota ya en la Plaza, cafés, etc., y la que se vio anoche en los teatros. Promete ser la feria, á juzgar por estos buenos principios, por las noticias que tenemos, una feria como pocas de extraordinaria concurrencia. […] ¡ A divertirse cada uno lo que pueda!
Salamanca se servía en bandeja al virus de la gripe.
El precio de creer que la vida de un anciano importa menos que la de un joven
Los primeros casos de la enfermedad seguida de defunción que se registran en la ciudad son ancianos del asilo de las Hermanitas de los pobres.
La epidemia de Salamanca no tiene hasta ahora importancia. [Se han registrado] sólo seis o siete casos de gripe, algunos seguidos de defunción, especialmente en las Hermanitas de los pobres, donde entró una anciana enferma, procedente de Galisancho contagiando a dos o tres compañeros de asilo.
La epidemia del dieciocho se cuela en la ciudad por las puertas de las residencias de ancianos. Como el coronavirus hoy. Parece que la mal llamada gripe española y la actual pandemia de covid19 demuestran que amontonar ancianos en un lugar no es la mejor ni la mas salubre forma de cuidarlos. Quizá nos ha llegado el momento de revolucionar el cuidado de nuestros mayores y esforzarnos en inventar entre todos otras soluciones, que no saquen a nuestros viejos de nuestras vidas para dejarlos arrinconados en asilos.
A las autoridades salmantinas de 1918 les parecía que «La epidemia de Salamanca no tiene hasta ahora importancia» porque los muertos eran viejos. Pagaron caro el error. Un error que sólo se comete desde el egoísmo de las edades un poco más jóvenes. La gripe de 1918 mató sobre todo a los jóvenes.
No aprendimos de aquello. Nuestros políticos han vuelto a hacer lo mismo que las autoridades charras de 1918. Minimizar los riesgos de una pandemia pensando que el coronavirus mataría principalmente a los ancianos. Como si su vida importara menos que las demás..
Las medidas contra el virus
La orden de suspender todas las fiestas que supusieron aglomeraciones no se produjo hasta el 23 de septiembre.
Para entonces, la ciudad de Salamanca ya había disfrutado de cada una de las aglomeraciones hasta el final su feria.
En la provincia, algunos de los pueblos que aún no habían culminado sus festejos optaron por ocultar los brotes de gripe, para que las fiestas, y el dinero que mueven, no se suspendieran. Los engaños de esos ediles los denunció el médico y también político Filiberto Villalobos en el mes de noviembre.
La disyuntiva salud y economía demasiadas veces se ha resuelto en el pasado a favor de la economía. Y no aprendemos.
Las autoridades sanitarias establecieron las directrices que debían seguir los ciudadanos para evitar en lo posible los contagios :
Es el comienzo de un viaje, que por desgracia conocemos bien, y que arrastra a Salamanca entera desde la incredulidad al asombro y desde el asombro al miedo.
La vida en pandemia
El corresponsal en Castellanos de Villiquera del periódico El Salamantino da testimonio de las angustiosas semanas vividas en aquel pueblo. Las mismas angustias que se vivieron en la capital, en España entera, en todo el planeta:
Este pueblo en que hasta ahora habíase presentado la epidemia con carácteres bastante benignos ha principado a sentir ya los estragos y resultados funestos de la enfermedad gripal.
Al principio cuando comenzaron a aparecer sus primeros síntomas en España y a desarrollarse por la provincia de Salamanca y aún por los pueblos circunvecinos, éste, se vió de él libre ,más bien corto fue el gozo que disfrutó más […] volvió con caracteres más alarmantes infundiendo miedo y espanto.
[…] los ancianos dominados por la tristeza dicen que no han conocido plaga semejante, y este pequeño pueblo, que se entristecía y alarma cuando de la muerte de una persona mayor a la de otra no distaba un mes, ha visto con un temor indescriptible y una alarma inexplicable el entierro de tres cuerpos mayores en tres días, y no es que se pueda a achacar esto a la edad, pues dos de ellos ni pasaban de los 25 ni a los 20 llegaban, ni al mucho tiempo que llevasen enfermos, pues casi no se ha sabido hasta que las campanas no anunciaron su muerte. La alegría y el contento han sido reemplazados por la tristeza y el temor, y a las rondas alegres con guitarras y acordeones, ha venido a sustituir ese silencio sepulcral, triste señal del desconsuelo de un pueblo afligido por un funesto mal. interrumpido a veces por los desgarradores y dolorosos gritos de una madre que ve morir a alguno de sus hijos.
Las noticias que corren de boca en boca no son nada tranquilizadoras, aquí unos dicen que en tal pueblo han muerto en un día tantos, mas allá se oye a otro que en el otro no tocan las campanas y otras cosas por el estilo; esto unido a la multitud de enfermos que hay y al incesante clamor de las campanas hace que se apodere la tristeza y el temor hasta de los más valientes.
El silencio sepulcral y el doblar de las campanas nosotros lo hemos acallado batiendo palmas en los balcones, poniendo a todo volumen al Dúo Dinámico, y viendo en bucle videos de médic@s y enfermer@s que bailan sin parar, a pesar de ir envueltos en bolsas de basura y de llevar mascarillas de un solo uso que reutilizan también sin parar…
La historia nos juzgará, sólo el tiempo dirá si esta sociedad de la que formamos parte, que antes del coronavirus ya era experta en ocultar la vejez, la enfermedad y la muerte, hizo bien en entregarse a los aplausos, las músicas, los bailes, las teleseries cómicas de confinamientos o si por el contrario, en medio de este horror, hemos alcanzado el culmen de la insensibilidad más embrutecida. Esto último quizá explicaría que estemos saliendo a la calle con una insolidaridad asombrosa. Sin mascarilla, sin respetar distancias de seguridad, como si nada hubiera pasado, como si no nos importara que nuestros miles y miles de muertos hace dos meses vivían y paseaban por nuestras calles, y hacían planes futuros, y mantenían las ilusiones a pesar del miedo.
Mientras los medios de comunicación que tenemos se han dedicado a televisar fiestas de balcón, los periódicos de hace un siglo dejaban constancia de los desánimos y miedos de aquellos ciudadanos de 1918.
El Adelanto se hace eco de la tristeza y los rumores que inundaban Salamanca:
Un número respetable de ciudadanos viven en completa intranquilidad de espíritu, en un estado constante de depresión moral, que les acarrea un hondo abatimiento, predeponentes á laxitudes de energías físicas preparantes de la temida infección gripal.
En un justo término medio de precauciones físicas y fortaleza moral está el secreto para defender individualmente la salud.
De todos modos no está justificado el desaliento que parece haberse apoderado de los salmantinos, estimando que estamos en una situación sanitaria desesperada, sin remedios posibles para atajarla, y que requería, como se ha propalado infundadamente, la ampliación del cementerio local, por ser insuficiente el que existe para cobijar los cadáveres ocasionados por la actual epidemia
El rumor no parece que se alejara mucho de la realidad porque, un año escaso después, fue noticia en El Adelanto que el obispo se había puesto en comunicación con el Ayuntamiento para proceder a la necesaria ampliación del cementerio…
Los sanitarios: los héroes sin medios
Del colapso sanitario de aquella época nos hacemos una idea escuchando las declaraciones que hizo el Inspector Provincial de Medicina, el Dr. Peláez, a mediados de septiembre de 1918:
La invasión que ahora cunde por los distritos de Alba, Sequeros y Béjar, presenta caracteres hasta la fecha desconocidos en la gripe de moda. El famoso «soldado» que constituyó la enfermedad general durante el comienzo del verano, y que era definida por sus síntomas exclusivamente catarrales, en la actualidad degenera en congestiones graves o afecciones de pleuro neumonía, con efectos verdaderamente alarmantes. La mortalidad ha aumentado sensiblemente en los distritos y pueblos atacados […] Usted no puede figúrese con la intensidad que ahora la padecemos.
Baste decirle que en Vecinos, Las Veguillas y Galinduste, se encuentra atacada el ochenta por ciento de la población. Comprenderá que los vecindarios se encuentran aterrados. Porque enfermos los médicos y sin medios de asistencia facultativa el desamparo es total. Yo, por mi parte he procurado enviar facultativos a los sitios de más intensidad en la dolencia pero es fácil suponer que, no pudiendo ir sino muchachos jóvenes, y siendo la gravedad la característica de todos los casos, hay una gran resistencia, legítima, para meterse en el foco de la infección. Además el trabajo del médico es abrumador. Hay algunos de ellos que empiezan a visitar a las siete de la mañana y lo dejan a las once de la noche, sin haber asistido sino a la mitad de los enfermos.
La demanda de auxilio es tan enorme que no hay posibilidad de satisfacerlas todas
Lo que no dice el doctor Peláez es que estos médicos heroicos, que aceptaban afrontar un trabajo abrumador y los terribles riesgos de adentrarse en los focos de la pandemia, no tenían material suficiente. Así lo denunciaba entonces El Adelanto.
Los médicos han luchado con la escasez de medios para combatir la afección, sin desinfectantes, sin medicamentos, la gripe ha declinado cuando no encontraba organismos en quien cebarse.
Aquellos sanitarios, como los nuestros ahora, tuvieron que hacer frente a una enfermedad terrible, sin medios. Algunos murieron contagiados. También como nuestros sanitarios hoy. Después de la pandemia de 1918, el Gobierno no se mostró agradecido con aquellos héroes. Lo denunciaban los médicos en un congreso, pocos meses después de lo que creían el final de la pandemia:
Cuando esperábamos una recompensa por nuestra actitud y la abnegación y heroica conducta de los médicos ante la epidemia, nos encontramos con que el Gobierno ni siquiera concede las pensiones a que tienen perfectísimo derecho las viudas y los huérfanos de los compañeros fallecidos por contagio en el ejercicio profesional.
También en esto se parecen nuestros políticos a los políticos de antaño. Mucha prisa se han dado en contratar médicos en el pico de la pandemia y cuando lo peor había pasado han querido deshacerse de ellos sin renovar contratos, como si la gesta realizada careciera de valor y como si la sanidad no arrastrara de antes la falta de personal.
Las controvertidas cifras de muertos
El Adelanto denunció en pleno apogeo de la epidemia que el encargado del Registro Civil no facilitaba a la prensa las cifras de muertos. Como cualquier apagón informativo, la ausencia de datos provocó un tsunami de rumores por toda la ciudad, aumentando el desaliento de los salmantinos.
Diariamente somos requeridos para que publiquemos los estados biológico demográficos ocurridos en Salamanca, á fin, no sólo de conocer la verdadera mortalidad, sino también con objeto de observar las precauciones necesarias para contrarrestar la influencia de la epidemia, caso de que la demografía local fuera importante.
Como no podemos satisfacer esos legítimos deseos, toda vez que los antedichos estados no se facilitan, resulta que las gentes se obsesionan con fantásticos prejuicios sobre la naturaleza de la epidemia que azota á esta capital, deprimiendo el espíritu tan intensamente, que puede muy bien contribuir de modo indirecto á fomentar este estado sanitario.
Para impedir esta depresión de ánimo público, respetuosamente encarecemos á la autoridad que aquella disposición que hubiese dictado, que la revoque, restableciendo ese servicio público, pues enterada la opinión social de los muchos ó pocos fallecimientos que ocurran, se apresurará todo el mundo, por negligente que sea, á preservarse de todo contagio, con notorio beneficio para la salud pública.
Un mes después de aquellas pedagógicas y educadas protestas de El Adelanto, en noviembre, aparecen publicadas en el periódico las primeras cifras:
Pueblos atacados, 360, con una población de 277.583 habitantes. Las invasiones fueron 126.339, y las defunciones 3.377.
A esos datos hay que añadir los de la capital
Censo de población, según él Instituto Geográfico y Estadístico, 32.971 habitantes. Invasiones habidas, 7.931. Defunciones, 117, de las cuales 32 corresponden al mes de septiembre y 85 al de Octubre.
El número de defunciones está tomado de las certificaciones médicas del Registro civil, y en é! solo se incluyen los fallecidos por gripe. Mas como desgraciadamente han muerto algunos otros de bronconeumonías, consecuencia de aquella dolencia, puede asegurarse que el total de fallecidos en la ciudad no pasará de 150
Es difícil saber cuántas vidas se perdieron en aquella gripe. No sólo en España. En todo el mundo se duda de la exactitud de las cifras oficiales.
En España, el Instituto Geográfico estadístico pública 1919 el número de defunciones que produjo la gripe el año anterior:
Durante el pasado año de 1918 la gripe ocasionó las siguientes defunciones:
En Madrid, 948; en Barcelona, 1.557; en las demás capitales, 13.496; en el resto de España, 124.450.
Total, 140.451 defunciones, faltando en algunos de los datos referentes a Diciembre último.
[…]
Desde el mes de mayo que produjo 741 bajas, creció a 2.923 en junio. Descendió en julio y agosto. Se recreció en Septiembre con 7.837 y culminó en octubre con 79.484. En noviembre sólo produjo 40.478.
El promedio de la mortalidad por gripe es de un 7,24 por 1000 en el año.
Las cifras hablan por sí solas de la magnitud de aquella tragedia. Y aún les quedaba sufrir las siguientes oleadas. El virus continuó matando hasta 1920
La gripe del 18 y el Covid-19
Todos estos artículos viejos sobre la epidemia de 1918, con información y consejos de más de cien años, encajarían sin la menor estridencia en la ultima edición de nuestras noticias. Inquieta pensar cuánto se parecen el actual covid19 y la gripe del 18. Nos estamos enfrentando al coronavirus con las mismas armas que nuestros abuelos y bisabuelos usaron hace un siglo: distancia social y medidas de higiene. Ni más ni menos. Aquellas gentes de 1918 enfermaban con los mismos síntomas que nosotros, se contagiaban de la misma forma que nosotros. Su historia y la nuestra se parece tanto que estremece. Ellos sufrieron varias oleadas de aquel virus. ¿Nos pasará también a nosotros? Los científicos y los médicos parece que sí nos predicen nuevas oleadas de Covid-19.
Pero puede que aún podamos evitarlo. Quizá nosotros aún estemos a tiempo de aprender algo de aquella pandemia de 1918, y cambiar nuestra propia historia.
Nadie quiere volver a vivir la pesadilla de estos meses. Si salimos de esto, si escapamos de nuevas oleadas del virus, será gracias a la solidaridad. Es posible que la única salida de esta pandemia la encontremos en dirección contraria al individualismo egoísta que reina en nuestra sociedad. Un monstruo vírico ha venido a por nuestros mayores y a por todo el que le dé oportunidad de llevárselo por delante. Conjuremos entre todos al covid19 para que se desvanezca, para que de verdad el fantasma se vaya, para que después del verano no resurja mortífero como el Soldado de Nápoles.
Respetemos la distancia social, usemos mascarillas, extrememos la higiene, evitemos a toda costa el contagio, La molestia de una mascarilla hace posible el milagro de que la tos sin apenas importancia de un joven, no se transforme en la pulmonía bilateral que mate al anciano que se detuvo a su lado en un semáforo o en una conversación. ¿Vas a ser tú quién impida ese milagro? Si nos preocupamos de los que nos rodean, si aceptamos las incomodidades y respetamos el espacio de los demás, dificultaremos tanto la vida de este coronavirus que tal vez se vaya para siempre y no mate más. ¿Os apuntáis?
Nuestros abuelos y bisabuelos recuperaron la normalidad tras la pandemia. No esa extrañísima «Nueva Normalidad» de la que nos hablan a nosotros. Expresión, por cierto, contradictoria e incomprensible, porque el adjetivo «nueva» anula el significado del sustantivo «normalidad» y el resultado es un absurdo inquietante.
Nosotros también recuperaremos la vida normal. Sigamos los consejos de nuestros antepasados, y comportémonos con responsabilidad, sin olvidar las prescripciones de la ciencia. Así lo lograremos.
Como aquellos ciudadanos de 1918, también nosotros volveremos a la normalidad. Así que ánimo.
Cuidaos mucho, y cuidad mucho a los que os rodean.
Bibliografía
- El Salmantino.Diario de la tarde: 29 de mayo; 4 de junio; 23, 26, 30 de septiembre; 10, 12, 21 de octubre de 1918; 27 de febrero de 1919
- El Adelanto. Diario de Salamanca :29 de mayo; 15 de junio de 1918; 1 de Julio: 8 9, 15, 20, 21, 24 de septiembre;7, 10, 14, 18 de octubre; 6, 22, 23 de noviembre de 1918
- Avante. Semanario independiente: 1 de junio de 1920
- Los recortes de prensa que aparecen en esta entrada proceden de la web de prensa histórica del Ministerio de Cultura
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Y la historia se repite.Y seguiremos sin aprender. O sin querer aprender. Muy buena entrada.
Besotes!!!
¡Gracias, Margari! Es increíble pero es así. No aprendemos. Lo alucinante es cómo se va repitiendo la historia casi al milímetro. Da hasta miedo. Gracias por leer y por dejar aquí tu impresión. Un besazo!!
Excelente post y excelente paralelismo entre el pasado y el presente de una pandemia.
Compartimos el horror que da oír o leer aquel neologismo "nueva normalidad"…
Como bien indicas, tenemos que volver a nuestra normalidad cotidiana y no a una imposición de un nuevo régimen o sistema, como se intuye al comprobar las acciones y discursos de distintas organizaciones.
Mucho, ánimo y espero que tanto tú como tus seres queridos, hayan salido sanos de esta catástrofe.
Gracias por leer!