En el número 6 de la calle Bordadores se levanta la Casa de las Muertes.
¿De dónde viene su tétrico nombre?
Para responder a esta pregunta hay que estar dispuesto a aventurarse en el movedizo, confuso y oscuro territorio de las leyendas.
Cuentan que la historia de esta casa se remonta al año 1467.
En 1467 vive en este lugar una bella jovencita llamada Elvira Manzano. Don Diego, un joven de noble aspecto, y poco dado a permitir que no se realice su voluntad, se ha enamorado sin remedio de la encantadora Elvira.
El problema principal es que en Salamanca por entonces hay una lucha de bandos nobiliarios: los Monroy y los Manzano. Elvira pertenece al bando de los Manzano y don Diego al de los Monroy. Una especie de Romeo y Julieta a la española, con el matiz de que nuestra Elvira no está enamorada de don Diego, detalle que a don Diego no le parece de importancia… Spain is different…
Don Diego consumido de “amor” elabora un plan para secuestrar a su “amada”. Busca la ayuda de dos soldados sin escrúpulos, Tello e Íñigo, que a su vez consiguen la ayuda de Altamirano, sirviente de la casa de los Manzano.
Una noche que Elvira está sola en compañía de quien ella cree que es su fiel Altamirano, escuchan ruido en la casa. Alguien ha entrado. Altamirano que ya no puede aguantar más su mala conciencia, confiesa a su joven señora la traición y los planes de don Diego.
Elvira no pierde la calma y decide fingir su muerte. Compone la escena con unos eficaces efectos de luces. Deja que la oscuridad se adueñe de sus aposentos, se deja caer en la alfombra con un crucifijo en la mano, y su muerte fingida queda apenas iluminada por la tenue luz de la luna y la lamparilla de la Virgen que preside la habitación.
Don Diego no puede aguantar por más tiempo la separación de su deseada Elvira. Abre la puerta de los aposentos de la joven con ardorosa violencia, pero no tiene más remedio que detenerse demudado a contemplar la escena.
Mira a su “amada” creyéndola muerta, mira después la imagen de la Virgen a la luz temblona de las velas, y cae de rodillas envuelto en llanto, culpa y arrepentimiento.
Entre tanto Altamirano no ha estado ocioso. Ha hecho creer a Tello e Íñigo que sigue estando de su lado. Y con la excusa de llevarlos a un aposento lleno de riquezas que pueden saquear, los conduce por una escalera de caracol hasta una cueva abierta en roca viva.
En el interior de esa cueva, la madre de Elvira, Doña Mencia de Asuero, había colocado los cadáveres de sus dos hijos mayores, muertos a manos de doña María la Brava que los decapitó sin piedad para vengar a su vez la muerte de sus hijos.
Cuando Tello e Íñigo entran en la cueva, en lugar de riquezas encuentran los dos cadáveres sin cabeza. Pero es tarde para escapar. Altamirano cierra para siempre la puerta.
Lo siguiente que se sabe de Don Diego es que ingresó en un convento, se dedicó a la vida religiosa y murió nada menos que santo.
De Tello e Íñigo no volvió a saberse nada hasta que años y años después, con motivo de unas excavaciones para reconstruir la casa (¿quizá cuando se edificó la casa de las muertes en el siglo XVI?) aparecieron en aquella oquedad entre rocas cuatro cadáveres: los de Tello, Íñigo, y los de los dos jóvenes Manzano que doña María la Brava dejó sin cabeza.
El hallazgo de los cadáveres horrorizó tanto a los salmantinos que desde entonces dieron en llamar a la casa como la de las muertes.
Cuentan que años después sucedió otra historia macabra en el interior de la casa de las Muertes.
La costumbre de heredar nombres de antepasados, la simple casualidad, o la oscuridad confusa que rodea a las leyendas hace que los nombres de los protagonistas de la siguiente historia sean muy parecidos a los de la anterior. Él vuelve a llamarse don Diego y ella ahora se llama doña Mencia.
Don Diego es un soldado poeta. Un joven valiente muy temido por sus enemigos en el combate, y un trovador apasionado que con sus versos vence la resistencia de las más firmes voluntades femeninas. Un donjuán en toda regla que ha conquistado a muchas mujeres a lo largo y ancho de la ciudad, y a todas ha despreciado.
Hasta que un día conoce a doña Mencia. Una joven muy bella recién salida del convento, tímida y callada. O eso cree don Diego…
Se casan. El matrimonio vive en la que hoy conocemos como casa de las Muertes. Don Diego tarda poco en descubrir que ha tomado por esposa a la horma de su zapato.
Doña Mencia aprovecha las ausencias guerreras de su marido para divertirse con unos y con otros.
Salamanca siempre ha sido una ciudad pequeña, y las habladurías llegan pronto a oídos de don Diego. Nuestro Don Juan charro regresa al galope a Salamanca, finge no dar crédito a las noticias, pero el burlador burlado prepara su venganza.
Los amantes de doña Mencia empiezan a aparecer misteriosamente muertos a los pies del balcón. Don Diego es tan diestro en el combate, que sus víctimas no tienen tiempo ni de gritar. Nadie escucha nada y los cadáveres empiezan a amontonarse. Ya han muerto dos hombres a los pies de su casa, y ningún otro con dos dedos de frente se atreve a mirar a doña Mencia.
Hasta que aparece don Lope, quien seducido por los encantos de doña Mencia, está dispuesto a desafiar cualquier peligro por estar con ella.
La noche en la que han decidido consumar su atracción, don Lope se encamina a la casa de las Muertes. El viento que recorre la ciudad es atronador. Rompe a llover. Emboscado en la oscuridad de la calle Bordadores don Diego espera.
Don Lope llama a la puerta de la casa con la señal convenida. Por entre el aullido del viento y el golpear de la lluvia escucha de pronto gritos a su espalda:
—¡Defendeos, don Lope!
Don Lope echa mano a su espada. Los rugidos del viento ocultan los gritos de la pelea y el chocar de las espadas.
Doña Mencia despreocupada y feliz da el último toque a sus rizos, se pellizca las mejillas y espera ilusionada entre perfumes la llegada de don Lope.
En ese instante don Lope cae muerto en la calle. Don Diego da dos pasos hacia su vivienda y por un momento vacila. Parece que también va a caer, pero ayudándose de la espada recupera el equilibro.
Doña Mencia sonríe al sentir que la puerta de su habitación se abre. Se vuelve para recibir a don Lope, y empalidece al ver a su marido observándola, apoyado un brazo en la pared y colgándole del otro la espada cubierta de sangre. Horrorizada adivina lo sucedido:
—¡No me mates! ¡No me mates, por favor!
Diego avanza hacia ella. Pero cae al suelo. Tiene una herida en el costado por la que se le está yendo la vida. Mencia aprovecha para quitarle la espada y tirarla por el balcón. No puede evitar un grito al ver el cuerpo de don Lope tendido en la calle. Aterrada pero llena de rabia se vuelve a mirar a Diego. Pero Diego ya no está allí.
Mencia presiente el peligro y no se atreve a dar un paso. Intenta calmar el llanto y buscar a Diego con la mirada, pero no descubre dónde está. De pronto Diego se abalanza sobre ella, le agarra el cuello y empieza a apretar con furia.
A la mañana siguiente los vecinos descubren el cuerpo sin vida de don Lope tendido en la calle. Miran hacia la casa, y a través del balcón abierto ven muertos a la pareja. Ella con el rostro amoratado y los ojos todavía abiertos y horrorizados. Él atenazando aún entre sus manos el cuello de ella, como si ni aún después de muerto estuviera dispuesto a soltar lo que creyó de su propiedad.
Desde entonces los salmantinos llaman a esa casa la de las muertes.
De las leyendas a la literatura apenas hay distancia, así que demos sin complejos el salto, y vamos a adentrarnos en la disparatada historia de Francisco Botello de Moraes y Vasconcelos.
En su alocada novela Las cuevas de Salamanca, cuenta el escritor portugués que el demonio que habitaba en algún lugar del entramado de cuevas salmantino traía a mal traer a la provincia. El demonio exigía que todos los años una salmantina le fuera sacrificada. La desgraciada joven era elegida por sorteo entre todas las jóvenes de Salamanca, Villares, Cabrerizos, Villamayor, la Aldehuela, Tejares y Calvarrasa. A cambio el demonio prometía no hacer daño a ninguna de estas poblaciones.
Cada año, en una noche sin luna, la desafortunada joven era abandonada en la boca de la cueva. El demonio la mataba, y lo único que se volvía a ver de la joven era su calavera tirada en el mismo lugar donde cobardemente la abandonaron a su mala suerte los suyos.
Escribe Francisco Botello de Moraes y Vasconcelos, que las calaveras de tan desgraciadas muchachas, para que nunca nadie más las cogiera <<encontraron refugio en la calle de las Muertes y se subieron a la pared de una de sus más altas casas>>.
Tal y como cuenta el escritor portugués parece ser que la calle Bordadores antes se llamó calle de las Muertes.
En A hand-book for travellers in Spain, and readers at home… su autor, Richard Ford dice:
La calle de las Muertes se llama así por la casa construida por el Arzobispo Fonseca,…
De la calle de las Muertes también habla El Lábaro en su edición del 22 de marzo de 1898:
En el Semanario de Avisos del 25 de mayo de 1815 se anuncia la venta de una casa en la calle de las Muertes.
Queda más o menos comprobado que la calle Bordadores antes se llamó de las Muertes.
Unos opinan que la calle tomó el nombre de la casa y otros que la casa tomó el nombre de la calle… ¿Quién fue primero, la gallina o el huevo…? Yo me inclino más por la primera opción. Veo muy capaz a esta casa de dar nombre a la calle entera.
Volvemos a las calaveras de las desgraciadas muchachas sacrificadas al demonio, y refugiadas en la fachada de la casa más alta de la calle de las Muertes. Después de leer la historia de Moraes y Vasconcelos, ¿a que se miran con otros ojos las calaveras de la casa de las Muertes…?
Pues que nadie se deje impresionar demasiado, porque las calaveras que vemos hoy en la fachada ¡no son las mismas que inspiraron a Moraes y Vasconcelos!
Hay quien dice que las calaveras estuvieron en la fachada hasta el temblor de tierra de 1755. Como si a consecuencia del terremoto las calaveras se hubieran caído de la fachada.
Pero otros afirman que las calaveras fueron eliminadas intencionadamente para frenar la creciente superstición y el temor que inspiraban a las gentes.
La fotografía anterior se publicó en La Gaceta de Bellas Artes el 1 de noviembre de 1924. Si nos fijamos en los balcones superiores vemos que en el lugar de las calaveras hay unas inofensivas bolas de piedra:
Desde finales del siglo XIX y principios del XX, tanto en libros como en prensa o en folletos, son numerosas las alusiones a las calaveras desaparecidas: «calaveras esculpidas que había entre los relieves»; «calaveras esculpidas según se dice entre sus relieves y que no han dejado rastro de sí»; «calaveras que ostentaba su fachada»; «hubo un tiempo en que en su portada había algunas calaveras de piedra». También Pedro Antonio de Alarcón escribió sobre «la circunstancia de haber ostentado, entre los adornos de su portada, hasta hace muy poco tiempo, varias calaveras de piedra borradas».
Las calaveras debieron de reaparecer en la fachada después de alguna restauración.
Porque la casa de las Muertes desde su construcción ha pasado por varias restauraciones.
A finales del siglo XIX la casa de las muertes estaba en ruinas. Y los periódicos lo denunciaban con esa agudeza y humor (esta vez algo negro) de la prensa de antes:
La casa de las Muertes
se viene abajo,
y es fácil que esta casa
muera matando.
En 1888 los periódicos publican que se ha iniciado el derribo de la casa de las Muertes, y también la intención del propietario de conservar la fachada.
La reforma que se hiciera no debió de ser muy buena porque treinta y tres años después, en 1921, El Adelanto denuncia que la Casa de las Muertes amenaza ruina, y además se quejan de que los agentes meteorológicos han dejado la efigie del arzobispo Fonseca sin narices.
Entrados los años sesenta, En Catálogo Monumental de España publicado en 1967, se habla de una nueva restauración:
Quizá fue en está restauración de los años sesenta cuando se recuperaron las calaveras, que son por tanto muy posteriores a la casa y a sus leyendas.
Los más reacios a soportar en la vida la más pequeña sombra de misterio, y a rechazar cualquier historia que no pueda ser pesada, medida, archivada y comprobada científicamente, para explicar el tétrico nombre de esta casa prefieren llamar la atención sobre las calaveras de la fachada (las actuales y sus antepasadas desaparecidas), y explican que en tiempos antiguos las gentes llamaban a las calavereas “muertes”. Y al estar talladas en la fachada varias “muertes”, empezaron a referirse a la casa como la de las muertes.
No es por fastidiar ni por llevarles la contraria, pero revisando los diccionarios de otros siglos de la RAE, que pueden consultarse aquí, no parece que fuera tan popular eso de llamar a las calaveras “muertes”. Pero bueno, si ellos lo dicen por algo será…
Eliminadas las calaveras de la fachada es de suponer que desde fuera la casa de las Muertes dejó de tener ese toque siniestro con el que se construyó. Sin embargo dicen que en su interior siguieron ocurriendo historias siniestras…
Cuentan que a mediados del siglo XlX, una inquilina de la casa que vivía allí sola fue asesinada misteriosamente. Tan misteriosamente que jamás pudo darse con el asesino ni ahuyentar la creencia de que algo sobrenatural pudiera andar detrás de aquella muerte.
Cuentan también, que toda la familia de un sacerdote fue arrojada a un pozo de la casa sin que pudiera descubrirse tampoco el misterio de aquellas muertes.
Se rumorea que durante mucho tiempo la casa estuvo cerrada sin que nadie se atreviera a habitarla.
Pedro Antonio de Alarcón, en su visita a Salamanca, la describe como bella, triste y cerrada. Y pide más información sobre el edificio a una huevera que pasa por allí. La mujer aunque no se explaya mucho es muy tajante:
—Esa es la casa de las muertes […] No llamen ustedes que ahí no vive nadie.
—¿Y por qué no?
—Porque ahí hubo siete muertes.
Cuentan que durante mucho tiempo corrió el rumor por la ciudad de que se escuchaban ruidos extraños en la casa de las Muertes. Y entre más o menos aspavientos, se comentaba que en la casa de las Muertes había un fantasma a cuya aparición siempre seguía una muerte…
A principios del siglo XX, El Lábaro. en su cruzada contra la irracionalidad se arma de ironía, aunque a la vez deja constancia de la misteriosa leyenda de la casa de las muertes:
En aquel caserón se escuchan de noche ruidos de cadenas que se arrastran y gemidos de las almas en pena; por aquel caserón nobiliario rondan en las noches de invierno brujas y duendes.
No sé si brujas y duendes, pero lo que si nos ronda la cabeza al pasar por la casa de las Muertes son las historias que guardan sus muros, la belleza de la fachada interrumpida por el sobresalto de las calaveras, y esa eterna pregunta… ¿de qué se reirán siempre tanto las calaveras…?
¡Que aprovechen los buñuelos y los huesitos de santo!
Bibliografía
- Recuerdos y bellezas de España : obra destinada a dar a conocer sus monumentos y antigüedades, en láminas dibujadas… Parcerisa F. J
- A hand-book for travellers in Spain, and readers at home : describing the country and cities, the natives and their… (1845) Ford, Richard
- Las Cuevas de Salamanca. Francisco Botello de Moraes y Vasconcelos. 1737
- Una vuelta por Salamanca : elogios, algunos monumentos, de historia salmantina, hombres ilustres del pasado y del presente, gente nueva
- El Adelanto. 10 de octubre de 1906, 5 julio de 1913, 11 de octubre de 1921
- Dos días en Salamanca. Pedro López de Alarcón.
- Castilla madre, Salamanca (de la tierra, de las piedras y de los hombres) Valero Martín, Alberto Madrid, renacimiento 1916
- Basílica Teresiana. 15 de enero de 1904
- El Lábaro Diario independiente. 22 de marzo de 1898, 21 de agosto de 1905, 12 octubre de 1906
- Religión y arte guía descriptiva de los principales monumentos arquitectónicos de Salamanca 1901,Vicente Bajo.
- Catalogo monumental de España. Tomo l 1967 Manuel Gómez Moreno
- Gaceta de Bellas Artes. 1 de noviembre de 1924
- Diario de Salamanca Órgano del Partido Liberal Dinástico 14 de agosto, 10 de septiembre de1888
- Semanario de Avisos. 25 de mayo de 1815
- El fomento. 11 de septiembre de 1888
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Sobrecogedor, todavía recuerdo cuando mi abuela materna me contaba historias y leyendas que como buena Toledana le encantaba relatar. Narraba entre otras la leyenda de la Casa de las muertes y el porque de su terrible nombre. Lo cierto es que por mucho que he buscado y por lo leido hoy en tu entrada nunca he encontrado la historia que me contó.
Un saludo y no dejes de contar buenas historias.
Hola, Manuel! Seguro que la leyenda que te contaba tu abuela es impresionante. Si nunca has encontrado la historia que te contó, tu abuela te dejó un tesoro. Las historias que cuentan las abuelas siempre son insuperables.
¡Muchas gracias por tu comentario! ¡Saludos!
…y ahora que lo pienso….¿no creéis que puede haber relación entre estas calaveras y las de la fachada de la universidad? ….
Enhorabuena, como siempre, genial post. ¿quién dijo miedo? algún día podremos hacer una película con esto. 🙂
Me resulta curioso también el "genio" que decidió colocar las calaveras de nuevo y me imagino que poco tienen que ver con las originales. Supongo que serán esas cosas que tienen los restauradores del XIX.
Por cierto,…no funciona el link al diccinario histórico.
Saludos!
Enhorabuena, como siempre, genial post. ¿quién dijo miedo? algún día podremos hacer una película con esto. 🙂
Me resulta curioso también el "genio" que decidió colocar las calaveras de nuevo y me imagino que poco tienen que ver con las originales. Supongo que serán esas cosas que tienen los restauradores del XIX.
Por cierto,…no funciona el link al diccinario histórico.
Saludos!
Yo también había pensado que seguramente estas calaveras se parecen poco a las originales. ¡Gracias por el aviso de lo del link! No había forma de hacer que funcionara. He puesto el link a la página inicial, para entrar hay que pulsar en la parte inferior de la página en el link "Acceso a la aplicación de consulta".
Y sí. Las calaveras de la fachada de la uni, las de la casa de las muertes… demasiada calavera para no estar relacionadas…
Gracias y saludos!!
Interesantísimo, asombra que puedas tener algo tan cerca, con historia tan interesante e ignorarlo. Gracias por tanta información, y tan amena. Te sigo encantado, esperando más historias…de momento, leeré las antiguas.
Un saludo 🙂
Hola, Explorador. Muchas gracias! Yo soy la primera que me sorprendo cuando me encuentro con estas historias! Salamanca está llena de sorpresas. Saludos!!