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En 1880, la escritora salmantina Matilde Cherner, medio emboscada tras el seudónimo de Rafael Luna, publica la novela María Magdalena (Estudio social).

Nos cuenta la historia de una prostituta, Magdalena, que vive en la ciudad de Salamanca, en una casa del barrio de Los Caídos (barrio Chino), a las órdenes de una vieja que todos apodan Celestina, por dedicarse a lo mismo a lo que se dedicó cuatrocientos años antes la Celestina literaria.

La historia de cómo los sueños de Magdalena chocan contra la realidad y desaparecen sirve a la escritora para hacer una feroz crítica social.

Lanza sus dardos contra la tolerancia y aceptación social de la prostitución, de la que en aquellos tiempos se debatía la conveniencia de su legalización —tema que, desgraciadamente, sigue sin perder actualidad—. Critica la discriminación de la mujer, la pobre formación cultural destinada a las niñas que las condenaba de por vida a una existencia peligrosamente dependiente. Desmitifica el amor. En la novela, la fuerza del amor sólo resplandece en un contexto idílico, aislado del mundo real. Al contacto con la realidad, el amor se llena de conveniencias y, como otro sueño más, desaparece.

Selección de fragmentos

¿Para qué la ciencia, si no lleva la fortaleza y la esperanza á un alma atribulada?

 Algunas personas […] procuraron consolarnos y hacernos compañía […] poco á poco fueron dejando de visitarnos; […] las visitas, como todo lo de este mundo, solo se sostienen por el interés y la reciprocidad.

Y mi querido Quijote,[…]. Aquel precioso libro […] al leerlo ahora con el alma llena de dolor y el corazón oprimido por tristes presentimientos, hallaba ocultos en él mil pensamientos profundos y filosóficos que hasta entonces jamás descubrí, y en sus eternos y siempre oportunos chistes, un fondo de resignada y meditativa tristeza.

Aquel libro, mi único amigo, mi único consuelo.

Mi madre, aunque joven, se hallaba enferma y abatida, víctima de su educación y sus costumbres.

¡Por qué ellas llevan erguida la frente que nosotras tenemos que ocultar entre el fango!…
¿Es Dios, es el mundo, quien nos marcó tan distintos destinos? ¿O es que el hombre, duro y egoísta, les impone á ellas su virtud, como á nosotras nuestra impureza?…

Salamanca es el escenario que rodea a Magdalena en su peregrinaje hacia la decepción total. La ciudad “vetusta en la que se respiran aún los vientos clásicos de los siglos XV y XVI”, la ciudad dorada y mítica, muy querida para la protagonista y para su madre, se vuelve oscura enseguida. Lo primero que ve Magdalena cuando llega a Salamanca son sus torreones “pardos y sombríos”.

Mi primera impresión al descubrir aquella ciudad tan triste, oscura y solitaria, perezosamente dormida á la orilla del melancólico Tormes, que baña sus ruinosas murallas, fue tan dolorosa, que se oprimió fuertemente mi corazón.

Magdalena afronta la enfermedad y la muerte de su madre en una casa miserable, cercana a las ruinas del convento de los Agustinos —actuales restos del Botánico—. Tras darle sepultura, sola y desamparada en la oscura ciudad de torreones pardos, decide acabar con su vida adolescente en las aguas del Tormes:

La casa que habitábamos estaba situada cerca del sitio donde aún hoy existen las ruinas del convento de San Agustín, y la ruta que yo me había marcado me llevaba primero á la plazuela de San Isidro, y después, bajando por la Compañía, á la puerta de San Bernardo, y últimamente al río, que no lejos de allí corre.

Calle Compañía Salamanca

Me precipitaba por la Compañía abajo, cual arrastrada de un fatal torbellino. Al llegar á las Agustinas, mis piernas principiaron á flaquear y mi cabeza á desvanecerse, y solo aquella fija y horrible idea que á la muerte me arrastraba dábame fuerza para proseguir mi camino.

Las Agustinas y el Palacio de Monterrey Salamanca

En este estado de delirante postración llegué á dar vista al Campo de San Francisco. Yo marchaba fuera del Campo, siguiendo la línea de los edificios que han sustituido al antiguo convento, y mi imaginación, fluctuando entre su resolución y su anonadamiento, y mis piernas vacilantes á causa de aquella larga carrera, después de tan larga postración y cuando hacía dos días que me hallaba falta de alimento, fuéronse paralizando gradualmente, y caí sin sentido á la embocadura de la calle que da vista á la Casa-Hospicio.

Calle Ramón y Cajal palacio de Fonseca Salamanca

Este es el punto de partida de la novela. Magdalena no llegará al Tormes, sino que caerá en manos de la Celestina…

La descripción, realista al milímetro, de la ruta suicida que emprende Magdalena choca contra el idealismo extremo y algo vago con que la escritora describe el escenario —fuera de la ciudad— donde se desarrollará la breve etapa de felicidad de Magdalena. Las descripciones realistas de Salamanca contrastan con las idílicas de sus afueras, en un efecto que parece subrayar la oposición, el choque fatal, de los sueños contra la realidad.

Desde este punto de vista, las descripciones realistas de Salamanca que aparecen en la novela pueden considerarse como una fotografía que nos ayuda a conocer un poco la Salamanca de mediados-fines del XIX:

Casas estrechas y tristes, cuyos verdosos tejados denunciaban la crudeza del clima, […] angostas y tortuosas calles, pésimamente empedradas, y donde aún existían las huellas de su pasado esplendor [sic]; ora en una magnífica y aislada portada, ora en un viejo paredón derruido, ora en alguna almena ó torre solitaria;
[…] grandiosos monumentos que aún conserva, […] aquel recinto tan severo y misterioso.

La novela María Magdalena viene precedida de una introducción donde la escritora confiesa que la novela lleva escrita un tiempo.

Matilde Cherner debió de tener muchísimos problemas para publicar esta novela. En 1880 era una escritora medianamente conocida, sobre todo en los medios periodísticos donde ya había publicado por entregas algunas de sus anteriores novelas, también artículos, cuentos y poemas. Sin embargo esta novela tuvo que guardarla un tiempo en el cajón. El motivo; su temática y también que hubiera salido de la pluma de una mujer.

En el siglo XIX no estaba bien visto que una mujer escritora tratara ciertos temas. La prostitución era uno de esos temas. Y es que a quién se le ocurre nacer mujer en el siglo XIX y escribir de prostitución, política, deseo sexual…

Matilde Cherner debió de buscar y rebuscar alguna editorial o revista que se atreviera a publicar la novela, pero no la encontró.

El 4 de abril de 1880, en el Periódico La Mañana. Diario político literario, se publica el prólogo y la introducción de María Magdalena firmada por Rafael Luna y con un “continuará” final que hacía pensar que el periódico se liaba la manta a la cabeza y se lanzaba a la publicación por entregas de la novela de Cherner. La novela continúa en el siguiente número del periódico, sin embargo no sigue más allá. Después del 6 de abril de 1880 la publicación de María Magdalena en La Mañana misteriosamente se detiene.

Sobre los motivos sólo podemos especular. ¿Demasiado fuerte para los lectores de La Mañana? ¿Demasiado polémica para los directivos de La Mañana? ¿Algún desacuerdo de última hora con la autora?

Fuera como fuera, lo cierto es que Cherner tira por la calle del medio, y aun sin tener una especial fortuna, siendo más pobre que rica pero con plena confianza en su trabajo, opta por invertir en sí misma y autoeditar su novela.

En las hojas finales del libro se anuncia cómo conseguir ejemplares de la novela:

Se halla de venta en las principales librerías, al precio de 10 reales en toda España.
Los pedidos se harán a su autor, calle de la Palma Alta, num 21, cuarto 3º

Que los pedidos tuvieran que hacerse al domicilio de la escritora, es lo que hace sospechar que la tirada de ejemplares que se imprimieran entonces fueron fruto de la autoedición.

Matilde Cherner para dar a conocer la edición de su novela debió de mandarla a varios periódicos y revistas. Aproximadamente por el verano de 1880 es cuando empiezan a aparecer en la prensa algunas reseñas de María Magdalena.

Para promocionar más su novela, también debió de enviarla a personalidades de la época.

El ejemplar que conserva la Biblioteca Nacional perteneció a Francisco Pi y Margall, a quien la escritora seguramente conoció debido al intenso activismo político que a lo largo de su vida desplegó en el Partido Republicano Federal. El ejemplar contiene una dedicatoria de la escritora.

Sabemos que también envió un ejemplar a Villar y Macías, amigo de la escritora.

A pesar de los esfuerzos de Matilde Cherner, María Magdalena no obtuvo muchos éxitos. Consiguió alguna reseña en algunos periódicos, pero en general la novela no logró el eco que merecía.

La historia de Magdalena, sus decepciones, sus cavilaciones políticas y filosóficas, ciento cuarenta y tres años después de que se escribieran, siguen conmoviendo al lector que se adentra en sus páginas.

Es una novela que su autora calificó de realista, incluso naturalista. Pero además tiene elementos de la literatura del Romanticismo, como no podía ser de otra forma en una novela de transición. Temas como la muerte, la angustia existencial, el amor mítico se mezclan con la crítica social y una preocupación por ir más allá del yo, y luchar para transformar nada menos que el mundo y hacer de él un lugar mejor, muy en consonancia con el activismo político de la escritora.

María Magdalena (estudio social) es una muy buena novela que gracias a la biblioteca digital de la Biblioteca Nacional hoy podemos disfrutar online

Lectura online en la web de la Bilblioteca Nacional

Para quien prefiera leer en papel, el año pasado la editorial Espinas recuperó esta novela.

Leer María Magdalena estudio social —da igual si elegís la edición original de la Biblioteca Nacional o la edición actual— contribuirá a que esta novela, la más polémica de Matilde Cherner,  que discurre por las calles de Salamanca, respirando los ecos de La Celestina y el Lazarillo de Tormes, no se olvide. Así no se cumplirá lo que Magdalena escribe al principio de la novela:

¿Qué importa, si estas pobres páginas, triste recreo de mi agonizante vida, con ella acabarán, y con ella irán a morir en el polvo del olvido?…

María Magdalena de Matilde Cherner no merece morir en el polvo del olvido.


Si quieres saber más de Matilde Cherner:

Matilde Cherner salmantina en el olvido.

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