Ya está aquí la Navidad. Esa época que de niños huele a dulce y de mayores a chamusquina.
El estrés de los regalos, el cansancio de cocinar extra. Otra vez a respirar hondo para que no duelan las Nochebuenas que se vienen y que también se van. Otra vez el balance de lo bueno y malo a la caída del sol en la Nochevieja, y otra vez la lista de propósitos a ver si el año que viene se porta mejor que el que se va.
Pero que nadie se venga abajo por la que se nos viene encima: encuentros, desencuentros, nostalgias, soledades, sonrisas que cuesta un imperio mantener… Muchos otros antes que nosotros sobrevivieron a las Navidades. Y las suyas eran tan complicadas como las nuestras.
A los que estáis aburridos de aglomeraciones en el centro comercial, de colas interminables en la caja del súper, de que no haya en los estantes ni una tableta del turrón favorito y no quede rastro del juguete de moda, os conviene tener en cuenta que esta historia es muy vieja.
Para demostrarlo, para ver cómo eran aquella Navidades de antes, vámonos de viaje en el tiempo hasta una ciudad de provincias de finales de siglo XIX y principios del XX. Es dorada, tiene dos catedrales y la plaza mayor más bonita de la galaxia.😉 Su nombre: Salamanca.
Navidades de antaño en aquella Salamanca
Una marabunta de salmantinos inundan un famoso establecimiento de la Plaza Mayor. Han venido a la caza de turones, mazapanes, higos, nueces, licores, fiambres… Estamos en la bonita tienda de don Enrique Prieto. En Navidad atienden al público nada menos que catorce o quince dependientes —reíros vosotros de El Corte Inglés—.
Si no había suerte en la tienda de don Enrique o las colas disuadían de la intención de entrar, el salmantino medio que afrontara el aprovisionamiento para las Navidades se dirigía a los ultramarinos y confiterías de la ciudad, envueltos también en aglomeraciones.
¿He dicho salmantino medio? Pues me he equivocado, porque la encargada del avituallamiento a finales del siglo XIX y principios del XX era sin la menor duda una salmantina. Nuestra salmantina media abandona la cola que se ha formado a la puerta de la tienda de don Enrique y camina algo nerviosa hacia la confitería La Madrileña, que aún resiste en nuestros días en la plaza mayor. En aquella época se anunciaba así:
Al salir de La Madrileña, nuestra salmantina sujeta con firmeza su paquetito de turrones y frunce un poco el ceño, porque sabe que le esperan ahora las acumulaciones del Mercado Central, donde según la prensa de la época tiene muchas posibilidades de encontrar ya cerrados algunos puestos, especialmente los de dulces que eran los primeros en quedarse sin existencias.
Si la animosa salmantina a la que estamos siguiendo los pasos tiene hijos, se las va a tener que ingeniar, como los padres de hoy, para hacerse con el traje de pastora, pastor, ángel, árbol, estrella, bola navideña, regalo… o vaya usted a saber el personaje que les toque representar a los pequeños en la función de Navidad.
Aquellas nochebuenas eran tan frías, neblinosos e invernales como las nuestras. La diferencia es que entonces no abría ni un café ni un bar en toda la ciudad. Los noctámbulos que se avistaban en los alrededores de la media noche iban todos rapidito y bien abrigados a un único destino: la misa del gallo. Eso, los que no tenían una posición económica elevada y una casa opulenta, porque en este caso las misas del gallo se celebraban a domicilio, porque en las viviendas de los ricos se estilaban las capillas privadas.
Otra Nochebuena se ha ido pero la Navidad no ha hecho más que empezar. Las tiendas de la ciudad se preparan para la avalancha de padres, abuelos, tíos y demás parentela a la caza y captura del regalo solicitado en la carta a los reyes magos.
Nuestra aguerrida salmantina, que no tiene tiempo de engordar por las cenas y comidas de estos días, porque la pobre mujer no para de agobiarse y trabajar para que las celebraciones sean perfectas, está ahora mirando juguetes y curiosos obsequios en los escaparates de Jesús Rodríguez López, en la plaza mayor.
Los regalos de moda en aquellos tiempos podían ser algo tan peculiar como cajas de hierro y bronce repujado, que servían tanto de joyero como de bombonera.
Los escaparates de Jesús Rodríguez en la Plaza Mayor, muestran a los niños colecciones de muñecos que representan a personajes castizos de Madrid. ¡Oh Madrid, Madrid!, la gran ciudad, el gran espejo cosmopolita en el que se miraba —¿se mira?— toda ciudad provinciana…
Los juguetes del momento son el muñeco madrileño por excelencia: don Nicanor tocando el tambor. Que atrajo a cientos de niños durante muchos, muchos años, y que tiene el honor de haber pasado a la literatura tiempo después, gracias a que la niña Carmiña Martín Gaite jugó mucho con él. Carmen Martín Gaite nos explica cómo era aquel juguete:
Se trataba de unos toscos muñequitos de tela y alambre con cara de garbanzo pepón, un pito adosado a la espalda y delante un tambor. Estaban huecos, y por el borde inferior de ese hueco, que dejaban disimulado los faldellines de tarlatana rosa, azul o amarilla, asomaba un hilito conectado con los brazos de alambre y que, al ser accionado con la mano, los obligaba a repiquetear contra el tamborcillo delantero, armonizándose este tamborileo con los acordes del pito por el cual se soplaba simultáneamente para conseguir un conato más o menos logrado de melodía”
—Verás, mamá, atiende, te voy a tocar Cosacos de Kazán
(…)
—¡Ay!, calla, hija. Pues vaya una monserga con el dichoso donnicanor. Todos los años igual. También son ganas de gastar dinero
—El hombre ha dicho que de tocar se aprende.
—Bueno, él qué va a decir. Con tal de vender.
—No creas. Ha sido muy bueno. Me ha dado el suyo, el mismo que estaba tocando él.
—¡Jesús, qué porquería! Para que te cojas lo que no tienes. Por lo menos lávalo.
—No, espera verás, te voy a tocar Cosacos de Kazán, a él le salía muy bien, toc toc, piiii…**Carmen Martín Gaite. El cuento de nunca acabar (apuntes sobre la narración, el amor y la mentira)
También hacía furor entre la chiquillería de provincias la muñeca de la Tía Javiera, una famosa vendedora de rosquillas madrileña que murió en el siglo XIX, y que así como el Cid Campeador ganó batallas después de muerto, ésta siguió vendiendo rosquillas hasta bien entrado el siglo XX.
En el escaparate que mira nuestra protagonista también hay muñecos del chulapón y la chulapona y muñecos de trapo de la más alta tecnología. Mueven los ojos, gritan y hasta andan. Un poco más allá se ven juegos de construcciones, autos, trenes, carros y hasta ¡cines de juguete! Y nosotros pensando que el Cinexín era lo nunca visto..
Por la cara que está poniendo nuestra salmantina me temo que el precio de estos juguetes se le sale del presupuesto. Da un pequeño suspiro, sale de la plaza mayor y sube por la calle Zamora hasta llegar a un Todo a 65 —céntimos de peseta— . Y es que nuestros Todo a 100 —y ahora nuestros casi todo a menos de 1€— tampoco son ninguna novedad.
En el concurrido Todo a 65 nuestra protagonista va a poder elegir entre cornetas, tambores, y baratijas seguro que muy interesantes.
En 1914 El Castellano hace una curiosa propuesta a los niños de Salamanca y la provincia ; el periódico se disponía a publicar el día 5 de enero todas las cartas a los reyes magos que los niños le envíen a la redacción, siempre y cuando se ajusten al formulario que propone el periódico:
Formulario de cartas
A S.M. el Santo Rey Melchor,
A S.M. el Santo Rey Gaspar,
A S.M. el Santo Rey Baltasar.
Señor: el que se dirige a Vuestra Majestad lo hace con permiso de sus padres, rogándole que al pasar esta noche por esta su casa, calle de…, num…, deje (en el balcón o ventana, lo que pida el niño o niña), en conmemoración del nacimiento del niño Jesús de Belén.
Quedándole muy (agradecido o agradecida) de este majestuoso y Santo regalo.
Salamanca … de… de 191…
El nombre y apellido del niño o niña.
Nota. —Los niños y niñas se dirigirán a un solo Rey pidiéndole el regalo.
Una pena que no haya encontrado el ejemplar de El Castellano del 5 de enero, porque fijo que en los espacios entre paréntesis algún crío se desmadraba un poco y saltaba algún chispazo divertido, para compensar el tono funcionarial del formulario; que vaya con la chunga de los de El Castellano, sólo les faltó entregar copa y puro a cada niña/o que rellenara el formulario.
Los Reyes Magos del finales del XIX y principios del XX también tenían su cabalgata. Más sobria que la de hoy porque en aquella época se iba más al grano. Los heraldos de sus majestades de Oriente portando antorchas a la cabeza de la Cabalgata, sus majestades a lomos de caballos, y a continuación remolques con el montón de juguetes que iban a entregarse a los niños más desfavorecidos de la ciudad.
¿No suena más bonita aquella cabalgata que las que vemos hoy? Esas carrozas que no se sabe bien qué representan ni a cuento de qué preceden a los reyes magos, esos personajes extraños que hacen perfomance igual de extrañas, componiendo todos una corte real de lo más surrealista. Pero claro nosotros vivimos en los tiempos del aparentar, los tiempos de la competición por el árbol de navidad más alto, la iluminación más potente, el portal de Belén con figuras tan altas como un bloque de viviendas y la cabalgata más rellena de cosas, lo principal es que abulte todo mucho…
Pero dejémonos de charlas que estamos perdiendo de vista a nuestra amiga salmantina. Va con un pequeño de su familia a ver esa cabalgata tan bonita, que ha salido a las cinco de la tarde de la puerta de Zamora y que va a pasar por la plaza Mayor, recorrerá la Rúa y terminará en la plaza de san Isidro, donde estaba el Círculo de Obreros que era quien organizaba en aquellos tiempos la cabalgata.
¡Vaya por dios!, entre la animada agitación de la noche de reyes hemos perdido de vista a nuestra amiga. No queda más remedio que despedirnos de ella en este punto.
Las navidades de antes, tan parecidas a las nuestras, tocan a su fin y este escrito navideño también. Pero no termino sin desearos a todos, a pesar de los pesares, que paséis muy felices fiestas 😊🎄🎅
*Artículo actualizado y ampliado en diciembre de 2023
Agradecimientos
Al Museo de Comercio de Salamanca, que tan extraordinaria labor realiza con sus exposiciones y publicaciones para conservar la memoria de la ciudad, por permitir la reproducción en este blog de la fotografía del establecimiento comercial de Enrique Prieto.
Bibliografía
- Basílica Teresiana. año 77. 1904; 1898
- El Adelanto 5 de enero de 1904; 28, 26 de diciembre de 1918, 20 de diciembre, 5 de enero de 1921; 24,25 de diciembre de 1932
- El Castellano 1914
- El Lábaro 6 de diciembre de 1902
- El progreso 4 de enero de 1885
- El mundo cómico semanario humorístico 16 de mayo de 1875
- El Salmantino 18 de diciembre de 1912
- El paisaje comercial de Salamanca (II) 1930-1960)Catálogo de la exposición (julio-octubre de 2012. Museo del comercio y la industria de Salamanca.
Imagen de cabecera de este artículo: La Esfera : ilustración mundial: Año V Número 260 – 1918 diciembre 21. Prensa Histórica. Ministerio de cultura
[S.l. : s.n.], 21/12/1918
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Una entrada muy entrañable a la vez que documentada. Al final, nada nuevo bajo el sol o las estrellas…incluidas las Navidades, las crisis y otras modernidades no tan modernas.
Felices fiestas, Laura y nuestros mejores deseos para un 2013 con Salamanca en nuestro corazón.
He disfrutado un montón con tu Navidad de antaño. Y con el reconocimiento al comercio salmantino cuando de verdad era salmantino, y no franquicias. Muchas gracias.
Muchísimas gracias, Enrique!!!! ♥ Por leer y por dejar el comentario aquí! Tienes mucha razón en que aquel comercio tenía una personalidad que se va diluyendo. Una reflexión para animarnos a apoyar el valor de lo nuestro. GRACIAS! 😊
Felices fiestas para vosotros también! Lo bueno de revolver entre periódicos viejos es eso que dices, que te das cuenta que es muy cierta la frase aquella de nada nuevo bajo el sol. ¡Feliz Navidad!
Qué blog más fantástico sobre nuestra tierra! Mi más sincera enhorabuena
un saludo desde Entresierras!
Raúl
Cuaderno de Entresierras
Gracias Raul! Me alegra que te guste. Bienvenido y saludos!