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Esta noche es Nochebuena. Llega la noche de la mala suerte —lo dijo Larra—, la noche de los espíritus —lo dijo Dickens—, la de las brujas —lo dijo Gógol. ¡Y quién soy yo para discutir con Larra, Dickens y Gógol! Al caer el sol, bajará la niebla y entre las brumas de otro veinticuatro de diciembre se nos aparecerán los fantasmas de las navidades pasadas y se desatará el brujerío de las ausencias. Tal vez lleguen hasta nosotros los ecos de algunas verdades como las que Larra no quería escuchar en su Nochebuena de 1836

Pero que no cunda el pánico. Gracias a dios nuestros ayuntamientos nos deslumbran con luces de colores y las televisiones nos empujan a salir a comprar, con sus panorámicas en los telediarios de riadas de gente en las arterias comerciales de la gran ciudad. Hay que salir a ver las luces, hay que comprar, hay que comer mucho y hay que beber para olvidar.

Olvidar por ejemplo que la principal causa muerte en 2022 fue la Covid. ¿Cómo? ¿Pero la pandemia no se había acabado? ¡Claro que sí! El punto final de la pandemia lo puso oficialmente la OMS. Pero el Coronavirus no ve la tele y sigue matando, acortando la vida de nuestros mayores, que sin contagiarse de Covido de gripe podrían vivir mucho más…

Mientras tanto, nuestros gobiernos andan entregados al espíritu de la Navidad, concentrando esfuerzos en deslumbrarnos con navideños efectos de luces, sin hacernos la menor recomendación de usar mascarilla cada vez que nos resfriemos, para dejar de ir por el mundo matando a estornudo limpio a mayores y vulnerables. Cualquiera diría que a nuestros gobiernos les interesa que se nos mueran los viejos…

—¡Silencio! ¡Basta, basta!

Me lo dice Larra desde su Nochebuena de 1836. Me callo porque me lo pide Larra.

¡Alegría, alegría, alegría! ¡Que esta noche nace un niño en el portal de Belén! Uy, perdón, he dicho Belén, casi mejor que esta noche no mencionemos Belén ni a la buena gente de Palestina que muere bajo las bombas hebreas, como si los niños y hasta los perros y los gatos de Palestina fueran terroristas de Hamas.

¡Canta, ríe, bebe, que hoy es Nochebuena y en estos momentos no hay que tener penas! Porque además es que está muy lejos de nuestro alcance poner paz en Palestina o impedir que Putin siga asesinando ucranianos. Pero si podemos salvar a un anciano usando mascarilla cuando nos resfriamos ¿a qué sí?

—¡Por piedad, déjame, voz del infierno!

Protesta Larra desde su nochebuena del romántico siglo XIX. Y tiene razón Larra. Es mejor callarse y cantar. ¿Ponemos una de Perales?

Mientras pare una guerra
y se duerma un cañón
Mientras haya esperanza
Habrá Navidad

Miro por la ventana. Cae la noche y también la niebla de nuestro veinticuatro de diciembre. Dentro de un rato, bajaremos las persianas para no mirar de frente a los fantasmas, las ausencias y a las brujas. Pero ojalá que esta Nochebuena fuera posible que por fin durmieran para siempre los cañones y parasen todas las guerras .

Un fuerte abrazo contra las nieblas navideñas y felices días de paz y esperanza para todos.

Desde la nochebuena de 1836, Larra frunce el ceño, me mira como diciendo: ¿Y ya está? ¿Así, con este final tan típico vas a terminar tu artículo? Anda, quita, calamidad, y déjame a mí:

La noche buena era pasada, y el mundo todo, a mis barbas, cuando hablaba de ella, la seguía llamando noche buena.*

*Nochebuena de 1836. Mariano José de Larra

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Dos historias sobre la dificultad de habitar mundos tan diferentes a los que soñábamos