Hace muchos años había un hotel en la dorada Salamanca que marcó un antes y un después en la historia de la ciudad: el Gran Hotel.
Se inauguró en mayo de 1930. El día 2 —según algún periódico— o el día 1 —según el libro Salamanca en la mano de Enrique Esperabé de Arteaga—.
Según cuentan las crónicas, la apertura del hotel atrajo turistas que antes no se atrevían a visitar la ciudad, porque desconfiaban de los alojamientos que pudieran encontrarse. A la puerta del Gran Hotel se empezó a ver con frecuencia coches de lujo de visitantes, que venían a contemplar el discurrir de la vida provinciana entre la monumentalidad de la ciudad.
Enseguida el Gran Hotel se erigió en símbolo de modernidad. Por fin Salamanca tenía un hotel a lo grande. La plaza del Poeta Iglesias cogió tonalidad europea y los salmantinos se sintieron más cerca de un mundo que sobre todo veían en el cine.
El hotel se constituyó en revulsivo de la vida cultural y social. Empezaron a organizarse exposiciones de pintores, tertulias y en verano en sus terrazas se celebraban fiestas y verbenas.
El 25 de febrero de 1935 Radio Salamanca se instaló en el ático del Gran Hotel y desde allí empezó a lanzar su programación a la ciudad, a dar noticias, a divertir a los salmantinos. Allí tenían que ir las jovencitas y jovencitos que decidían armarse de valor y aprovechar el espacio de “canciones dedicadas”, para dedicar una canción a esa persona especial que tanto les ilusionaba y que tal vez aún no lo sabía… No es difícil imaginar la emoción en los ojos de los jóvenes salmantinos traspasando la puerta del Gran Hotel rumbo a un mundo que se parecía tanto al que soñaban.
Las habitaciones del Gran Hotel alojaron a rutilantes estrellas de Hollywood. El gran Orson Welles, la grandiosa Ava Gardner —que por lo visto tuvo un romance con nuestro internacional Wences Moreno—, los explosivos Sofía Loren y Burt Lancaster, nuestra adoradísima Audrey Hepburn y su marido —Mel Ferrer— mientras él rodaba El señor de Lasalle.
También se alojaban allí los toreros, cuando ser torero era casi, casi lo mismo que ser actor. Del Gran Hotel partía hacia la Glorieta la procesión de vehículos que llevaba a los toreros y visitantes de postín a la plaza de toros, y que era en sí misma otro acontecimiento que salían a ver los salmantinos
El Gran Hotel era foco de atracción e impulsor de la modernidad, la cultura, el futuro, la ilusión, la diversión y hasta la magia. Prueba de ello es que la escritora Carmen Martín Gaite, a la hora de decidir dónde alojar a los personajes más modernos y antiprovincianos de su novela Entre Visillos —que se desarrolla en Salamanca— eligió, por supuesto, el Gran Hotel que entró así por la puerta grande en la literatura.
Estos huéspedes maravillosos —literarios y de carne hueso— habitantes todos de la ficción, de mundos imaginarios de puro inalcanzables para el salmantino de a pie, traspasaban la puerta principal del hotel y se encontraban en el vestíbulo:
Amplio y suntuoso. De discretas dimensiones, aristocráticamente decorado con arcadas y hornacinas con lunas y con artísticos muebles que le dan un españolísimo ambiente que invita a tertulias de simpática intimidad.
Del Hall se pasaba al comedor:
Grandioso, señorial, alegre, como el de los mejores grandes hoteles; rico y severamente decorado también a la española con zócalo y columnas de nogal, lámparas y candelabros barrocos, y artística vidriera en las arcadas de sus amplios ventanales.
Sobre esta planta baja, se levantaban tres pisos y un ático, con un total de 114 habitaciones. En el chaflán con vistas a la Plaza Mayor situaron las “suites regias”.
Ricamente amuebladas y dotadas de magníficos cuartos de baño.
En todas las habitaciones de lujo los huéspedes podían disponer de un aparato de radio.
En el ático, las terrazas eran muy amplias y desde allí se podía disfrutar una espectacular vista de la ciudad que, en aquellos tiempos de edificaciones no muy altas, alcanzaba hasta “el campo y las serranías salmantinas”. En verano, la terraza se convertía en escenario fiestas y verbenas.
No fue la terraza el único espacio del Gran Hotel que turistas y salmantinos pudieron disfrutar durante el buen tiempo. En la parte del edificio que daba a la calle san Justo, hubo en tiempos un jardín espacioso donde aliviarse del calor salmantino tomándose un refresco.
Alojarse en el Gran Hotel el año de su inauguración costaba nada más y nada menos que un mínimo de 10 pesetas, Se puede comprobar en un anuncio del Gran Hotel publicado en el ABC, en la edición del día 25/5/1930. y a partir de ahí sólo podemos soñar cual sería el precio más caro, el que llegaron a pagar las estrellas de Hollywood por las habitaciones más lujosas.
Que la habitación más modesta del Gran Hotel valiera 10 pesetas no era precisamente barato, considerando que en aquella época un negocio que fuera viento en popa a toda vela podía generar un máximo de unas 8 pesetas al día, un abrigo de lana podía valer hasta 15 pesetas con 90 céntimos, una novela de Azorín, Superrealismo, novedad editorial del momento, valía 5 pesetas y una casa en pleno Madrid unas 15000 pesetas —Ahí es nada, qué tiempos aquellos…—
El Gran Hotel nos lo derribaron en 2007. Sin embargo los salmantinos —que somos muy dados a seguir refiriéndonos y hasta quedando en lugares fantasmas como “Simago”, “El teatro Bretón” o “el Pryca”— al pasar por Poeta Iglesias, seguimos hablando del Gran Hotel:
¡Tardo en llegar cinco minutitos estoy pasando por el Gran Hotel! 😉
Seguramente por eso los propietarios del edificio que vemos hoy sobre el solar de lo que fuera el hotel, decidieron bautizarlo “edificio Gran Hotel”. El nombre es ya lo único que nos queda de aquel Hotel que trajo a la ciudad un soplo de aires nuevos y europeizó un poco a la ciudad provinciana.
Es posible que dentro de unos cuantos años el Gran Hotel se convierta en el nombre hueco de un edificio de viviendas del centro. Pero por el momento, cuando los salmantinos pasamos por la plaza del Poeta Iglesias todavía contemplamos el nuevo edificio con un punto de nostalgia.
Todavía hoy es imposible mirar el nuevo edificio y no ver el fantasma del Gran Hotel y a Orson Welles dentro fumándose un puro español en el vestíbulo; y a Ava Gardner en el Hall fumándose otro puro español —pues menuda era la Gardner—; y a la siempre deslumbrante Audrey Hepburn observando Salamanca entre los visillos de la suite regia. Porque cuentan que la Hepburn, durante su estancia en Salamanca, prefirió quedarse en el Gran Hotel sin conocer la ciudad; cosas de actrices. Aunque tal vez ésta fuera sólo la versión oficial. Quién sabe si mientras todos creían que la princesa de Hollywood dormía en la suite regia de nuestro hotel, ella se había escapado a vivir unas vacaciones en Roma la chica.
*Entrada publicada por primera vez el 23 de enero 2012. Actualizada el 7 de junio de 2024.
Aportación de un lector
Desde Uruguay, Leonardo Satriano-Piñón, viajero hace años por estas tierras charras, me ha hecho llegar este recuerdo del hotel desaparecido. Cuando empezaba el siglo XXI, el dueño del establecimiento le hizo entrega de la tarjeta VIP del Gran Hotel, prometiendo descuentos al presentarla si volvía alojarse en el edificio. No hubo oportunidad de beneficiarse de la tarjeta. Pocos años después derribaron el Gran Hotel. Gracias, Leonardo, por compartir la foto y los recuerdos con todos nosotros.
*Las postales del interior del Gran Hotel que aparecen en esta entrada son cortesía de Rigoarka que en el año 2012, cuando publiqué la primera versión de esta entrada las tenía expuesta en su tienda de Todocolección.
Bibliografía
-
Salamanca en la mano: noticias histórico-descriptivas acerca de la ciudad y sus monumentos, usos y costumbres. Enrique Esperabé de Arteaga. Salamanca. Librería Núñez. 1930
-
Periódico ABC varias ediciones del año 1930
-
Periódico La Vanguardia. varias ediciones del año 1930.
- Ava Gardner y Wences Moreno
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Es muy interesante todo lo que has escrito, me gusta, me gusta.
unsaludo y te sigo para estar pendiente de tus escritos.
¡Muchas gracias, AnaMari! Y ¡bienvenida! Es que Salamanca es una ciudad muy interesante. Casi en cualquier rincón que se mire hay una historia.
¡Un saludo!
Ya es de mucho más tarde, pero en la esquina del lado del Mercado había en los años setenta un buen bar. El sitio típico para tomarte un rioja con panchitos en lugar. O un Torres 5 si era después de comer.
Gracias por la aportación. Así, poco a poco entre todos vamos recuperando un poco de la Salamanca de antes para que no desaparezca, como dices en tu blog. ¡Saludos!
Cuenta la leyenda que también Olivia de Havilland estuvo nueve días en la capital charra sin dejar el Hotel Monterrey más que para encarnar a 'La princesa de Éboli' (1954).
Pues nada, la Havilland otra que parece que tuvo miedo de que una pandilla de fans charros se le echara encima en cuanto sacara las narices del hotel… ¡Muchas gracias por la aportación! Saludos
Excelente excelente! !!
Que bonito y cuánta nostalgia dan esas fotos con el tiempo.
Un placer leerte!
Saludosbuhos desde Argentina
buhoevanescente, muchas gracias!! Me alegra mucho que te haya gustado. Es verdad, que da mucha nostalgia. Te agradezco mucho que te hayas pasado a leer y tu comentario!!! 🤗