Vino el agua y se lo llevó todo. O no fue el agua y la tierra tembló. O estalló una bombona, o una guerra… No me acuerdo bien. Mi mundo saltó por los aires. Eso sí lo sé. Fue hace unos años. Dos o tres. Casi cuatro. Cuatro años ya…
Tiempo suficiente para arremangarse, reconstruir y seguir adelante. Lo sé.
Pero yo sigo aquí. Habitando como puedo esta vida en ruinas. Sorteando escombros, apartando cascotes para abrir camino y salir de casa por la puerta de atrás.
En la calle hace calor y huele a primavera. Camino por la acera de la sombra. Los demás van por el sol.
No es verdad.
Hay más gente caminando conmigo por la sombra. Una niña empuja un carrito de juguete por detrás de mí. He tenido que quitarme de delante para que no me atropelle. Va tan concentrada en su bebé de plástico que ni me ve.
Quizá no me ven…
Tanto ir de alma en pena por la vida me ha convertido en un fantasma de otra dimensión tristona y oscura…
—¡Hola!
Me saludan, luego me ven.
Es un vecino. Y me habla alegre.
¿Cómo puede sonreír así? ¿Es que él no tiene escombros en casa?
Puede que no.
O puede que sí.
Me doy cuenta de que también he dicho “hola” sonriendo y con el timbre de la voz alegre…
¿Cómo puedo sonreír así?
Debe de ser este sol; que quita las ganas hasta de no vivir.
*Publicado por primera vez en agosto de 2014. Corregido en febrero de 2024
*Fotografía: cottonbro studio, Pexels
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