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Cada 25 de julio se coloca la Mariseca en lo alto de la Plaza Mayor de Salamanca. Un toro de lata acompañado de la bandera española que anuncia las corridas de toros las ferias. Hoy, que los festejos taurinos han perdido la relevancia que tuvieron, identificamos más la Mariseca con el anuncio de las próximas ferias de septiembre.

Lo primero que llama la atención de nuestro toro de lata es su nombre: Mariseca. Bernardo Dorado en su Historia de Salamanca desvela que tras el nombre hay una historia triste.

El 25 de agosto de 1806 un albañil subió a colocar en el pabellón de san Fernando la bandera que anunciaba “una corrida de 26 vacas sueltas”. Una vez colocada, el albañil trató de asegurarla, y en esta labor sufrió un terrible accidente. Cayó a la plaza y murió en el acto. Según Bernardo Dorado el albañil era conocido por el mote Mariseca y el triste recuerdo de su muerte es lo que habría dado el nombre a la Mariseca. Esta explicación ha sido muy criticada porque el término Mariseca, referido al estandarte que anuncia las corridas, ya se recogía en documentación del siglo XV.

Aunque el albañil no tenga que ver con el origen del nombre, eso no cambia su desgracia de ser la segunda víctima que se cobró la Mariseca. Porque un par de siglos antes ya se había cobrado otra. —te lo cuento unos párrafos más abajo—

García Boiza huye de historias tristes y de muertes accidentales y relaciona el término Mariseca con el frecuente uso en el castellano antiguo de nombres cómicos: «Maricastaña», «Maripacha», «Marimenga».

Villar y Macias en su Historia de Salamanca se fija también en lo divertido del nombre, y explica que tal comicidad procede seguramente del aspecto ridículo del maniquí que antiguamente fue la Mariseca. Porque la Mariseca no siempre fue un toro de hojalata ni tampoco siempre estuvo colocada donde la vemos hoy.

En el pasado, La Mariseca se habría colocado no sólo para anunciar las corridas de la feria, también la víspera de cada festejo taurino que se celebrara en otras ocasiones, que antiguamente eran mucho más frecuentes que ahora.

La noticia más antigua que se conserva por escrito acerca de la Mariseca se refiere al año 1455:

y otro toro se de al que tuviese las medidas y cuidado de poner la mariseca y de pintarla a 13 de agosto de 1455.

En el siglo XV, a la persona encargada de poner la Mariseca se le entregaba en pago de su labor uno de los toros que se mataran en el festejo.

Algunas actas del concejo del siglo XVII hablan de un misterio que los historiadores no han conseguido revelar: el sorteo de la Mariseca

Tocó la suerte de la Mariseca por el bando de San Benito al señor D. Juan Manuel de Villena” (1735); “Tocó la suerte de la Mariseca por el bando de San Martín al señor. D. Joseph de Coca” (1736).

Nadie ha descubierto en qué consistiría tal sorteo ni la finalidad del mismo.

Si la Mariseca es tan antigua, ¿dónde se colocaba cuando la Plaza Mayor aún no existía? En el lugar que ocupa ahora la Plaza Mayor se extendía la amplísima plaza de San Martín o de la Verdura. Allí se encontraba el rollo de la ciudad y sobre el rollo situaban entonces la Mariseca. En el año 1699 la Mariseca se cayó del rollo y mató a un hombre.

Pero no imaginemos encima del rollo salmantino al toro de hojalata actual. La Mariseca no siempre ha sido un toro de hojalata. El toro de hojalata se estrenó en 1840. Antes de esa fecha se describe la Mariseca así:

Un bastidor cuadrilongo sobre el que se extendía una tela roja, y en ella, al pie de la imagen de un negro toro se trazaban gruesas cifras de guarismo, con que se anunciaban los días de las funciones.

Y no es este el único aspecto que se atribuye a la Mariseca. Villar y Macías en Historia de Salamanca, afirma que es muy probable que en la antigüedad tuviera “forma de ridículo maniquí”. Antonio García Boiza en su libro Medallones Salmantinos apoya la suposición de Villar y Macías aduciendo que las veletas de “figurones ridículos” eran muy frecuentes en la Edad Media y principios del siglo XVI, y cita las de Pero Mato en Zamora, y las de Astorga.

Mariano de Santiago Cividanes describe la Mariseca como un castillete de tablas. Para justificar esta descripción alude a documentación antigua en la que aparece la expresión “poner el tablado de la Mariseca”.

Para este autor el mencionado tablado se remontaría al juego medieval de los bohordos. Los caballeros para entrenarse en el combate a distancia practicaban este juego, consistente en que los participantes, a lomos de un caballo a la carrera, lanzaban un arma —lanzas cortas o bohordos— contra un castillete de madera construido para la ocasión.

Lo fabricaban con varias tablas móviles y una sola tabla fija con la fecha de las ferias y fiestas de la ciudad. Los jinetes iban tumbando con sus lanzas una a una todas las tablas móviles, quedando al final en pie sólo la tabla que anunciaba las ferias.

La Mariseca ha acompañado a los salmantinos a lo largo de muchos siglos, bajo distintos aspectos y en emplazamientos diferentes. Su historia tiene enigmas aún sin resolver. La comicidad de su nombre se enreda con historias tristes porque la vida es así. Y como la vida es así, llena de enigmas y tristezas, no hay que perder de vista el mensaje que siglo tras siglo nos ha dado la Mariseca: se avecinan fiestas. Tal vez la Mariseca nos quiere enseñar la conveniencia de colocar una ilusión en el horizonte para poder mirarla de vez en cuando.

Bibliografía

  • Historia de Salamanca. M Villar y Macías. 1887
  • Historia de la Plaza Mayor de Salamanca. Santiago Cividanes. Imprenta provincial. Salamanca. 1936
  • Medallones Salmantinos. Antonio Gárcía Boiza. Calatrava. Salamanca. 1926

No te pierdas: La Colocación de la Mariseca es un acto que hoy congrega a los curiosos pero en tiempos fue un espectáculo que atraía visitantes a la ciudad. Te lo cuento aquí

*Texto publicado por primera vez el 13 de agosto de 2011. Actualizado el 25 de julio de 2024

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